lunes, 8 de junio de 2015

GUILLERMO PADRÉS: FIN DEL MITO


El pueblo de Sonora se las tenía guardada. Ya les había dado una probadita en 2012, cuando les arrebató municipios importantes como Cajeme, Navojoa, Guaymas, Nogales, Puerto Peñasco, siendo que allí operaron en ese año los gobiernos federal, estatal y municipales, todos del PAN.

En la segunda mitad de su sexenio, Guillermo Padrés no entendió el mensaje. En lugar de reconciliarse con una sociedad agraviada, le aumentó el castigo: el COMUN, el atraco al Isssteson, la Transformación Educativa, la quiebra del sector salud; la guerra a los transportistas y para coronar su obra: la presa en su rancho, las nogaleras millonarias, las caballerizas con maternidad y aire acondicionado, el perdón de impuestos a sus amigos empresarios, entre otras lindezas.

Y por si algo faltara, el ‘tiro cantado’ a Manlio Fabio Beltrones, de quien me decía uno de los operadores electorales del PAN unos días antes de las elecciones, “es humano, es de carne y hueso, no es extraterrestre ni superhéroe, también falla y también se le puede ganar”.

Todos los agravios a la sociedad sonorense, a la que le dio trato de retrasados mentales, se los cobraron ayer al gobernador del estado, a sus funcionarios y también, indudablemente, a sus candidatos y candidatas.

De manera señalada, la carga negativa del gobernador Guillermo Padrés le cayó encima con toda su crueldad, a su candidato a la gubernatura, Javier Gándara Magaña, que también se dejó seducir por el canto de las sirenas que le murmuraban al oído  leyendas de todo tipo: que Padrés es un excelente operador electoral; que el control del aparato estatal le garantizaba el triunfo; que con dinero baila el perro, que sus tres años de pre-pre-pre campaña lo harían ganar con al menos cuatro o cinco puntos de ventaja.

Que en el remoto e improbable caso de que la elección se cerrara mucho, para eso tenían a la fuerza policiaca, la estatal y las municipales en aquellas localidades gobernadas por el PAN, y también contaban con grupos de vagos contratados para reventar casillas y robar urnas.

Todo fue mentira. La gente salió a votar y se cobró en las urnas todas las afrentas.

Recuerdo cuando en la elección del año 2000 Javier Gándara perdió ante Francisco Búrquez la contienda por la alcaldía de Hermosillo, siendo candidato del PRI, declaró que el producto era bueno, pero la marca era mala, refiriéndose a él mismo y al partido, en ese orden.

Hoy ni siquiera pudo decir eso. Se dejó convencer de que la marca PAN era buena “No soy el candidato del gobernador, soy el candidato del PAN”, decía con frecuencia, en intentos tímidos de deslinde respecto a quien lo hizo candidato y que termino llevándolo al despeñadero de la derrota.

En anterior entrega, advertíamos en este espacio que aquellos 40 mil votos que en 2009 le dieron el triunfo a Padrés no llegaron por su carisma, sino por la fractura en el PRI y en una sociedad civil golpeada por la imposición de Alfonso Elías sobre Ernesto Gándara. Decíamos que esos 40 mil electores nunca recibieron nada en reciprocidad, y que esta vez migrarían de nuevo al PRI. Así pasó.

El peso de la realidad le cayó encima a Javier Gándara y también a Damián Zepeda, el candidato a la alcaldía de Hermosillo, que comenzó mal su campaña y la terminó peor. Se tragaron enterito el cuento de que Padrés era un ‘estratega militar’ invencible y poderosísimo; que nunca había perdido una elección y que de su mano irían seguros a la victoria.

Se creyeron además las encuestas hechas a modo, el autoengaño en gráficas de barras y pasteles que los hacían alardear triunfos anticipados; asumieron como ciertas las gigantescas simulaciones de actos masivos llenos de acarreados escenográficos muy buenos para la foto, pero muy malos para las urnas, como quedó claro.

Jugaron el juego de las algaradas, asumiendo que sus candidaturas sumaban miles y miles de ciudadanos de otros partidos: 25 mil borreguistas; 56 mil que les prometió Héctor Castro, el inefable candidato a la gubernatura por el Partido Humanista; 50 mil perredistas que les prometieron Juan Manuel Ávila, José Guadalupe Curiel y Cervando Flores, empleados suyos que mal se representan apenas a sí mismos; los 17 candidatos a alcaldes por el Movimiento Ciudadano que evidentemente fueron un fiasco.

Se creyeron todo eso, pero además subestimaron a los sonorenses, realmente hartos, asqueados de las corruptelas y los abusos de un gobierno como el de Guillermo Padrés, al que se negaron a darle un pase para que lo extendiera otros seis años.

El resultado de la elección en Cajeme fue avasallador. Dos a uno y carro completo: alcaldía y tres diputaciones locales, así como la federal muestran tendencias a favor del PRI, irreversibles.

En Hermosillo fue un desastre. La capital del estado, donde tenían depositada toda la confianza de afianzar el proyecto panista, se derrumbó: perdieron la alcaldía; en tres distritos locales las tendencias lucen irreversibles a favor del PRI y en los otros dos aparecen en empate técnico.

Los reportes sobre diputaciones federales hasta el cierre de esta columna daban ventaja al PAN en todas, excepto en el distrito 06 (Cajeme) donde ganó Abel Murrieta. Las dos de Hermosillo lucen disputadas y se definirán hasta el último momento.

Lo negro de la jornada, sin duda fue el abuso de la fuerza pública, concretamente de policías estatales, así como de los grupos de choque que revivieron las épocas más negras de los gobiernos priistas, cuando se violentaban casillas y se robaban urnas. Los panistas repitieron estas prácticas sobre todo en Hermosillo, Huatabampo y Navojoa, para vergüenza de una ciudadanía que las creía superadas.

La derrota de Javier Gándara y Damián Zepeda, así como de otros candidatos que suponían el triunfo en las urnas, fue también una derrota estrepitosa, de escándalo para el gobernador Guillermo Padrés, cuyo sexenio fue sometido a referéndum y fue reprobado contundentemente.

Sus expectativas de proyección nacional, como dirigente del partido se fueron por el caño, junto a las esperanzas de dejar en el poder a incondicionales que le cubrieran las espaldas frente a lo que está por venir en materia de rendición de cuentas.

Los frentes que abrió no sólo entre la sociedad civil y los partidos políticos son demasiados; su confrontación con el presidente de la República y el gabinete peñista, así como con Beltrones y otros liderazgos nacionales, no le augura un futuro promisorio, sobre todo por el escandaloso manejo financiero de su administración.

Padrés resultó un gigante con pies de barro y su caída puede ser dolorosísima. Y junto con él se irán algunos de sus más cercanos colaboradores y familiares, si la justicia decide llamarlo a cuentas.

Como se dijo insistentemente en este espacio durante años, Padrés desperdició la oportunidad de probar que el PAN podía hacer un buen gobierno, y hoy está ante el juicio de la historia.

Del otro lado, Claudia Pavlovich y el Maloro, así como los candidatos del PRI que aparecen como ganadores, tienen frente a sí esa misma oportunidad. En ellos está no desperdiciarla.

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(DOSSIER POLITICO/ ARTURO SOTO MUNGUÍA / 2015-06-08)

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