Lo que la PGR no
pudo demostrar con pruebas periciales y científicas lo armó con testimonios de
policías de Iguala y Cocula y del presunto radiocomunicador igualteco David
Hernández Cruz que “confesaron” mediante tortura física y psicológica su
presunta participación en el arresto de los 43 jóvenes de la Normal Rural Raúl
Isidro Burgos que posteriormente entregaron a sicarios de Guerreros Unidos,
quienes los desaparecieron. La “verdad histórica” del procurador Jesús Murillo
Karam no se sostiene, según se desprende de los documentos consultados por
Proceso.
MÉXICO, D.F.
(Proceso) La Procuraduría General de la República (PGR) ha recurrido
sistemáticamente a golpes y tortura para incriminar a los presuntos
responsables del ataque y desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural
Isidro Burgos la noche del pasado 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, y
sustentar la versión del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Uno de ellos es
David Hernández Cruz, un empleado de 20 años a quien el procurador Jesús
Murillo Karam identificó como radio-operador de Iguala. Él fue el testigo
estrella para involucrar al exalcalde José Luis Abarca Velázquez en la agresión
a los normalistas.
Durante los
interrogatorios a los que lo sometieron efectivos de la Policía Federal (PF),
Hernández Cruz “confesó” que con la clave A5 Abarca ordenó por radio el ataque.
Y aunque el declarante admitió ser miembro de Guerreros Unidos, la PGR ordenó
su liberación el 14 de octubre pasado, según los documentos consultados por
Proceso.
Las averiguaciones
previas abiertas por la dependencia sobre el caso Ayotzinapa revelan la
sistemática violación a derechos humanos cometidos por uniformados de la PF y
elementos de la Marina con la complicidad de la agente del Ministerio Público
Lourdes López Lucho Iturbide, responsable principal de la investigación.
Los reporteros
consultaron los dictámenes médicos de 10 policías municipales de Iguala
detenidos el 14 de octubre en el Centro de Adiestramiento Regional de la Sexta
Región Militar, en Tlaxcala, y otros tantos de Cocula.
En sus declaraciones
ministeriales hay una constante: prácticamente todos sufrieron golpizas;
algunos incluso se desmayaron por los toques eléctricos. También fueron
torturados psicológicamente para que se autoincriminaran o denunciaran a sus
compañeros. Al final, todos fueron liberados.
Este es un
adelanto del número 1996 de Proceso, ya en circulación.
(PROCESO/
REPORTAJE ESPECIAL/ ANABEL HERNÁNDEZ Y STEVE FISHER/31 DE ENERO DE 2015)
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