En 2002 el servicio de
inteligencia del Ejército, con los obstáculos de la Policía Judicial Federal y
de policías locales comprados por los Arellano, pudo lograr la ubicación de la
familia de Benjamín por cinco razones: 1) Los viajes cada tercer día de Alberto
Martín Gerardo “El Popeye” a Tijuana, para llevar 30 mil dólares; eso atrajo
sin querer al grupo de inteligencia militar. 2) Normalmente levaba el dinero a
Tijuana y se lo entregaba a José Carlos García “El Chupitos”, otro inexperto;
también fue descubierto inmediatamente. 3) Remitía los billetes sin falta a
Manuel Martínez “La Mojarra”, hermano menor de Fabián Martínez “El Tiburón”, de
allí también le viene el apodo; no era “pieza grande” como su hermano, pero sí
de confianza. 4). “La Mojarra” llevaba los dólares a la señora de Benjamín. 5)
Su torpeza: utilizar el mismo auto en Monterrey, Distrito Federal y Puebla: un
Volkswagen Jetta blanco, placas 446KZV.
Con ese movimiento al
descubierto coincidió un hecho accidental: el 13 de febrero de 2001 fue
ejecutado Jesús Medina Alvarado, yerno del patriarca del narcotráfico Miguel
Ángel Félix Gallardo. Caminaba en el estacionamiento de Costco-Price de
Monterrey, ubicado en avenida Lázaro Cárdenas, colonia Valle Oriente; Abraham
Ramírez Soto y Francisco Yáñez “El Cholo” se le acercaron en un auto Ford
Mystique gris modelo 2000, disparándole; huyeron, abandonaron el vehículo en el
estacionamiento de JC Penny’s de la Plaza San Agustín.
El auto permitió seguir la
pista a los militares; así, lograron saber de un domicilio rentado y abandonado
por los matones; allí encontraron varios cargadores para pistola de diferentes
calibres, un chaleco antibalas, diez teléfonos celulares y, lo más importante,
un videocasete abrió más las puertas hacia la captura de Benjamín: el de la
fiesta infantil a una de sus hijitas en Monterrey. También se localizó una
agenda; traía anotado un número telefónico que llamó la atención: “Colegio
CECVAC”, en San Pedro Garza García…
Benjamín viajaba de San
Diego, California, a San Antonio, Texas; allí esperaba a su familia. Nunca
cruzó la frontera para llegar a la casa en Monterrey. Se considera que, al
contrario, esposa e hijas pasaban algunos días con él en algún hotel o
residencia de San Antonio o lugares cercanos a la frontera mexicana. El FBI y
la DEA no se dieron cuenta.
En esa edición, ZETA dio
cuenta de la primera transformación de Benjamín: pelo a rape a los lados y
arriba, solo una “cola de caballo”. El Ejército montó desde entonces un gran
operativo; estaban listos para capturar al capo de los Arellano Félix. Pero la
señora esposa se dio cuenta, avisó a Benjamín y el 23 de agosto de 2001 la
familia contrató un servicio de mudanza. Todo el mobiliario se concentró en la
casa de la calle Cirene, allí fue recogido para transportarlo al Distrito
Federal. Desde ese momento, la señora y las hijas no pudieron zafarse de los
grupos de inteligencia militar, las siguieron.
Y entonces sucedió lo
notable: Benjamín no apareció. Ante esa situación, el servicio de inteligencia
militar cambió de táctica: sin perder de vista los domicilios no se dejó ver
por la esposa; luego verificaron que la señora de Arellano decidió abandonar el
Distrito Federal y se cambió a Puebla. El 21 de diciembre de 2001, se enteraron
de que María García Romo compró en esa ciudad y al contado una residencia en
dos millones quinientos mil pesos.
Pero la verdadera identidad
de la dama era Ruth Lizzet Corona Serrano, esposa de Benjamín. Los
investigadores militares confirmaron la operación, buscaron en el Registro
Público de la Propiedad, vieron los documentos: una fotocopia de la credencial
de elector de la esposa de Arellano con el nombre María García de Romo: era un
documento robado al que le cambiaron la imagen de la mujer; además, el pago en
efectivo…
Lejos de actuar,
inmediatamente tomaron la decisión de continuar la vigilancia. En eso estaba
cuando asombrados vieron a Manuel Martínez “La Mojarra”; traía el mismo
Volkswagen Jetta blanco, placas 446KVZ, que utilizó en Monterrey. Y como en esa
ciudad lo hacía, también en Puebla le llevaba dinero cada tercer día a la
señora de Benjamín: 30 mil dólares. Esto fue como la exacta pieza del
rompecabezas para armar el envío del dinero; a la vez que se confirmaba en
Tijuana la llegada de los dólares, también se verificaba la salida.
El siguiente paso fue
perseguir a “La Mojarra”; ocupaba un pequeño departamento cercano a la
residencia de la señora de Arellano Félix, en las calles de San José del
Fraccionamiento Vista Hermosa, allí estacionaba su auto. Se dedicaba
normalmente a pasarla bien en su residencia, casi no salía; tampoco se le vio
embriagarse o reunirse con alguna o varias damas. Se continuó la persecución y
espionaje de “La Mojarra”. Los oficiales del Ejército videograbaron cuando este
joven llegaba, salía y se trasladaba a su otro domicilio. En una de esas, “La
Mojarra” visitó otra casa ubicada en el municipio de San Andrés Cholula, las
clásicas llamadas “de seguridad”; allí estaban los vehículos que normalmente
usaba la señora de Arellano y que por alguna circunstancia los cambiaron de
lugar, aparte compraron otro para despistar…
Entonces, la estrategia del
Ejército fue determinante: retirarse para atacar. Benjamín debió recibir
informes. El día 8 de marzo, aproximadamente a las ocho de la noche, llegó el
capo de los Arellano Félix para visitar a su esposa e hijas; iba tranquilo, al
fin las vería. Todo vestido de negro, el luto evidente por la muerte de su
hermano. Los miembros del Ejército se adelantaron en la vigilancia y
comprobaron desde el exterior, que se trataba de Benjamín.
Los militares del Grupo
Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) entraron en acción. Sin avisar a la PGR
ni a la del Estado, sin dar indicios de un operativo que pudiera ser
descubierto por agentes federales, estatales o municipales, los “GAFE” entraron
sorpresivamente. Benjamín traía una pistola .38 con tres cargadores; pretendió
defenderse, pero inmediatamente fue inmovilizado. Lo agarraron cuando estaba
descalzo y se disponía a descansar con su esposa e hijas; no tuvo más remedio
que rendirse.
La señora fue separada de su
esposo y llevada a una habitación; a las niñas se les guardó especial cuidado;
luego quedarían libres madre e hijas. Antes, tomaron una fotografía a la señora
teniendo atrás un closet; vestía de oscuro, holgado, y el pelo recogido; la
gráfica la deja ver triste, con la vista hacia abajo y las manos cruzadas al
frente como prueba de que no hubo violación de derechos humanos ni tortura.
Luego de que Benjamín se puso calcetines y zapatos, sentado en el sofá cercano
a su recámara, tal como se transmitió en la televisión, fue obligado a ponerse
de pie para tomarle la primera foto de cuerpo entero. Colocó las manos atrás,
endureciendo el semblante, no dejó ver tristeza; parecía que tras su piel se
escondía el coraje. Los ojos daban la impresión de impotencia;
inexplicablemente, Benjamín no estaba protegido por sus tradicionales
pistoleros…
Párrafos tomados del libro “El Cártel” de Jesús
Blancornelas, capítulo “Te vas porque yo quiero que te vayas…”
(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA JESÚS BLANCORNELAS /MARTES, 6 MARZO, 2018
12:00 PM)
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