sábado, 3 de noviembre de 2012

SONORA, EL DELITO DE SER POBRES

En la cárcel... tal vez acusadas por su tez morena o por carecer de apellido de abolengo como en Ciudad Obregón

Fernando Villa Escárciga
Y otra vez: abuso, atropellos, violencia y exceso de la fuerza pública contra decenas de familias pobres en Sonora. La barbarie regresa por sus fueros para salvaguardar el interés de los ricos.
Ahora fue en un predio aledaño a Bahía de Kino donde cientos de elementos de la Policía Estatal Investigadora y de la Policía Federal irrumpieron de madrugada fuertemente armados contra el pobrerío.
Llegaron con fusiles de alto poder, con metralletas para someter a hombres, ancianos, mujeres y niños cuyo “delito” fue aposentarse desde hace doce años en el predio para dedicarse a la pesca.
Les derrumbaron sus casas, destrozaron sus pertenencias y los sacaron como perros, al fin que ninguno de los afectados pertenece a la rancia “aristrocracia” sonorense ni a la clase política estatal.
Las versiones circulan en pocos medios, acaso dos o tres, que consignan entre 50 y 300 el número de familias cuyas casas fueron destrozadas con grandes máquinas por órdenes de la autoridad municipal.
Hasta ahora se desconoce el nombre del Juez --si es que hay orden de desalojo--,  lo mismo que el del “propietario urgido por desalojar” para construir un complejo turístico.
Como delincuentes, también, son tratadas cinco personas a las que la PEI y la PFP remitieron al Ministerio Público por el delito de ser “pobres, defender sus derechos y buscar un modo honesto de vivir”.
 
Manuela Vázquez, Micaela Villareal y Bárbara Gutiérrez se encuentran en la cárcel, tal vez acusadas por su tez morena o por carecer de apellido de abolengo como en Ciudad Obregón.
Hacer referencia a la Comisión Estatal de los Derechos Humanos es inútil e insultante: desde su invención, el engendro sólo ha servido para devorar presupuestos y organizar cócteles.
Del Congreso del Estado, vale la presencia, solidaridad y exigencia de justicia del diputado perredista Carlos Navarro quien se apersonó con los afectados para manifestarles su respaldo.
Los diputados del PRI, tan oportunos para cuestionar los excesos del Nuevo Sonora y del Ayuntamiento panista de Hermosillo, hasta ahora no se han pronunciado. El silencio también es reacción.
Falta saber si el propietario del terreno invadido resulta afín a los priístas y, en consecuencia, los legisladores del tricolor legitiman la represión contra las familias hoy en desamparo.
Este tipo de situaciones, en términos de justicia social y de respuestas a un sector que reclama espacios para vivir y trabajar, deberían ser tema recurrente los quehaceres político y de gobierno.
El desdén hacia este tipo de noticias o el silencio de los grupos políticos irá indicado con quién está cada cual. Y claro, para muchos la apuesta será el olvido.
Pero ya se verá qué sigue. Ya se verá…
 

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