viernes, 14 de junio de 2013

LA VIDA SECRETA DE KIM JONG-IL

EL MUNDO 
Madrid, España.- No quiere decir su nombre real y utilizará el de Kenji Fujimoto. Se da cita con el premio Pulitzer Adam Johnson en un café karaoke de Japón para contar todos los secretos del que fuera líder de Corea del Norte, Kim Jong-il.

Su historia pone los pelos de punta no sólo por las excentricidades del padre de Kim Jon-un, sino por el miedo y el terror con el que tuvo que vivir durante 10 años. 700 mil euros en coñac, un ejército de jóvenes de 16 años que se convertían a la fuerza en las esclavas sexuales del líder norcoreano, viajes por sorpresa sólo para comprar un Big Mac en Pekín... Así era la vida del que fuera el cocinero personal, ayudante y hombre de confianza de Kim Jong-il.

Obligaba a un equipo de personas a que revisaran uno por uno los granos de arroz de su comida

Durante la entrevista, publicada en la revista “GQ”, Fujimoto cuenta cómo sin saber absolutamente nada de Corea del Norte, en 1983 decide dejar toda su vida en Japón y marcharse a Pyongyang en busca de un futuro mejor. El cocinero trabajaba 10 horas al día en una escuela de cocina de la capital. Una tarde varios Mercedes negros llegaron a la escuela. Uno de ellos con cinco mujeres tailandesas que habían sido secuestradas y que se convertirían en esclavas sexuales de Kim Jong-il.

Aquella fue la primera cita que tuvo con el que todavía no era líder del país. Jugaron una partida de “yut nori”, un juego de mesa típico coreano. Hablaron de pescado, de sushi y de cuál era la mejor dieta para alargar los años de vida. Kim Jong-il le dio mil dólares que Fujimoto rechazó. Así le conquistó. “Él pensó que era diferente de los demás hombres que le rodeaban, que siempre estaban tratando de ser amables y corteses con él. Estaba rodeado de hombres que lo alababan”.

Ese encuentro trajo consigo buenos tiempos. Su vida transcurría entre la escuela de cocina, la visita de hermosas mujeres, las peticiones de altos cargos del Gobierno para que les cocinase y los encuentros con Jong-il con el que bebía vino y veía películas de Schwarzenegger, favoritas del líder.

Fujimoto no sabía que todas esas prebendas provenían del tráfico de armas y drogas ni tampoco que las bellas mujeres que lo rodeaban eran chicas que habían sido secuestradas para satisfacer a Kim Jong-il.

BORRACHERAS, Y OBSESIONES

El cocinero decidió regresar a Japón y montar su propio negocio de sushi. Cinco años después recibió una carta de Jong-il en la que le pedía que regresara a Pyongyang y fuera su cocinero personal. Fujimoto volvió a abandonar todo. A su mujer, a sus hijos y aceptó volver.

Esta vez Fujimoto descubrió la verdadera realidad de Corea del Norte y de Jong-il. Las mujeres jóvenes ya no eran secuestradas para ser utilizadas como esclavas sexuales. Kim Jong-il había creado una brigada sexual, en la que grupos de hermosas chicas coreanas, la mayoría reclutadas a la fuerza con 16 años, vivían para su entretenimiento, para darle masajes, y para el sexo.

Entre las extravagancias de Kim estaba pedirles que cantaran o bailaran, o que boxearan desnudas ante él.

Las kippumjo o “Joy Division” (División de la Diversión) eran enviadas a Taiwan o Hong Kong para recibir cursos especiales de masaje, y nadie, salvo Kim Jong-il, podía tocarlas.

Las borracheras también eran habituales. La bodega de Kim Jong-il tenía más de 100 mil botellas que servían para regar las partidas de bacará que se alargaban hasta la madrugada, o peligrosos juegos con armas de fuego o rapar la cabeza o los testículos a sus invitados.

ESCOGÍA HASTA GRANOS DE ARROZ

También obligaba a un equipo de personas a que revisaran uno por uno los granos de arroz de su comida y que desecharan los que no eran completamente perfectos.

Fujimoto viajaba a todas las partes del mundo para satisfacer los caprichos de Kim Jong-il. A Francia por el mejor coñac, a Dinamarca por jamón, a Japón por el pescado, incluso a Pekín por una hamburguesa de McDonalds. Se convirtió en su sombra durante una década, tal y como se lo pidió.

Jong-il lo obligó hasta a casarse con una cantante, pese a que Fujimoto no la conocía de nada y ya tenía esposa en Japón. Ni siquiera podían conversar, ya que él seguía sin hablar coreano y ella no hablaba japonés. La boda la preparó el líder norcoreano, que llegó incluso a depilarle los testículos.

PRUEBAS DE LEALTAD

Además de cocinarle, acompañarlo a las cacerías y ser en su “sombra”, Fujimoto tenía que pasar pruebas de lealtad constantes como por ejemplo un día que fue a montar en moto acuática con Jong-il y echaron una carrera que Fujimoto ganó. Cuando llegaron a tierra, el líder le dijo que otro en su lugar habría sido ejecutado. Sin embargo, lo dejó a su lado para tener a alguien que no le diera siempre la razón. “Si me traicionas, te...”, le decía constantemente.

Fujimoto también se encargó del cuidado de los hijos, en especial del que ahora lidera el país, Kim Jong-un, con el que estuvo desde los 7 hasta los 18 años.

En 1994, Jong-il se convirtió en el líder de Corea del Norte tras la muerte de su padre. El país entró en años de hambruna, por lo que el líder ordenó la muerte del ministro de Agricultura, e incluso llegó a ordenar que exhumaran su cuerpo y lo fusilaran ya muerto.

En un viaje a Japón para comprar pescado, Fujimoto fue detenido por las autoridades y sometido a 18 meses de interrogatorios sobre Norcorea. Jong-il lo sabía e incluso envió a un sicario para acabar con él, pero al final el líder envío a su secretaria a buscarlo para que lo llevara de vuelta a Pyongyang. Fujimoto regresó aterrorizado, y tras estar 18 meses bajo arresto domiciliario, volvió a trabajar junto a Jong-il, pero sólo pensaba en escapar. Y así lo hizo. Huyó y no regresó hasta la muerte del presidente, invitado por su hijo al funeral.

Fujimoto saludó a Kim Jong-un con un “el traidor ha regresado”. Sollozando, Fujimoto se dejó caer de rodillas. Kim le hizo señas para que se levantara. Nunca más regresaría a Corea del Norte.

(ZOCALO/  Redacción/ 14/06/2013 - 04:05 AM)

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