(Anabel
Hernández/Proceso)
Distrito Federal—
Tiene 60 años y es multimillonario. Sus conocidos le dicen 'El Príncipe' o
'Rafita'. Hace tres meses recuperó su libertad tras un cautiverio de 28 años,
cuando el Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito lo
exoneró de los delitos que se le imputaban: el secuestro, tortura y homicidio
del agente de la Drug Enforcement Administration (DEA) Enrique 'Kiki' Camarena
Salazar.
Sin embargo, Rafael
Caro Quintero, ex líder del 'Cártel de Guadalajara', vuelve a ser prófugo de la
justicia, pues el miércoles 6, por mayoría, los ministros de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación emitieron un fallo adverso al capo, por lo que debe
volver a prisión (Proceso 1932).
Hoy, el Gobierno de
Estados Unidos ofrece 5 millones de dólares a quien proporcione información
sobre él, mientras la DEA movilizó a sus mejores hombres para localizarlo
–presumiblemente sigue en México– y llevarlo de nuevo ante los tribunales.
El lunes 11, el ex
agente de la DEA Gilbert González, quien participó en la Operación Leyenda,
organizó una conferencia de prensa en la Universidad de Texas, en El Paso, en
la cual declaró: “Yo estuve en Guadalajara después del asesinato (de Camarena).
Y sí, Caro Quintero fue el responsable y enviado a prisión… Me da gusto decir que
el miércoles 6 la Suprema Corte revirtió la decisión de apelación y ahora Caro
Quintero es un fugitivo”.
Tras el asesinato de
su agente 'Kiki' Camarena, la agencia antidrogas estadounidense le ha seguido
la pista al capo sinaloense. Al principio colaboró en su captura en Costa Rica
en 1985; luego, cuando se enteró de que realizaba fiestas de cumpleaños y vivía
con lujos en el Reclusorio Oriente del Distrito Federal, exigió al Gobierno de
México que el prisionero no tuviera privilegios; incluso presionó para que
fuera enviado al penal de máxima seguridad en Almoloya, Estado de México,
revela González a Proceso.
Gilbert González,
quien trabajó en la DEA durante 24 años, fue amigo y compañero de Kiki
Camarena. En 1998 la agencia le concedió el premio al honor. Colaboró con el
FBI en investigaciones sobre narcotráfico y lavado de dinero, y fue coordinador
de entrenamiento en el Centro de Inteligencia de El Paso. Actualmente es el
director ejecutivo de la Asociación de Oficiales de Narcóticos de Texas.
“Llegué a
Guadalajara cuando Caro Quintero y Ernesto Fonseca ya estaban presos, pero
faltaba capturar a otros involucrados (en el asesinato de Kiki Camarena), como
Emilio Quintero Payán, Juan José Quintero Payán, familiares de Caro Quintero, y
Manuel Salcido Uzeta… Era el gobierno de Carlos Salinas de Gortari”, comenta a
la reportera.
Lo que encontró en
la capital tapatía y en prácticamente todas las instituciones responsables de
la seguridad pública en México, cuenta, explicaba por qué Caro Quintero se convirtió
en un capo poderoso.
Y aunque en
Guadalajara nadie hablaba de la corrupción institucional, “las comandancias se
compraban. Ser comandante costaba 1 millón de dólares. Teníamos que trabajar
con los federales, pero ellos ¡ya habían comprado la plaza! ¡Ya habían
invertido 1 millón de dólares! Tenían que recuperar eso y más. ¿Cómo lo iban a
hacer? Por medio de la corrupción.
“Era un ambiente de
trabajo bastante difícil. Pensábamos: ‘Si no podemos trabajar con ellos ni
sabemos a qué nos estamos ateniendo, la otra opción era (hacerlo) con los
militares.”
Según el
entrevistado, cuando llegó a Guadalajara, el comandante de la Quinta Región
Militar era el general Jesús Gutiérrez Rebollo, quien fue encarcelado en 1997
bajo la acusación de colaborar y brindar protección al capo Amado Carrillo
Fuentes.
“Era una situación
difícil. Yo me entrevistaba con el general Rebollo, y cuando le pedía apoyo él
me comentaba que el problema de México no era México, sino Estados Unidos, de
donde son los adictos que pedían la droga. México –decía– era un país donde
sólo pasaba la droga; no tenía problemas con el consumo”.
“Trabajamos con los
federales y con los militares. Todos estaban cortados con la misma tijera (de
la corrupción)”, sostiene.
Como miembro de la
Operación Leyenda, González tuvo acceso a toda la información del expediente
sobre el caso Camarena y el piloto Alfredo Zavala, de la Secretaría de
Agricultura y Recursos Hidráulicos.
“Caro Quintero
representaba para nosotros al narcotraficante investido como rey –omnipotente–,
quien decía: ‘Yo hago lo que quiera a la hora que quiera. Y si el gobierno o
los agentes de la DEA son un obstáculo, los voy a quitar’.”
Según González, Caro
Quintero era “arrogante y burlón. Se burlaba del gobierno de México y del de
Estados Unidos. Tenía todo el poder, todo el dinero. Se divertía. Si le gustaba
una chica, se la llevaba. La impunidad total.
“Representaba esa
extensión de la corrupción, pero cuando cruzó la línea y torturó a Kiki
Camarena se salió de control. Sintió que tenía tanto poder e influencia que ni
el gobierno de Estados Unidos lo pararía.”
Se sentía intocable.
Como ya había asesinado a otros agentes de la DEA y no había pasado nada, creyó
que Camarena era sólo uno más.
GRINGOS ‘TRAIDORES’
Proceso corroboró
los señalamientos de Gilbert González. En el expediente de Caro Quintero
(283/85) hay un capítulo poco conocido según el cual el 30 de enero de 1985,
días antes de la ejecución de Camarena, el capo secuestró, torturó y asesinó a
dos ciudadanos estadunidenses, Alberto G. Radalet y John Clay Walker, quien era
periodista, en el restaurante La Langosta.
José Luis González,
“El Güero”, un pistolero de Caro Quintero, ordenó a sus acompañantes capturar a
Radalet y Clay Walter porque, les dijo, eran agentes de la DEA y era peligroso
que se fueran vivos.
Los llevaron a la
parte trasera del negocio y comenzaron a interrogarlos a golpes. Terminaron por
asesinarlos. De acuerdo con el expediente, Javier Barba, el abogado de Ernesto
Fonseca, presenció los hechos.
Consumado el crimen,
Caro Quintero le dijo a Fonseca: “Esos cabrones gringos me traicionaron”. La
frase se encuentra en el mismo documento.
En su declaración
ministerial, Fonseca expuso que en algún momento Caro Quintero se sintió
protegido por Estados Unidos. Su afirmación coincide con los señalamientos de
Héctor Berrellez, exagente de la DEA y jefe de la Operación Leyenda, y de Phil
Jordan, exdirector del Centro de Inteligencia de El Paso, Texas (Proceso 1928,
1929 y 1932).
Mary Evelyn Walker,
esposa de Clay Walter, también rindió su testimonio, incluido en el mismo
documento del caso Caro Quintero. Dijo que él era periodista y escritor e
incluso trabajó en un libro sobre la cocaína y la manera en que se introducía a
Estados Unidos desde México. Al terminarlo, dijo, empezó con el segundo,
enfocado a la corrupción y el trasiego de drogas. Walker también afirmó que su
marido recibía visitas de sus amigos del consulado estadunidense en
Guadalajara.
En el expediente
283/85, consultado por Proceso, se indica que horas antes del secuestro de Kiki
Camarena dos pistoleros de Caro Quintero, identificados como Rufo y Lepe –que
también eran agentes judiciales de Jalisco–, fueron a dicho consulado, donde
les dieron las señas particulares del agente de la DEA. Esperaron a que saliera
de su oficina y lo secuestraron a principios de febrero de 1985.
González asegura que
tuvo acceso a las transcripciones de la tortura de Camarena, aunque, dijo, no
podía hablar a fondo sobre ese aspecto. Sin embargo, afirmó que la gente de
Caro le preguntó a Camarena: “¿Quieres morir?”. “No, no –respondió–. Tengo
hijos”.
Durante la
entrevista, González admite que Estados Unidos nunca pidió la extradición del
capo: “Cuando fue arrestado en Costa Rica, en la DEA pensamos que lo íbamos a
extraditar a Estados Unidos; pero no. Lo trasladaron a México”.
En esa época,
comenta, la agencia quería saber quiénes eran los otros implicados, pero las
extradiciones no eran tan comunes como hoy. “¿Usted cree que en esa época de
corrupción institucional íbamos a traer a Caro Quintero a Estados Unidos?
¡Imposible!”.
Pasaron los años,
pero el gobierno de Estados Unidos nunca pidió la extradición.
‘HIERBA MALA’
En la sentencia de
amparo concedido a Caro Quintero por el Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal
del Tercer Circuito, los promotores argumentaron que su estado de salud era
precario; incluso alegaron que, a sus 60 años, era senil.
A pregunta expresa
sobre si el capo había dejado de ser peligroso para México o Estados Unidos, el
exagente Gilbert González es tajante: “Hay un dicho muy mexicano: ‘yerba mala
nunca muere’; es decir, sigue siendo el mismo criminal. Eso no se le quita. Uno
envejece con el tiempo, esa es la ley de la vida, pero él sigue siendo
criminal”.
–¿Por qué cree que
el gobierno de México nunca incautó el dinero de Caro Quintero?
–¿Por qué no se
decomisaron sus bienes? Eso sólo lo puede contestar el Gobierno de México de
aquella época. Supongo que tiene que ver con la corrupción institucional de
entonces. Ahora bien, por qué aún tiene su poder económico es una pregunta que
debe hacerse a las autoridades mexicanas.
En cuanto a la
liberación del narcotraficante en agosto último, el entrevistado muestra su
molestia. “Hay un zorrillo en el cuarto”, dice, insinuando que Caro Quintero
tuvo apoyo institucional.
“(Sentí) tristeza
por el pueblo mexicano porque no quisiera que a México regresara esa época de
corrupción institucional; tristeza por la familia de Enrique Camarena, por los
que dejó.”
Y aclara que en la
DEA rigen los mismos criterios del ejército estadunidense: nunca dejar a los
compañeros caídos en el campo de batalla. Para los agentes, insiste, el
asesinato de Camarena “fue un grito de acción, un grito de unidad: ‘Miren lo
que le hicieron a nuestro hermano. ¿Qué vamos a hacer? ¿Cómo vamos a responder?
¿Nos vamos a ir de México y vamos a decir: es demasiado peligroso?’”.
Refiere que en la
DEA los agentes son muy unidos. “Tenemos una relación íntima, poderosa. Nos une
el peligro, nos une el riesgo, nos une la misión. Por eso quienes trabajamos el
caso (Camarena) en esa época tenemos que expresar nuestra opinión, seguir
presionando para que Caro Quintero no quede en libertad. Debe pagar su crimen”.
No descarta que el
capo sea protegido por los actuales líderes del Cártel de Sinaloa: Joaquín El
Chapo Guzmán e Ismael Zambada García, sus viejos compinches desde el Cártel de
Guadalajara.
“Es seguro que en
México alguien sabe dónde está; es seguro. Si el Gobierno de Estados Unidos
ofrece 5 millones de dólares por su captura y nadie lo ha encontrado, significa
que en México hay quien ofrece más para que no lo encontremos”, sintetiza el
director ejecutivo de la Asociación de Oficiales de Narcóticos de Texas.
Y sobre el escondite
del capo buscado por la DEA en México, afirma: “Un criminal de ese nivel puede
esconderse en la capital (Ciudad de México) y nadie se da cuenta. No va a andar
en camionetas blindadas con 20 mil escoltas. Va a andar discretamente en las
ciudades grandes. Es difícil encontrarlo”.
Considera poco
factible que haya salido de México. Recuerda que en 1985, justo cuando abandonó
el país y partió a Costa Rica, fue capturado. Incluso, dice, hubo la oferta
extraoficial de aplicarle la ley fuga.
Agrega: Si bien es
cierto que su bajo perfil en una gran ciudad puede constituirse en su
protección, también puede convertirlo en un blanco fácil para las organizaciones
criminales rivales, sobre todo cuando la DEA y las autoridades mexicanas tratan
de localizarlo.
–¿Los nuevos agentes
de la DEA que lo buscan están comprometidos con el caso?
–Sí, claro. Son
jóvenes que no vivieron esa época, pero empezaron en la DEA. Nosotros, quienes
vivimos esa época, los entrenamos. Entonces es una memoria institucional y
ellos están muy conscientes de lo que hacen en este caso.
E insiste: El
gobierno de Estados Unidos espera la captura de Caro Quintero para solicitar su
extradición.
–¿Usted cree que las
autoridades mexicanas quieren capturarlo? Joaquín Guzmán Loera es prófugo desde
hace 12 años.
–El día que el
presidente Enrique Peña Nieto tomó posesión fue muy enfático al asegurar que su
Gobierno no iba a proteger a ninguna organización criminal. Esperamos que
cumpla su palabra.
(EL DIARIO,
EDICION JUAREZ/ Proceso | 2013-11-17 | 21:38)
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