Para Oswaldo Zavala, coordinador del libro Tierras de Nadie, de la
editorial Tierra Adentro, la llamada literatura del norte, a la que se
le ha colgado la etiqueta de narcoliteratura como una estrategia de
venta, debería ser interpretada más allá de los paradigmas de violencia,
narcotráfico, pobreza y marginación.
“Algunos escritores o críticos defienden un tipo de violencia natural
en el norte, como si la violencia, la marginación o la pobreza fueran
paradigmas exclusivos de ese territorio, lo cual es debatible por todos
los muertos que ha dejado el sexenio pasado.
El norte es donde se
acentuaba esa problemática pero en realidad ya es un problema de todo el
país”, comentó en entrevista el también profesor en la Universidad
Pública de Nueva York.
Zavala es coordinador, junto con Viviane Mahieux, de este volumen
editado en el Fondo Editorial Tierra Adentro, de la Dirección General de
Publicaciones (DGP) del Conaculta, el cual reúne 10 ensayos que
analizan la obra de autores como Daniel Sada, Eduardo Antonio Parra,
David Toscana, Luis Humberto Crosthwaite y Carlos Velázquez.
“La idea de
estos ensayos es ir desarticulando la idea de ‘literatura del norte’
que venden las editoriales y algunos escritores que se han identificado
con esta categoría, porque nos parece que es una estrategia para
estimular las ventas de libros, pero que en poco o nada aporta una
reflexión sobre el norte”, comenta Zavala.
Lo importante, explica, es indagar en la forma en que esos autores y
sus libros abordan ese espacio geopolítico.
“Nos parece muy improductivo
que la literatura tenga que discutirse a partir de las condiciones
biográficas del autor. Abandonemos esta idea de protagonismo del
escritor y atendamos más claramente los vectores de significación de su
discurso.
Nos importa menos quiénes son los escritores y más qué tienen
que decir sobre el norte como un espacio geopolítico y de
significación”, dice.
Además, añade, algunos de esos autores que se identifican como del
norte, en realidad viven en el DF, publican en las principales casas
editoriales y en los principales diarios del país, disfrutan de los
mismos sistemas de becas y premios que los escritores capitalinos, por
lo que considera que esa categoría de “autores del norte”, no es más que
una moda pasajera e irrelevante como todas las que los sellos
editoriales suelen fabricar como estrategia de mercadotecnia.
Según Zavala, actualmente este espacio geográfico, que aparece
representado por primera vez en la literatura moderna a finales del
siglo XIX en Tomochic, de Heriberto Frías, es objeto de una rica
producción cultural que aborda diversos temas, ajenos a la violencia.
“En Ciudad Juárez hay narradores muy importantes que para nada se están
ocupando de la violencia, no me parece mal que lo hagan, siempre y
cuando lo hagan de un modo inteligente y crítico, sin caer en clichés y
mitologías”, comenta.
Entre los autores que ofrecen una mirada distinta sobre Ciudad
Juárez, Zavala destaca a Jorge Humberto Chávez con su poesía y la obra
fotográfica de Julián Cardona, quien aborda temas de migración y “está
haciendo arqueología histórica, no necesariamente basada en la retórica
de la violencia sino en la de la frontera”.
“Debemos pensar la frontera
de un modo más complejo, como sus implicaciones geopolíticas, la
influencia de Estados Unidos en la vida fronteriza o cómo se vive en el
norte”, añade.
Entre los ensayos críticos que se incluyen en esta antología que
propone una nueva lectura sobre la narrativa norteña, destacan:
Tomóchic.
Espacio último de frontera, o del norte como nación
periférica, escrito por María Lebedev, El sublime objeto de la frontera,
de Ignacio M. Sánchez Prado, El fabulador en octosílabos o el
corridista culto. La prosa rítmica de Daniel Sada, de Geney Beltrán
Félix; El desierto de lo real.
El último lector de David Toscana, de
Felipe A. Ríos Baeza, y De biblias y marranas. Carlos Velázquez, por una
literatura travestida, de Ana Sabau, entre otros.
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