CIUDAD DE MÉXICO
(proceso.com.mx).- Hubo un común denominador al momento de escribir las 22
historias que integran el libro Romper el silencio. 22 gritos contra la
censura: el miedo y el valor de los periodistas radicados en diferentes estados
del país, para superarlo.
No es fácil en los terruños
donde domina el narcotráfico y donde el gobierno sólo es un ente ciego, cojo y
sin dientes para hacer justicia.
Tampoco es fácil publicar
alguna crónica, nota o reportaje cuando gobierno y crimen organizado se coluden
para callar voces. Es difícil e imposible cuando se juega la vida a cambio de
derramar tinta.
Así lo dejan ver los 22
relatos contenidos en el libro publicado por la Brigada para Leer en Libertad y
Periodistas de a Pie, presentado en el marco de la Feria Internacional del
Libro (FIL) del Zócalo 2017.
También representó un
homenaje dedicado al fundador del semanario Ríodoce, Javier Valdez Cárdenas,
asesinado en mayo pasado y para los demás compañeros caídos en pleno ejercicio
periodístico.
Emiliano Ruiz Parra, editor
del libro, describe a la obra de la siguiente forma:
“Este libro fue una
provocación, fue decirles a los periodistas que contaran sus propias historias.
Era una manera de decirles que su historia no sólo se involucraba a ellos como
personas, de sus amigos colegas amenazados, sino que era también la historia de
la construcción de la democracia en este país”.
Sentenció: “Porque cuando a
cada uno de ellos los atacan, están atacando a toda la sociedad. Sus historias
más personales son también relatos políticos porque en sus páginas desfilan los
nuevos inquisidores, los nuevos Torquemadas que quieren imponer el silencio
para hacer su negocio de violencia, corrupción y de muerte en las sombras”.
En efecto, cada uno de los 22
periodistas cuenta historias de amenazas, de violencia y de terror en contra de
la libertad de expresión.
Por ejemplo, Martha Izquierdo
en su texto “Entre el miedo y la pasión” cuenta las advertencias de muerte
hechas por el cártel más violento del país que son Los Zetas, en su incursión
en Oaxaca. Narra también la investigación sobre la Mara Salvatrucha.
La mayor parte de los
periodistas que colaboraron en el libro, son exiliados del lugar donde
radicaban. Un ejemplo es el de Patricia Mayorga, corresponsal de Proceso en
Chihuahua y que tuvo que moverse al extranjero después del asesinato de su
compañera Miroslava Breach.
En su texto “Carta desde el
exilio”, de nueve páginas, Mayorga desnuda el alma. Una muestra:
“Estoy en un país que no es
el mío y desde aquí aumenta mi coraje y mi impotencia cada vez que asesinan a
otro compañero… Aún siento impotencia por estar fuera, a tener que huir como si
yo fuera la criminal, pero estoy convencida de que podremos transformar tanto
dolor en vida”.
Sentimientos parecidos los de
Laura Sánchez Ley que tuvo que dejar su natal Tijuana para radicar en la Ciudad
de México. Sánchez Ley no sólo se enfrentó a la violencia de la ciudad fronteriza
y bronca, también al desdén del diario en donde laboraba, El Universal.
En el foro Javier Valdez de
la FIL Zócalo 2017, la reportera que redactó el testimonio “La fotógrafa de
nota roja” denunció que sobrevivía con seis mil pesos mensuales, que ni la apoyaban
para una cámara fotográfica, mucho menos tenía las prestaciones laborales. Fue
desprotegida ante la violencia y ante la precariedad económica que le ofrecía
“El Gran Diario de México”.
Caso similar fue el de
Gerardo Romo Arias, de Zacatecas. Alzó la voz ante las decenas de asistentes:
“En el periódico Reforma, nos
trataron con la punta del pie, nos despidieron sin reconocernos, ni siquiera
los más mínimos derechos laborales. Nos hablaron para decirnos que había una
junta de trabajo. Yo llegué llevando mis propuestas para el año siguiente y
resulta que la propuesta de ellos fue corrernos porque ahora les importa más un
tuit que un periodista”.
Aclaró: “Y esos son los
medios grandes, esos son los medios que presumen libertad, pero que pisotean
los derechos laborales de sus periodistas y eso ya no lo podemos seguir
callando compañeros, ya no se puede”.
La presentación del libro
Romper el silencio. 22 gritos contra la censura se volvió una catarsis para los
reporteros presentes. Algunos no pudieron contener el llanto como Modesto
Peralta Delgado, quien escribió el testimonio titulado “Mi vida no vale la de
un asesino”.
Los relatos e historias de
vida contenidas en las 271 páginas del libro, disponible en internet, son
estampas de la crueldad, la violencia y el miedo que se vive a lo ancho y largo
del país en la sociedad en general y con el gremio periodístico.
Pero también son párrafos con
alto contenido emocional donde cada uno de los autores descarga sus miedos con
libertad, esa palabra que no se conoce en muchos estados como Tamaulipas, Veracruz,
Sinaloa, Guerrero, entre otros.
Como lo dijo Romo Arias, el
libro “es ese grito a que seamos más solidarios en la vida que en la muerte. Es
hoy que queremos que nos ayuden y no que nos lloren cuando estemos en la
tumba”.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ JUAN CARLOS CRUZ VARGAS/
22 OCTUBRE, 2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario