Ciudad
de México.- Los grupos de la delincuencia organizada se apoderan del mar: ahora
reclutan pescadores, a quienes alejan de la pesca para convertirlos en
“abastecedores” de alimentos y combustible de las embarcaciones que, cargadas
de droga, cruzan las aguas mexicanas hacia Estados Unidos.
Otra
actividad que tiene abatidas a las personas que aún se dedican a la pesca es la
de los “piratas”, aquellos que simulan ser pescadores cuando en realidad se
dedican a recoger los contenedores de droga –cargamentos destinados al mercado
nacional–, tirados al mar desde el aire. Estos piratas además asaltan a los
pescadores, roban su pesca y los despojan de los motores de las pequeñas
embarcaciones.
Esto
ocurre “en complicidad” con los inspectores de la Comisión Nacional de
Acuacultura y Pesca (Conapesca), asegura el panista Ernesto Ruffo, presidente
de la Comisión de Pesca de la Cámara de Senadores.
“Del
litoral del Pacífico no he sabido nada. En el del Golfo (de California), a los pescadores
les roban todo; es una manera en que los otros (narcotraficantes) continúen su
viaje hacia donde vayan a transportar lo que tengan que transportar y se
decidan a recoger mercancía que les tiran desde el aire”, afirma Reyes Guerrero
Sandoval, pescador y acuicultor de San Quintín.
Agrega:
“Les roban la pesca, la gasolina y el motor de la lancha… los dejan a la
deriva. A un compañero le acaban de robar sus motores y para recuperarse tiene
que trabajar un año o dos. Dependiendo del caballaje, cuestan siete, 10 o 15
mil dólares”.
La
Conapesca tiene siete inspectores para cubrir el litoral bajacaliforniano; el
Ministerio Público Federal si acaso tiene dos agentes, y el del fuero común
seis ministeriales para combatir una delincuencia ampliamente extendida.
Guerrero
Sandoval recuerda que en el 2000 se detectaron campamentos con puestos de
recarga entre las islas del Golfo; pero ahora el abastecimiento se da en
altamar. Algunos pescadores surten a las embarcaciones más grandes, que llevan
el cargamento de droga. Esto sucede a partir de 10 o 15 millas de la costa.
Sólo en la temporada de atún hay que salir unas 12 millas. Más allá no se
justifica la salida de un pescador ribereño; más allá es por donde pasan los
buques mercantes y los que llevan la carga ilícita.
CAMPECHE Y GUERRERO
El
pasado 9 de octubre, en la Sonda de Campeche –donde hay más de 14 mil
pescadores ribereños y alrededor de 6 mil embarcaciones registradas–,
resurgieron públicamente los piratas.
Pescadores
campechanos denunciaron que en Isla Arena, en menos de 12 horas, entre los días
7 y 8 de ese mes, piratas atacaron a pescadores y les robaron ocho motores
fuera de borda y una lancha completa, publicó el diario local Tribuna.
De
acuerdo con el periódico, dos pescadores ribereños fueron interceptados por dos
lanchas en las que viajaban seis hombres que cubrían sus rostros con
pasamontañas; éstos los amenazaron con pistolas y armas largas y los obligaron
a tirarse boca abajo en su embarcación, anclada a siete millas náuticas de la
costa de la capital campechana. Les robaron el motor fuera de borda.
“Venían
robando desde Isla Arena hasta que llegaron a nosotros, pudimos ver que traían
cuatro motores más fuera de borda”, relataron al diario las víctimas, que
acudieron a la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR) a
denunciar el asalto. En esa ocasión se habló de que sólo en una noche, 20
embarcaciones fueron asaltadas para despojarlas de sus motores; a las tripulaciones
les robaron celulares, dispositivos GPS y el producto capturado, consignó el
rotativo.
En
noviembre siguieron los asaltos en altamar. El pescador Román Alavés narra su
experiencia: “Eran como las 9:30 de la noche. Se nos pegó una lancha, nos
deslumbraron con reflectores; unos chavos con capucha y armas de fuego se
llevaron la manguera, la llave, el navegador, el estéreo, mi celular, ropa,
tenis…”.
Al
día siguiente, José Luis Flores Molas, comisario de Isla Arena, declaró que
estaba preocupado por la ola de robos a los pescadores.
“Los
asaltaron a 20 kilómetros de Isla Arena y les quitaron sus motores. Se dispuso
de un sobrevuelo con helicóptero para recorrer zona de manglares, donde el
acceso es prácticamente imposible porque no hay caminos”.
En
Acapulco la situación es muy similar. “Aquí la pesca como actividad mundial se
ha venido abajo; las existencias pesqueras cada vez disminuyen más y eso empuja
a que la gente haga una serie de prácticas irregulares para seguir
manteniéndose de la pesca, y cuando la pesca dejó de ser una opción apareció el
asunto del narcotráfico en altamar”, explica a Proceso Jesús Sosa, quien se ha
dedicado a la pesca ribereña 60 de sus 67 años de vida.
Como
la pesca deja de ser opción, los pescadores buscan actividades alternas; una de
las que encuentran es reclutarse para los cárteles de la droga.
“Mucha
es gente pobre, todos son cazadores del mar. Sabemos jugárnosla todos los días
y sobrevivir al mar”.
Para
mantener un nivel de captura mínimo y que la pesca siga siendo negocio, los
pescadores empezaron a salir cada vez más.
“Hay
rutas de transporte de mercancía ilegal a lo largo de todo el Pacífico (con
naves que) llevan potentes motores y abasto de combustible; sin embargo, todo
se acaba y ahora algunos de los pescadores cargan sus embarcaciones con una
gran cantidad de gasolina, comida y agua para abastecer a estos barcos en
altamar. No participan directamente del transporte de droga, pero sirven como
lanchas de abastecimiento”, asegura Sosa.
Platica
que algunos pescadores se salen a 70 u 80 millas náuticas de la costa –una
milla náutica equivale casi a dos kilómetros–.
“Estás
hablando de embarcaciones menores con motores fuera de borda, que son chicos, y
que salen 180 kilómetros. No son embarcaciones para salir tan lejos, pero
igual, como están acostumbrados a jugársela, se la juegan para ganarse la
raya”.
Una
embarcación de menos de 25 pies y 50 o 60 caballos de fuerza está habilitada
para salir como máximo a 30 millas de la costa (unos 60 kilómetros), y aun así
es bastante; arriesgarse 100 kilómetros es sumamente peligroso.
“De
todos modos pienso que volteando a ver lo que consumen de combustible y que
regresan sin nada (de pesca) y a pesar de ello siguen operando, es obvio que se
dedican a abastecer a las naves que transportan cargamento de droga.
“Y
te das cuenta porque a veces aparecen con dispositivos GPS, que ahorita han
bajado de precio pero cuestan mil 500 o 2 mil pesos; ellos no tienen para pagar
una cosa de esas y además no saben operarlas bien. Muy fácilmente la gente que
los manda les pone las coordenadas para que estén en un punto a cierta hora,
para abastecer a la embarcación que lleva la droga. Los pescadores no tocan
para nada la carga”, afirma Sosa.
La
Marina, asegura, está imposibilitada para detenerlos porque los operativos de
vigilancia continua son muy costosos y la Armada carece de presupuesto para
financiarlos, lo que favorece la actividad comercial ilícita en altamar.
(ZOCALO/
Proceso/ 18/12/2016 - 08:04 AM)
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