lunes, 13 de mayo de 2013

MUJERES TRANS: CAMBIAR DE NOMBRE Y SEXO

Antonio Ojeda

Saltillo.- La llama de una veladora ilumina una fotografía donde Wendy aparece con una amiga a quien hace un año encontraron muerta, dice que de haber seguido “taloneándole” quizá ella también hubiera aparecido en una bolsa. Por experiencia propia piensa que la sociedad las orilla a trabajar por las noches, en la obscuridad de un mundo que nadie quiere ver.

Un tatuaje se asoma entre los tirantes de su blusa rosa, mientras cuenta que Wendy en realidad era una “amiguita mujer”, pero un día fue a una fiesta y un muchacho le preguntó “¿Cómo te llamas?”, y ella contestó: “Wendy Castillo del Bosque”.

“A los 14 años me acepté como homosexual, de ahí viene mi transformación, siempre me ha gustado ser muy femenina, dejarme crecer el cabello y cada día fue afeminarme más hasta la fecha”, revela.

Cuando empezó a cambiar sus hermanos la maltrataban, hasta que su madre intervino: “¿Qué es lo que quieren, matarlo?, no lo van matar, es mi hijo y si así es, yo así lo acepto y él va a estar como él quiere”.

Recuerda las palabras que su padre le decía a su madre: “Mira este muchacho, no entiende que no lo quiero vestido de mujer”. Wendy se convirtió en la fuente de problemas entre sus padres, pero al final también su papá terminó aceptándola.

Dice que salir del clóset tiene que ver mucho con el apoyo de los padres, por eso muchos hombres prefieren casarse y tener hijos para no tener problemas con la sociedad. “Es un valor muy fuerte que no todos tenemos, pero pienso que nadie tiene derecho a dañar a terceras personas, porque al final la más dañada es la familia, al engañarla”, comenta.

Cuando ella tenía 24 años y algo de dinero guardado decidió tener su fiesta de quince años, uno de sus sueños. “Me decían ‘eres bien ridícula’, pero empecé a buscar padrinos; la gente es tan liosa y me empezaron a preguntar en qué te puedo ayudar y se hizo con pastel, vestido y chambelanes”, dice mientras muestra las fotografías donde se presentó en sociedad como ella quería ser vista siempre.

Sin embargo, su historia nunca ha sido de color de rosa, su primavera apenas está llegando; Wendy terminó sólo la secundaria y realizó estudios de belleza, pero revela que fue “una mujer de talón” en un tiempo, en el que sólo por salir a la calle con una pañoleta era detenida por la Policía.

“Yo no era prostituta, pero era chica de la calle, bailaba en los bares, como dicen vulgarmente, taloneándole. Me gustaba vestirme como mujer, había muchos chicos, el dinero era fácil, yo quise salirme de ese ambiente pero me cerraban las puertas, porque siempre me decían ‘si eres un chico gay vas a traer el pelo corto y disimular lo que eres’”, dice.

Cuando decidió trabajar en fábricas para salir de aquel ambiente vivió días de hostigamiento por parte de sus compañeras y de sus directivos, el encargado de Recursos Humanos le decía que se cortara el cabello, que usara pantalones más ajustados, cuando a su alrededor se podía ver a los trabajadores con pantalones mucho más holgados que los de ella.

Piensa que la sociedad nunca va a comprender su situación, aunque hay compañeras de criterio abierto con las que puede compartir hasta sus gustos, mientras otras simplemente se asustan.

“Un día estaba lavándome las manos, los hombres me veían con el chonguito y se devolvían y leían para ver si no se habían equivocado, es una incomodidad para ellos entrar, orinar y pensar ‘el chico me está viendo’. En el baño de la mujer entras a tu separador y cierras y no pasa nada”… “Yo siempre he tenido mi cabello muy rizadito, le decía al de Recursos Humanos que había dicho que mi cabello no rebasara el cuello de la bata y él me estiraba el cabello y decía: ¿no que no rebasa?”, dice.

Así que decidió abandonar ese empleo, entró en otra fábrica y simultáneamente empezó a ejercer sus estudios de belleza por las tardes:

“Duré tres años y medio en un área supervisión y me fui comprando con mucho esfuerzo los muebles de mi estética. En la empresa hacía operaciones ligeras, pero en los últimos meses me cambiaron a un área y el gerente me ponía a cargar cajas pesadísimas que me provocaron esguinces”, dice.

Cuando decidió reportar al gerente le dijo: “Aquí eres Daniel y tienes que trabajar en lo que yo digo”, entonces resolvió emprender su negocio de belleza, pues no podía dejar de apoyar a su mamá y uno de sus hermanos que padece discapacidad.

Su madre le dio el espacio de la cochera de su domicilio para que instalara la estética “Escándalos”, una oportunidad que valora demasiado, porque no todas las chicas “trans” la tienen en su familia.

“Yo era una chica de talón porque iba y buscaba trabajo y no me lo daban, me ponía triste y decía ‘qué necesidad de llorar, si allá a donde voy ni me piden solicitud, ni me entrevistan, nada más bailo. Ahorita está peor, porque como está la delincuencia se arriesgan mucho las que andan en la calle, se suben al carro, después que hacen le meten una chinga y les quitan el dinero que traen, todo porque no les dan una oportunidad”, afirma.

Wendy se puso implantes de senos, piensa que ahora será peor conseguir un empleo si lo llegara a requerir, invirtió casi 35 mil pesos en su cirugía, era dinero que juntó tras vender su auto y algunos ahorros, y dice que si Dios la bendijera con más dinero se operaría los glúteos y sus órganos genitales.

Antes lloraba porque le decía a Dios que no tenía la culpa de haber nacido así, hoy tiene los pies en la tierra, y aunque no ha tenido mucha suerte con sus parejas, quisiera formar un hogar y continuar informándose sobre su derechos, como el que hoy buscan con la Ley de Identidad de Género, y es que hasta el momento nadie le ha impedido votar, pero quiera que su voto valga para tener lo que todos tienen: oportunidades.

“Cuando voto llego muy guaperris, enseño mi credencial, buscan mi nombre Daniel Alberto Zabala Hernández muy sacados de onda, y sólo me dicen ‘qué cambiada’”, ella simplemente sonríe, pues poco a poco ha sembrado la semilla de aceptación en su comunidad, esa que empieza con los más pequeños, como su sobrino, quien antes le preguntaba: “Tía cuéntame tu secreto, ¿eres hombre o eres mujer?”, y hoy la ve como su tía… “su tía trans”.

LA CHICA DE LOS OJOS CAFÉS

Otra historia es la que guardan los ojos cafés brillantes de Karla, la chica de los ojos cafés refleja la impotencia de sentirse discriminada, por haber elegido tener pechos y una larga y rizada cabellera, que no coincide con la imagen y nombre que los reclutadores de empleo ven en su identificación.

Desde los 13 años se definió como mujer, desde entonces su mayor complicación ha sido tener un empleo, ahora mismo cumplirá más de un mes sin laborar formalmente.

“Batallo mucho en cuestión de trabajo, hicieron un reajuste y no me pudieron reacomodar, busco trabajo en fábricas y no hay oportunidades” dice Karla Yasmín Ruvalcaba Reyes.

“Te dicen pásale y lógico viene tu nombre real, y dicen ¿eres mujer o eres hombre?”, comenta mientras mueve los pies cubiertos con sus botines rojos.

Cuenta que en una de las fábricas se salió porque sus compañeras no querían que entrara al baño de las mujeres y sus jefes la obligaban a entrar al baño de hombres.

“Empiezan las chicas a irse a Recursos y decirme que no pueden entrar, yo les pregunto qué es lo que ves en mí, me dicen ‘pues eres un hombre aunque de apariencia mujer, porque tienes tetas’, pero yo les comento que tampoco voy a andar buscando lo que no me gusta”, dice Karla.

“En las fábricas trabajé en supervisión de calidad, fue tan horrible, sientes una impotencia… el de Recursos Humanos me dice ‘eres hombre y debes entrar al baño de hombres’, sentía tanta impotencia porque hay formas de dirigirse a las personas y él me lo decía con coraje”, añade.

Las finas facciones de su rostro, su voz media aguda y sus pechos en su cuerpo mediano la convierten en una mujer “trans”, pues desde muy joven se empezó a hormonizar para convertirse en Karla, pero al ver tanta discriminación en Saltillo y la Región Sureste de Coahuila ha pensado en volver al pasado:

“Es tanta mi decepción que quiero volver a retroceder, pero tengo tantas amigas en la comunidad ‘trans’, veo que hay tantas diferencias, pues incluso veo a mis amigos gays que no batallan para conseguir trabajo”, confiesa.

En empresas como Tecnotrim o Pemsa ha sentido el rechazo y la homofobia de sus compañeros y superiores, pese a que nunca exageró en su forma de vestir, pues siempre cuidó que su maquillaje fuera discreto.

“Siempre les digo ‘no te fijes en la apariencia, sino en las manos y las ganas que tengo para trabajar’”, dice.

Por ahora sobrevive limpiando oficinas de una línea de tráileres y de esto se sostiene; sin embargo, sus estudios son muy básicos, no tuvo la oportunidad de llegar más allá de la secundaria, de ahí que uno de los propósitos es que dentro del colectivo Mujeres en el Espejo las chicas “trans” puedan tener acceso al nivel preparatoria.

ESTUDIANDO LA T

Para entender la realidad de las mujeres “trans”, como Wendy y Karla, podemos echar un vistazo a estudios de “La diversidad sexual y los retos de la igualdad y la inclusión” de la Conapred en México, donde sobresalen conceptos como diversidad sexual que abarca las sexualidades “plurales, polimorfas y placenteras”, como la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad y el transgénero (travestis y transexuales) (Weeks, 2000).

El sexo está dado por los órganos biológicos, mientras que el género se adquiere a través de la socialización y hace que las mujeres y los hombres vivan las responsabilidades, pautas, comportamientos, gustos, expectativas, temores y actividades aprendidos y previamente asig­nados como propios de su sexo, es decir, “propios de los hombres” y “propios de las mujeres”.

Dentro de la comunidad LGBT, la T se refiere a los grupos transgéneros; es decir, tran­sexuales y travestidos. Para algunos teóricos, aquella palabra engloba a las dos últimas, en tanto que significa el tránsito de un género a otro; la diferencia estriba en que mientras las personas travestis lo hacen sólo temporalmente, las transexuales lo hacen de forma perma­nente. Sin embargo, otros consideran que el término transgénero se refiere a las personas que no han podido realizar el cambio de sexo por completo, mientras que los transexuales son quienes de hecho ya han pasado por el largo proceso de cambiar de identidad de género y han recurrido a una cirugía mayor para hacer una reasignación sexual. Lo más particular e impor­tante de estos grupos comunitarios es la cuestión de la identidad sexual.

El término “transexual” comienza a utilizarse desde los años 40 del siglo 20, para referirse a los individuos que desean vivir de forma permanente como miembros del sexo opuesto y pretenden realizarse una cirugía de reasignación de sexo. Estas personas comúnmente expresan que son mujeres que se “sienten atrapadas” en cuerpos de hombres y hombres que se “sienten atrapados” en cuerpos de mujeres, por lo que buscan adaptar su corporalidad a la del sexo al que afirman pertenecer.

Por otro lado, los travestidos o travestis se visten y se comportan como el sexo contrario sólo temporalmente y de esta manera pueden realizar sus deseos de expresar su parte femenina o masculina. Las personas llamadas travestis afirman tener componentes andrógenos que re­quieren ser expresados y, para ello, utilizan la ropa, los fetiches y los comportamientos “propios del género opuesto”, con el fin de vivir temporalmente ese lado del espectro. Son personas que sienten gusto o placer al vestirse y utilizan accesorios, actitudes o manierismos que en la cultu­ra propia son reconocidos como del otro sexo. También existen travestidos que son hetero­sexuales y adoptan posturas del sexo opuesto simplemente para divertirse (Riesenfeld, 2000).

LUCHAN POR LA VISIBILIZACIÓN DE MUJERES ‘TRANS’

Organizaciones pioneras de la promoción de derechos de la comunidad LGTBI en México iniciaron en los años 70, sin embargo, la mayoría de las organizaciones (58.8%), según en la Conapred, tiene entre 10 y 15 años de historia, ya que surgieron entre 1991 y 2000; aquí en Saltillo además de la comunidad San Elredo, Jóvenes Prevenidos y Hazte Visible surgen La Libélula, Divas en el Diván Mujeres al Espejo, estas últimas tres dedicadas a las mujeres “trans”.

Salma Badillo, la presidenta del primer colectivo que nació en Saltillo hace 15 años, con un nombre muy singular “Divas en el Diván”… “Divas” porque todas las mujeres “trans” siempre tratan de verse bellas, y en el “Diván”, que se refiere a esos asientos grandes donde se sientan las princesas y las reinas.

“Divas en el Diván nace en un foro de diversidad sexual al que yo asistí, donde las ponentes reclamaban un espacio, respetar su derecho de libre tránsito como seres civiles mexicanos, estaba muy chiquita en ese momento, me dio coraje saber lo que estaba pasando, porque en esa época la Policía te arrestaba por tu apariencia al salir a la calle, te obligaban a bajar tu ropa interior para comprobar si realmente tenías genitales femeninos y eso violentaba mucho, y en ese momento dije hay algo que hacer por todas ellas”, comenta Salma.

Ella como sus compañeras se hormonizó desde muy joven, pero a diferencia de la gran mayoría, siempre fue bien aceptada por su familia y por el resto de la sociedad.

“Soy la segunda de tres mujeres, en el caso, realmente nunca tuve que decirle ‘mamá, quiero ser mujer, me siento mujer’, yo creo que vamos creciendo con la mamá y ella siempre sabe lo que tiene, yo quería ser bailarina y mamá me metió al ballet y mis juguetes no eran balones ni carritos, eran muñecas. Mamá siempre respetó mi elección en mis gustos, cuando empiezo a crecer, cuando uno puede decidir en la forma de vestirse, yo elegía la ropa que quería ponerme, en la escuela siempre me junté con las niñas, en la secundaria igual”, explica.

Ella estudió en la preparatoria Liceo Sor Juan Inés de la Cruz e Ingeniería en Sistemas en el Tec, pero finalmente se decidió por el diseño de imagen, y hace mucho tiempo dejó atrás su nombre original.

Se define como una mujer transgénero, una persona que decidió transitar por el género femenino, vivir como mujer con identidad femenina por medio de la hormonización.

Personalmente nunca ha pensado ser transexual o someterse a una cirugía de sus órganos genitales, pues considera que “una mujer no es una vagina y unos pechos, y quien considere asumir que es mujer por su vagina está apoyando el sentir machista, una mujer es mucho más que una vagina…es sentimiento corazón”.

LOS RETOS DE LAS CHICAS ‘TRANS’: ID GÉNERO

Selena Hernández, presidenta del naciente grupo “Mujeres al Espejo”, señala que el reto del activismo “trans” es grande para capacitar y empoderar a sus compañeras, apoyarlas psicológicamente en su tránsito al género femenino, y luchar por una identidad de género.

Selena considera que las principales problemáticas de las chicas o mujeres “trans” radican en no ser reconocidas legalmente, por ello este año en la Marcha del Orgullo 2013 exigirán ser reconocidas, pues son vulneradas por la sociedad al grado de no poder crecer social y laboralmente.

Pretenden llevar al Congreso estatal una iniciativa de ley de identidad de género, pues señalan que mientras la sociedad las ve como mujeres, para la autoridad son hombres; buscan una ley que les permita cambiar de nombre y sexo, pues la falta de identidad aumenta los actos discriminatorios en su contra.

“Reclamamos libertad de decidir sobre nuestros cuerpos, reclamamos para la comunidad transexual una ley que facilite la reasignación sexual, la transformación física de quien así lo decida para la vivencia plena de su identidad de género”, sostiene Selena Hernández. Pues leyes como éstas ya funcionan en la Ciudad de México y en países como Brasil, Argentina y España.

Noé Ruiz de San Elredo, considera que a las mujeres “trans” no se les toma en cuenta por la falta de una identidad, pues son vistas como mujeres, pero ante instancias gubernamentales son hombres por su identificación, incluso Jóvenes Prevenidos contabiliza unos 25 casos de discriminación a la comunidad “trans”, sin que hasta el momento ni la Comisión de Derechos Humanos ni las autoridades intervengan.

“Yo fui de las personas que decidí apoyar a mujeres “trans”, porque las ves y les preguntas cuál es su género y te sigen diciendo que son gays; en cambio, hay personas que tienen 18 años y están empoderadas, ahí empieza la educación, la comunidad se ha desatado de un modo explosivo, antes no se usaban esos tipos de términos, algunas las conocimos hace un año a abanderar al género”, externa Selena Hernández.

En la entidad no hay un registro de mujeres “trans”, muchas aún viven en el anonimato, sin embargo, en poco tiempo colectivos como Mujeres al Espejo ha reunido unas 16 integrantes y están por unirse más, con quienes se reúnen para capacitarlas en torno a temas de salud, sexualidad, diversidad sexual e identidad de género, y este 22 de junio en la Marcha del Orgullo 2013 esperan que la T se pueda visibilizar.

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