La semana pasada, el
presidente Enrique Peña Nieto tuvo varios eventos públicos que requirieron de
su mayor atención. Celebró el Día de las Madres y el Día Internacional de la
Enfermera; inauguró una modernización de vialidades en Baja California y,
después de más de ocho meses, recibió las cartas credenciales de 19
embajadores. Sus discursos fueron sobre la economía, como desde hace dos años.
Mientras eso sucedía, en Londres se celebró la Cumbre Anticorrupción, convocada
por el primer ministro inglés, James Cameron, en la que participaron 40
líderes, incluidos dos presidentes latinoamericanos, Michelle Bachelet de
Chile, y Juan Manuel Santos de Colombia. En representación del Presidente fue
el desacreditado secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, lo que
subraya el interés de Los Pinos en el tema.
Andrade participó en uno de
los paneles secundarios, donde sus palabras sólo encontraron eco por la
entrevista que le hizo Notimex, donde afirmó que había reconocimiento en el
mundo a los esfuerzos mexicanos contra la corrupción. Eso, lo sabe el secretario
y lo sabe el Gobierno: no es cierto. La percepción en el mundo es lo contrario,
al ir creciendo la idea que la corrupción está incubada en el Gobierno peñista,
que hace poco para remediarlo, mientras se fortalece la impunidad.
Uno de los oradores principales
fue el secretario de Estado, John Kerry, quien habló sobre cómo el enojo de la
gente crece porque piensa que el sistema es corrupto. “Sé que algunas personas
dicen que es cultural, y que la cultura ha crecido de esa forma y así va a
ser”, agregó. “Bien. La cultura puede cambiar. La cultura se puede aprender. La
cultura se puede adaptar a la modernidad y al estándar global que requiere algo
más”. Las palabras de Kerry no llevaban destinatario específico, pero evocaron
la afirmación del presidente Peña Nieto que explica la corrupción en México
como un tema meramente cultural.
Tiene razón Kerry; Peña Nieto
no. La corrupción afecta la vida pública. Como enfatizó, rompe el tejido social
y destruye por dentro a las naciones. También quita legitimidad y credibilidad
a un gobierno, lo que reduce su capacidad de maniobra política. En junio del
año pasado se publicó en este espacio el texto “El fantasma de la casa blanca”,
donde se hacía referencia de cómo la corrupción era el preámbulo de la molestia
ciudadana en las elecciones intermedias. Se mencionó cómo esa percepción estaba
impregnada en la piel de Peña Nieto, por lo que tuvieron que esconderlo de las
campañas priistas. A tres semanas de elecciones para gobernador en 12 estados,
se está repitiendo la misma situación. El PRI tiene que esconder a su
Presidente porque le hace daño y le quita votos. La aprobación presidencial en
algunos de esos estados ha caído hasta al 12%, pero Peña Nieto no huele el
hedor del fenómeno que lo sigue envolviendo. Un botón de muestra: la presencia
de Andrade en eventos presidenciales es cada vez menor porque, le explican,
daña la imagen presidencial.
Si Andrade está apestado en
la sociedad mexicana, uno podría deducir, es porque está haciendo muy bien el
trabajo que parecen haberle encomendado: proteger al Presidente. Si Andrade
fuera héroe nacional, seguramente sería porque estaría crucificando a los
“peces gordos” que siempre se prometen y nunca caen. En aquel texto en junio,
se apuntó que Peña Nieto necesitaba encontrar una salida al problema que
carcomía su administración y relanzar su Presidencia. No hizo realmente nada.
Ni transparencia, ni un sistema con largos colmillos para combatir la
corrupción. “Los fantasmas de corrupción siempre han perseguido a los
políticos. Pero es la forma como los enfrentan lo que los ha definido”, se
escribió el 15 de junio. “En 1952, Richard Nixon, en ese entonces candidato a
la vicepresidencia en la fórmula con Dwight Eisenhower, pronunció monólogo de
cuatro mil 659 palabras para defenderse de las acusaciones de utilizar
ilegalmente dinero de un fondo de su campaña. Se le conoce como el discurso de
Checkers, y comenzaba con la afirmación que era un hombre ‘cuya honestidad e
integridad habían sido cuestionadas’.
“Para enfrentarlas, anunció
una auditoría que demostraría que no había hecho nada ilícito. Hacia el final
discurso televisado se refirió a Checkers, un perro que le regalaron y que se
negaba a regresar, porque, bromeó, no había intercambiado al animal por ningún
favor o promesas a nadie. Este discurso ha sido tomado como uno de los mejores
ejemplos de persuasión política en la historia de Estados Unidos, al incorporar
tres de las 30 técnicas en el arte de la persuasión: humildad en la defensa de
su integridad, pruebas factuales con la auditoría, y humor, reflejado en el
perro.
Su defensa fue un éxito
porque tocó las fibras sentimentales y el apoyo de los estadunidenses. No
existen las imitaciones o los traspasos mecánicos, pero el discurso de Checkers
es un ejemplo de cómo un político tiene que enfrentar los retos sobre aspectos
tan subjetivos como su integridad, y con audacia dejarlos atrás. Peña Nieto
sigue sin reconocer el dilema en el que vive. Su legado está cuestionado y
lastimado. Debería leer el discurso de Kerry en Londres: “Ayúdenos en la
batalla por el fortalecimiento del compromiso con el estado de derecho y hagan
sentir al mundo que sus líderes al más alto nivel no son parte del problema,
sino de la solución”. Peña Nieto tiene la palabra y la acción.
(A Peña le urge un perro
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La semana pasada, el
presidente Enrique Peña Nieto tuvo varios eventos públicos que requirieron de
su mayor atención. Celebró el Día de las Madres y el Día Internacional de la
Enfermera; inauguró una modernización de vialidades en Baja California y,
después de más de ocho meses, recibió las cartas credenciales de 19
embajadores. Sus discursos fueron sobre la economía, como desde hace dos años.
Mientras eso sucedía, en Londres se celebró la Cumbre Anticorrupción, convocada
por el primer ministro inglés, James Cameron, en la que participaron 40
líderes, incluidos dos presidentes latinoamericanos, Michelle Bachelet de
Chile, y Juan Manuel Santos de Colombia. En representación del Presidente fue
el desacreditado secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, lo que
subraya el interés de Los Pinos en el tema.
Andrade participó en uno de
los paneles secundarios, donde sus palabras sólo encontraron eco por la
entrevista que le hizo Notimex, donde afirmó que había reconocimiento en el
mundo a los esfuerzos mexicanos contra la corrupción. Eso, lo sabe el
secretario y lo sabe el Gobierno: no es cierto. La percepción en el mundo es lo
contrario, al ir creciendo la idea que la corrupción está incubada en el
Gobierno peñista, que hace poco para remediarlo, mientras se fortalece la
impunidad.
Uno de los oradores
principales fue el secretario de Estado, John Kerry, quien habló sobre cómo el
enojo de la gente crece porque piensa que el sistema es corrupto. “Sé que
algunas personas dicen que es cultural, y que la cultura ha crecido de esa
forma y así va a ser”, agregó. “Bien. La cultura puede cambiar. La cultura se
puede aprender. La cultura se puede adaptar a la modernidad y al estándar
global que requiere algo más”. Las palabras de Kerry no llevaban destinatario
específico, pero evocaron la afirmación del presidente Peña Nieto que explica
la corrupción en México como un tema meramente cultural.
Tiene razón Kerry; Peña Nieto
no. La corrupción afecta la vida pública. Como enfatizó, rompe el tejido social
y destruye por dentro a las naciones. También quita legitimidad y credibilidad
a un gobierno, lo que reduce su capacidad de maniobra política. En junio del
año pasado se publicó en este espacio el texto “El fantasma de la casa blanca”,
donde se hacía referencia de cómo la corrupción era el preámbulo de la molestia
ciudadana en las elecciones intermedias. Se mencionó cómo esa percepción estaba
impregnada en la piel de Peña Nieto, por lo que tuvieron que esconderlo de las
campañas priistas. A tres semanas de elecciones para gobernador en 12 estados,
se está repitiendo la misma situación. El PRI tiene que esconder a su
Presidente porque le hace daño y le quita votos. La aprobación presidencial en
algunos de esos estados ha caído hasta al 12%, pero Peña Nieto no huele el
hedor del fenómeno que lo sigue envolviendo. Un botón de muestra: la presencia
de Andrade en eventos presidenciales es cada vez menor porque, le explican,
daña la imagen presidencial.
Si Andrade está apestado en
la sociedad mexicana, uno podría deducir, es porque está haciendo muy bien el
trabajo que parecen haberle encomendado: proteger al Presidente. Si Andrade
fuera héroe nacional, seguramente sería porque estaría crucificando a los
“peces gordos” que siempre se prometen y nunca caen. En aquel texto en junio,
se apuntó que Peña Nieto necesitaba encontrar una salida al problema que
carcomía su administración y relanzar su Presidencia. No hizo realmente nada.
Ni transparencia, ni un sistema con largos colmillos para combatir la
corrupción. “Los fantasmas de corrupción siempre han perseguido a los
políticos. Pero es la forma como los enfrentan lo que los ha definido”, se
escribió el 15 de junio. “En 1952, Richard Nixon, en ese entonces candidato a
la vicepresidencia en la fórmula con Dwight Eisenhower, pronunció monólogo de
cuatro mil 659 palabras para defenderse de las acusaciones de utilizar
ilegalmente dinero de un fondo de su campaña. Se le conoce como el discurso de
Checkers, y comenzaba con la afirmación que era un hombre ‘cuya honestidad e
integridad habían sido cuestionadas’.
“Para enfrentarlas, anunció
una auditoría que demostraría que no había hecho nada ilícito. Hacia el final
discurso televisado se refirió a Checkers, un perro que le regalaron y que se
negaba a regresar, porque, bromeó, no había intercambiado al animal por ningún
favor o promesas a nadie. Este discurso ha sido tomado como uno de los mejores
ejemplos de persuasión política en la historia de Estados Unidos, al incorporar
tres de las 30 técnicas en el arte de la persuasión: humildad en la defensa de
su integridad, pruebas factuales con la auditoría, y humor, reflejado en el
perro.
Su defensa fue un éxito
porque tocó las fibras sentimentales y el apoyo de los estadunidenses. No
existen las imitaciones o los traspasos mecánicos, pero el discurso de Checkers
es un ejemplo de cómo un político tiene que enfrentar los retos sobre aspectos
tan subjetivos como su integridad, y con audacia dejarlos atrás. Peña Nieto
sigue sin reconocer el dilema en el que vive. Su legado está cuestionado y
lastimado. Debería leer el discurso de Kerry en Londres: “Ayúdenos en la
batalla por el fortalecimiento del compromiso con el estado de derecho y hagan
sentir al mundo que sus líderes al más alto nivel no son parte del problema,
sino de la solución”. Peña Nieto tiene la palabra y la acción.
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL”
DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 16 DE MAYO 2016)
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