miércoles, 7 de diciembre de 2011

AQUEL ROJO AMANECER EN AGOSTURA, SINALOA



  
Aterrador despertar en Angostura: comandos, altavoces, amenazas y levantones

Alejandro Sicairos
“Imagínate que en el sueño profundo oigas una bocina que tu crees que anda anunciando verduras o medicinas y que poco a poco caigas en cuenta que lo que anuncia es la muerte, el horror, el nombre de las víctimas.



Que el miedo te obligue a despertar y esconderte (yo me llevé a los niños al baño y los encerré ahí) hasta que ellos dejaron libre el pueblo pero nos convirtieron en esclavos del miedo. ¿Quién va a dormir tranquilo de aquí pa’delante?”.


La madrugada del lunes 21 de noviembre, el comando de la muerte entró ruidoso, haciendo alardes de poder, a Chinitos y Palmitas, dos poblados del municipio de Angostura que ahora viven en toque de queda.

Las bocinas amplificaban el miedo. “Nos vamos a llevar nomás a los soplones; venimos por ellos, se los va a cargar la chingada, a los demás no”, pregonaban los sicarios por las calles.

El convoy de nueve camionetas, con alrededor de 60 sujetos armados, entró primero a la comunidad Leopoldo Sánchez Celis, conocida como Gato de Lara, cerca de las 04:00 horas.

A través del altavoz instalado en una de las camionetas, recorrieron las calles anunciando que había llegado la hora de los “dedos”, de los traidores.

Gritaban los nombres de sus víctimas mientras las familias se refugiaban donde podían para evadir aquello que lejos de ser un mal sueño matinal era la pesadilla real del Sinaloa violento.

“Al que no se meta con nosotros no le haremos daño; no tengan miedo, nosotros no matamos a niños y mujeres”, propagaba el megáfono, rociando de miedo al caserío.

Primero fueron por Martín Gómez Almanza. Cercaron al menos cien metros a la redonda de la casa de este. Lo subieron a la fuerza a una de las camionetas a la vez que una hermana de la víctima, de nombre Guadalupe, se interponía.

—No se lo van a llevar, no tienen porqué. No les ha hecho nada —protestó ella.


—Va a chingar a su madre por rajón —le contestaron.

—Si se lo llevan a él, me van a tener que llevar a mí —dijo terca.


—Échenla, por pendeja —ordenó uno de los maleantes. Otros obedecieron la orden y la subieron por la fuerza a la camioneta, junto con su hermano.

Los pistoleros llevaban una lista. Por más de media hora recorrieron Gato de Lara localizando y levantando a cinco personas que ubicaron en cuatro domicilios distintos y que, según lo anunciaban por las bocinas, algunas de ellas se dedicaban a la venta de drogas contraviniendo las reglas del cártel que domina aquella zona.

La comunidad despertó aterrada, convirtiendo aquel amanecer en otro intento por aferrarse a la vida en el “corredor del crimen”, llamado así por los hechos de alto impacto perpetrados durante 2011 en los municipios de Angostura, Salvador Alvarado y Guasave.

La prioridad era una: correr, esconderse y rezar para no hallarse en medio del ejército del narcotráfico que llegó para tomar calles, casas y vidas.

Aquí acaba el paraíso
Entre 04:45 y las 05:00 del mismo lunes, el comando de pistoleros entró a la colonia Agrícola México, Palmitas, con la misma estridencia de los altavoces, amedrentando a la población. Ya algunos moradores habían salido a las calles a ejercitarse o para dirigirse a las parcelas.

El convoy de la muerte entró por la calle principal haciendo desplantes de fuerza numérica y táctica. Alertó que iba por delatores y traidores y que quien no lo fuera no tenía de qué preocuparse.

“Sigan tranquilos, caminen sin preocuparse, nomás no se metan donde venimos a trabajar; vamos a respetar al que nos respete: si alguien hace una pendejada, que se cuide”, insistían en voz alta, por las bocinas, para que todos oyeran.

El pavor tomó por asalto a la otrora tierra pacífica que los fines de semana se convertían en la fortaleza policiaca y militar que cuidaba las estancias del exgobernador Jesús Aguilar Padilla con sus padres y hermanos. Esta vez no. El Ejército y la Policía Élite habían abandonado a Palmitas dejándola a merced de los sicarios.

A los caminantes tempraneros, los integrantes del comando les delimitaban el área en que actuarían ese amanecer. “Nadie se acerque a la sindicatura… de ahí nos vamos a llevar a los bocones traidores”.

Los policías Santos Cárdenas Hernández, Juan Carlos Mascorro y Rosario Bojórquez Hernández, dormitaban —dos dentro de la sede de la sindicatura y uno en la cabina de la patrulla— cuando escucharon la escandalosa llegada de los gatilleros. Despertaron tarde. Ya los tenían encima.

El que dormía en la camioneta se negó a salir, hasta que los sujetos armados quebraron el cristal lateral y lo encañonaron. Querían llevárselos vivos porque a pesar de la resistencia que opusieron, ninguno de los esbirros del narco les disparó.

Como llegó se fue el convoy. Sin nada ni nadie que les estorbara en la misión criminal penetraron la tierra consentida de Aguilar Padilla. Ese día se consumó el fin del paraíso de tranquilidad en que el ex mandatario estatal convirtió a Palmitas.

Las noches sin sueño

Cuando los cadáveres de los policías y civiles levantados en Gato de Lara y Palmitas aparecieron incinerados en Culiacán el miércoles 23 de noviembre, recrudeció en ambas comunidades el terror. Los habitantes habían despertado, dos días antes, a expensas de un comando delictivo que tuvo el control de todo durante casi 90 minutos.

Desde abril de este año, al atacar un grupo armado el edificio de la Policía Municipal de Angostura y matar a dos civiles, sabían que la corporación preventiva patrullaba, pero no cuidaba.



Luego, en julio, cuando el coordinador operativo de la misma DSPM angosturense, Jesús Alfonso Ramírez, fue secuestrado y asesinado por miembros de otro convoy armado, confirmaron que la ley que vale allá es la de los pistoleros del narco.

Así es como se vive desde hace once meses en el llamado corredor de la muerte. Así es como se muere en la franja norte de Sinaloa que integran los municipios de Angostura, Salvador Alvarado y Guasave. 



En la misma zona en que un comando asesinó a ocho policías estatales en el kilómetro 84 de la carretera costera el 11 de octubre de 2010, en la misma área en que mataron a diez escoltas del secretario de Seguridad Pública, Francisco Córdova Celaya, el 15 de julio por la carretera México-Nogales, en el municipio de Guasave. 


Es el mismo corredor trágico en el cual el 6 de marzo asesinaron a siete elementos de la Policía Ministerial del Estado que trasladaban a un detenido a Culiacán.

Por eso en Angostura cualquier poblado puede amanecer tomado por los comandos del narcotráfico. “Aquí ya aprendimos a dormir con los ojos abiertos y los oídos atentos”, dice el tío de uno de los tres policías levantados en Palmitas.

“Imagínate que en el sueño profundo oigas una bocina que tu crees que anda anunciando verduras o medicinas y que poco a poco caigas en cuenta que lo que anuncia es la muerte, el horror, el nombre de las víctimas. Que el miedo te obligue a despertar y esconderte (yo me llevé a los niños al baño y los encerré ahí) hasta que ellos dejaron libre el pueblo pero nos convirtieron en esclavos del miedo. ¿Quién va a dormir tranquilo de aquí pa’delante?”, agrega.

Los mismos lugareños han tomado medidas extremas. Después del rojo amanecer del 21 de noviembre nada es igual. Las familias han adoptado su propio toque de queda y a nadie se le permite, ni hay alguno que quiera, andar por las calles después de las ocho de la noche.

“Mire, si la policía se esconde en sus bases de las sindicaturas, qué haremos nosotros que vemos que a diario o matan a uno, asaltan a otro, despojan carros y que anda por aquí, como por su casa, esa gente armada que le advierte a los que hallan en la calle, o a los borrachos que amanecen, que es la última vez que quieren verlos fuera de sus casas”.

Y ante el acecho del crimen, todos ruegan que amanezca pronto.


Para el 2012 la SSP prevé mejores resultados en combate al crimen

La contraofensiva que viene
Frente a la permanente embestida del crimen organizado, para el año 2012 la Secretaría de Seguridad Pública responderá con más policías élite, patrullas blindadas, pistolas moleculares y agentes que harán labores de inteligencia.

Según un informe de la Secretaría de Seguridad Pública, este mes de diciembre estarán listos 135 elementos de la llamada Policía Estatal Acreditable, que se sumarán a los 150 que ya operan del Grupo Élite.

De los 135 nuevos policías especiales, 60 realizarán acciones de inteligencia y 75 serán de reacción, en una estrategia que pretende anticiparse a los ataques que el crimen organizado planee llevar a cabo en Sinaloa, principalmente en los municipios más afectados por delitos de alto impacto.

El personal de inteligencia será equipado para rastrear y seguir información de las diferentes células delictivas, con posibilidades de determinar, antes de que se perpetre el hecho, dónde y cómo proyectan los delincuentes efectuar sus ataques.

Aunque actualmente algunas unidades tácticas que conforman el Grupo Élite ya utilizan pistolas moleculares, el próximo año se pretende generalizar el uso de estos dispositivos que detectan a distancia la presencia de pólvora o explosivos.

Respecto al blindaje para patrullas, se proyecta aplicarlo a todas las unidades utilizadas por el Grupo Élite y Policía Acreditable debido a que son los que más ataques o emboscadas reciben de parte de la delincuencia en Sinaloa.

El blindaje se llevaría a cabo con recursos federales del Fondo de Apoyo a Seguridad Pública y abarcaría a 20 vehículos. Cada blindaje costaría alrededor de tres millones de pesos.

Según lo estima la SSP, con estas medidas se reducirán los índices delictivos, mejorará la ejecución de órdenes de aprehensión y bajará el número de homicidios dolosos que se cometen en el estado.

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