Lo
peor de ser ciego es que no vuelves a ver a tus amigos, aunque la
parte positiva es que entre ellos no se ven feo. Aislados, estos
podrían ser unos chistes crueles, lo impactante es que los cuente en
público una hermosa joven de 25 años de edad que en sólo tres días dejó
de ver para siempre.
En marzo del año pasado Katya Vega Castro
comenzó a sentirse cansada. Se desmayaba hasta cinco veces por día.
Manejaba su automóvil sin equilibrio, pegándole constantemente contra
las banquetas. Además, su vista empezó a nublarse.
Emprendió una
búsqueda, de doctor en doctor, para ver qué ocurría con ella. Una
oftalmóloga le diagnosticó úlceras corneales. Inició un tratamiento,
pero no dio buenos resultados. En ese peregrinar, acudió a un
inmunólogo, quien se percató que sufría un ataque inmune sistémico, una
respuesta exagerada en que el cuerpo se agrede a sí mismo.
Un
martes la sometieron a una operación del ojo izquierdo para bajar la
presión intraocular. Por las características de la intervención, los
médicos no podían tratar el derecho al mismo tiempo. La operación no
alcanzó a salvarle la vista. En un abrir y cerrar de párpados, Katya
comenzó a percibir el mundo a oscuras.
Además de quedarse ciega,
las dolencias no paraban. Dormía todo el día, a tal grado le dolía el
cuerpo que ni siquiera toleraba un cambio de ropa. Llegó a pesar 32
kilogramos.
En noviembre pasado un médico por fin le aplicó un
tratamiento que puso freno a las úlceras y redujo el dolor. Al mismo
tiempo, Katya se inscribió a un curso de comedia: “Se me hizo buena idea
burlarme de eso para sacar todo mi dolor”.
Uno de los motores que
catapultó a Katya a inscribirse en ese curso es que no quería provocar
la conmiseración de los demás. “Me enfurece que me tengan lástima, que
me vean como ay pobrecita la cieguita, esta es una manera de decir:
miren lo que me pasó, no estoy para que me tengan lástima”, me explica
durante una entrevista sostenida en un café de la ciudad de México.
— ¿Qué es lo que más te enoja de que te vean con lástima?
—
Que me hagan menos, ¿por qué? ¡Yo le estoy echando ganas, estoy
haciendo lo mismo que los demás aunque me cueste cuatro veces más
trabajo, pero lo estoy haciendo, no es para que me tengan lástima ni se
sientan mal por mí, yo no estoy chillando!
Katya me habla del
mundo de las personas ciegas en México. Entre la población existe la
creencia generalizada de que, por el sólo hecho de no ver, son buena
gente y no es así, me aclara Katya. También hay egoísmos y vilezas.
Además, es un sector que tienda a excluirse, a evitar el contacto con el
resto del mundo. “A mí me da pánico volverme así, muchos ciegos no se
arreglan porque no se ven, a mí no me gusta estar fachosa, no quiero
pensar que me van a discriminar o hacer menos, sino poner todo para que
me reconozcan y me vean normal”, asevera con determinación.
A lo
anterior hay que añadir la hostil vida urbana. El transporte público,
una odisea; ser peatón entre banquetas carcomidas; conseguir un lugar en
los escasos estacionamientos para personas inválidas; subir escaleras
eléctricas…
Katya ejerce la profesión de terapeuta física y, al
mismo tiempo, actualmente recibe muchas invitaciones para presentar su
espectáculo de stand up comedy. Su acto provoca sentimientos
contrapuestos: una combinación de incredulidad, admiración, miedo y
alegría. Durante su rutina, se burla de su condición. Su colmo, refiere,
es que su madre se llama Luz y vive en la colonia Bella Vista. A las
personas les llega a decir: “Tendré confianza ciega en ti”.
Cada
intervención desata una risa extraña, pero potente. Tal vez el auditorio
piense en la fragilidad de su salud, de la vida. O en la valentía de
Katya, en cómo se planta frente a los demás para hacer escarnio de sí
misma y no tomarse las cosas tan en serio. Podemos perderlo todo en un
segundo. Al final de cuentas, la muerte es nuestra única certeza.
Le pregunto si piensa dedicarse a la comedia de tiempo completo. Responde con una lección que aprendió a partir de todo esto:
“Vivo
una vida desesperanzada, no tengo ilusiones ni expectativas, en tres
días dejé de ver completamente, antes planeaba todo, pensaba todo el
tiempo en lo que sigue, dejé de salir con amigos, de llevar las cosas
tranquilas, de disfrutar a mi familia, decía ya tendré tiempo de
descansar, de irme de viaje, de relajarme. Ese tiempo nunca llegó.
Prefiero que la vida me sorprenda y no estar pensando en el futuro”.
P.D. El correo electrónico para contactar a Katya es katya_vega@hotmail.co
/12 de julio de 2013)
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