domingo, 24 de noviembre de 2013

‘NOS MANTENEMOS ACOSTADAS, JUNTAS, PARA SOPORTAR EL FRÍO’



 “Sólo nos queda aguantarnos. Nos la mantenemos acostadas juntas para soportar el frío”, dice María Concepción Torres, mientras mete unos trozos de leña a la estufa de ladrillos.

‘Conchita’, como le dicen, habita en un cuartote de tres metros por 8 de largo con 6 personas más: su esposo, su hija Maricruz y su yerno, dos nietas y el mayor de sus hijos, José, de 24 años, que padece de sus facultades mentales.

Aquí estar dentro del hogar es prácticamente igual que estar afuera.

Al pie del cerro, en la colonia Granjas Unidas 2, esta familia tiene 10 años aguantando las inclemencias del tiempo ante la imposibilidad de conseguir un lugar mejor para vivir, o recibir apoyo del Gobierno porque no poseen las escrituras del terreno.

Ese lugar les fue regalado desde entonces por un ejidatario que les permitió quedarse ahí. En todo ese tiempo es muy poco lo que han podido hacer por la casa. Viven al día.

El techo de madera apostado en las cuatro irregulares paredes tiene huecos por todos lados que dejan el paso libre a las corrientes de aire y hacen imposible calentar el interior.

“Nos la mantenemos acostadas, juntas, para soportar el frío”, dice ‘Conchita’ mientras tiembla de frío e intenta sin mucho éxito peinar a su nieta Diana, de 6 años.

Para no enfermarse procuran estar tomando bebidas calientes como café y canela, además traen las chamarras casi pegadas a la piel. No se las quitan para nada.

“A Diana la acaban de operar de la apéndice, por eso la cuidamos más”, cuenta María Concepción.

Al mediodía de ayer la casa ni siquiera estaba medio templada y las brasas ya estaban casi por extinguirse bajo la plancha, que soportaba dos sartenes, uno con agua para café.

Diana acercaba una silla para tratar de calentarse un poco, mientras su hermanita no quería ni siquiera levantarse de la cama.

“En la noche nos dormimos juntos para hacernos más calor”, abunda ‘Conchita’.

La leña que utilizaban en ese momento era un obsequio de uno de los vecinos, pero en cuanto se terminara, las mujeres tendrían que ir a buscar más al cerro, donde incluso había neblina.

Los hombres de la casa se encontraban trabajando; uno vendiendo escobas en la calle y otro en la obra. José, el hermano mayor de Maricruz, hijo de “Conchita” como le dicen de cariño, gritaba cosas acostado.

“Es que tiene frío”, comenta la madre de familia.

Para esta familia la situación no es mejor en verano, cuando el calor es tan insoportable que duermen a la intemperie, a riesgo de ser picados por algún insecto ponzoñoso.

Sin opción y sin dejar de temblar aún con la chamarra puesta y dentro del hogar, Conchita y su familia esperan tiempos mejores, aguantando el frío.

(EL DIARIO, EDICION JUAREZ/  KAREN CANO| 2013-11-23 | 23:57)

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