miércoles, 7 de diciembre de 2011

¡HUELE A GAS!


José A. Ríos Rojo   
En 1977, Heberto Castillo y Rius, elaboraron un libro cuyo título es: ¡Huele a gas! En ese libro vienen los argumentos que Heberto Castillo sostuvo contra el aparato gubernamental del entonces presidente José López Portillo y su director de Pemex, Jorge Díaz Serrano, dándole toda clase de explicaciones con datos y cifras para que entendieran que hacer el gasoducto Cactus-Reynosa constituía una entrega a Estados Unidos. Creo que los argumentos de Heberto siguen vigentes.

Díaz Serano mandó construir un gasoducto larguísimo de 48 pulgadas de diámetro para, supuestamente, vender gas natural a Estados Unidos. Nunca hubo tal gas, pero el dinero bien que se gastó.

En 1977 México construía un gasoducto para venderle gas a los Estados Unidos. Ahora, México construye un gasoducto para comprarle gas a los Estados Unidos y ponerlo en Sinaloa. Y nuestros actuales gobernantes están muy felices y dicen que vamos bien.

Seguramente por ese gasoducto fluirá gas shale, que por cierto, México todavía no extrae este tipo de gas, por lo que tendrá que comprarlo a los Estados Unidos, al precio que ellos nos impongan. El gas shale hasta hace poco no era rentable extraerlo, pero en los últimos años, empresas de Estados Unidos, Argentina y Polonia han logrado explorar estos yacimientos gracias a nuevas tecnologías.

Ahora les dio a nuestros gobernantes por comprar gas shale. Así le dicen. Ese término se aplica al petróleo o al gas que se obtienen de arena o roca bituminoso. Significa una mezcla de sustancias naturales con contenido de carbono e hidrógeno.

He escuchado y leído los razonamientos del ingeniero José Rosas en contra del gasoducto y del gas shale, veamos parte de ellos:

El gas shale o encapsulado en la roca para ser explotado requiere de la aplicación de un proceso llamado fracking o hydraulic fracturing o fracturación hidráulica. Sobre dicho proceso hay contundentes evidencias que es un proceso altamente peligroso para la población y muy contaminante para el medio ambiente. Además de lo anterior, el franking provoca mayor inestabilidad geológica y por lo tanto mayor intensidad y probabilidad de temblores.

El shale gas es el gas que se encuentra encapsulado en la roca a profundidades mayores a los 500 metros y para obtenerlo es necesario fracturar las placas tectónicas que contienen dicho gas a base de la inyección a muy altas presiones de agua y un gran número de químicos y materiales, algunos de ellos altamente tóxicos. Se ha demostrado que algunos de esos químicos emigran lógicamente a los mantos freáticos y a la atmósfera con la consecuente contaminación del agua y el aire.

Otro problema es que el agua y los químicos utilizados en el proceso de fracturación hidráulica y que retornan a la superficie para su reciclamiento tienen que ser tratados en plantas de tratamiento de agua porque de ser liberados en drenes o canales sin tratamiento presentan un alto riesgo de incendio o en determinadas situaciones de explosión. El proceso de tratamiento de aguas residuales producto del fracking es complejo, es caro y demanda una gran cantidad de energía ya que consiste principalmente en procesos de bombeo, filtración, separación y recuperación, etcétera.

Por último, en el proceso de obtención de shale gas, que es fundamentalmente metano, se escapa a la atmósfera entre el 3 y el 8 por ciento de dicho gas y el metano tiene una capacidad 21 veces mayor de producir calentamiento global que el bióxido de carbono.

En la actualidad, ya más del 90 por ciento del gas natural extraído en los Estados Unidos se obtiene por medio de fracturación hidráulica con sus devastadores e incalculables daños a la población, mundo animal y vegetal, además de la atmósfera.

Existen estudios que demuestran que causa menos daño medioambiental y menor costo económico la obtención de energía (electricidad y calor) por medio de combustóleo o carbón que por medio del shale gas o gas encapsulado en la roca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario