Qué bien, hijo. Yo creo que debes buscar trabajo. No sé, en alguna
farmacia, un supercito de esos que abundan en las esquinas, un hotel o
una empresa de abogados o contadores. De esos trabajos de oficina, que
aprendas a llevar papeles para allá y para acá. Que te relaciones con
otra gente y que te ayuden a conseguir después mejores empleos.
El joven asintió. Tenía una sonrisa incompleta que cuando contaba
travesías sangrientas en las que había participado parecía brillar:
jardín macabro en esa expresión entre festiva, inocente y diabólica.
Seis calacas en su haber. Seis muescas en esa sonrisa ya enferma. Seis
hoyos insondables, oscuros y dolorosos en la vida de su padre.
Uno porque si no lo mataba, entonces el muerto iba a ser él. Otro
porque se lo pidieron los jefes. Uno más porque andaba robando y se
metió a la casa de un amigo del patrón y ya se lo había advertido.
Porque le reclamó y quiso regañarlo cuando usó el pito del carro, por
eso se echó al más reciente. Y del otro ya no se acuerda.
Ríe. Todos gritan que no cuando los estás correteando. Te gritan ai
muere, ai muere. Pero bien que les avisa uno que se calmen, que les da
uno el pitazo de que no va a haber otra, que la próxima es tener la
matona en la cabeza y es para jalarle. Pum pum pum. Nomás se oye el cuetón este, que escupe de lo lindo.
Ríe. Pero ya no quiero nada de eso. Muchas preocupaciones para mi apá
y mi amá. Además quiero tener novia y agarrarla de la mano y luego
casarme y tener hijos. Dos morros, con eso me calmo. La neta lo que más
me agüita es mi apá: que se esté consumiendo de preocupaciones, que
sienta que lo estoy matando por dentro con tanta muerte.
Eso es lo que más me parte la madre. Que me maten, no. Me la pelan
los hijos de su putísima madre. Los del Gobierno y las otras clicas que
creen que me pueden trozar. Pozo, ahí los voy a mandar. Pozo pa’que no
se levanten más. Pero no. Ya’stuvo. Mejor me voy a calmar y buscar otra
chamba, qué le hace que me paguen menos. La neta estaré en paz. Y
también mi apá.
Ándele pues mijo. Vaya a la farmacia, a pedir chamba. El joven se
arregló y acudió fajado y con el pelo relamido de gel. Se paró en la
esquina para revisar que llevaba los papeles en la carpeta y los zapatos
limpios. Entró y vio un cartel con fotos de asaltantes. Se salió en
chinga. Él estaba en la galería.
15 de noviembre de 2013.
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