La Secretaria de Relaciones
Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, se paseó durante seis horas la semana pasada
en el Senado, a donde acudió a comparecer. Se esperaba una sesión de
cuestionamientos, pero nunca llegaron. Le exigieron poco sus interlocutores,
como cuando le pidieron explicaciones sobre la visita del candidato
presidencial republicano Donald Trump, respondió genéricamente, con verdades a
medias y pidiendo esperar al resultado de las elecciones en Estados Unidos. El
día más negro en la vida pública del Presidente Enrique Peña Nieto, y
probablemente también de ella, quedó sin aclaración pública.
Ruiz Massieu se salió por
peteneras. Lo más cercano a lo que sucedió en la última semana de agosto, fue
cuando a la pregunta si sabía o no de la visita, respondió afirmativamente y
dijo que la Secretaría de Relaciones Exteriores la gestionó al haber entregado
las cartas de invitación a Trump y la candidata demócrata Hillary Clinton, el
viernes 26 de agosto. Se les escapó fácil la Canciller, quien en efecto entregó
las cartas por instrucciones del Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, con lo
que el Servicio Exterior Mexicano quedó reducido a servicio de correos.
La idea de la visita de Trump
nació en abril, cuando un empresario neoyorquino fascinado por Videgaray, le
dijo a su amigo, el candidato republicano, que había dicho cosas que eran
incorrectas sobre México y que sería buena idea hablar con Peña Nieto. Cuando
accedió, se lo comunicó a Videgaray, quien recibió la aprobación de su jefe
para arreglar la visita, concretada en un hotel en Nueva York en agosto, con
Ivanka Trump, la hija del magnate inmobiliario, y su esposo, Jed Kushner.
Ruiz Massieu se enteró
después de que sólo faltaba por decidirse la fecha, y expresó a Videgaray sus
objeciones, como que su pésima imagen en el mundo, incluso por encima del
Presidente ruso Vladimir Putin, que trasladaría sus negativos a Peña Nieto. La
reunión más difícil que tuvo con Videgaray fue en Los Pinos el 25 de agosto,
donde harto de los argumentos de Ruiz Massieu, le dijo tajante que era un caso
cerrado, y que el Presidente ya lo había aprobado. Peña Nieto llegó después,
pero la Canciller ya no alegó de manera contundente. Le ordenaron que entregara
las invitaciones –la de Clinton era sólo para guardar las formas-, como un
trámite. Ella, como dijo en el Senado, acató.
Nunca supo cuándo viajaría
Trump hasta que en vuelo de Milwaukee a la Ciudad de México en la víspera de la
llegada del candidato, se enteró que estaba confirmada por un mensaje del
corresponsal de The Washington Post al subsecretario de Relaciones Exteriores
para América del Norte, Paulo Carreño, que iba con ella. Ruiz Massieu buscó
desesperadamente a Videgaray para pedirle confirmación, quien finalmentte le
tomó la llamada y le dijo que así sería. Desde el avión le habló a su primo, el
coordinador de Política y Gobierno en Los Pinos, Andrés Massieu, a quien le
confió que al aterrizar presentaría su renuncia al Presidente. Massieu trató de
tranquilizarla, sin mucho éxito. Al llegar fue directo a Los Pinos donde
presentó su renuncia al Presidente, sin carácter irrevocable. Peña Nieto la
tranquilizó y se la rechazó. La mandó a su casa a descansar.
Al día siguiente Peña Nieto
convocó a una reunión de Gabinete antes de la llegada de Trump, y Ruiz Massieu
lloraba en su oficina dudando una vez más si debía volver a presentar su
renuncia. No lo hizo y se fue a Los Pinos a preparar la visita. De acuerdo con
lo que dijo en el Senado, la idea de tener un “diálogo directo” era para que
escuchara de viva voz lo que pensaba el Presidente de su visión “equivocada y
estereotipada” de los mexicanos. “Y así se hizo”, añadió. “El Presidente Peña
Nieto realizó un firme posicionamiento en ese sentido al candidato
republicano”.
Una vez más, mintió la
Canciller. En la reunión, Trump habló sin que Peña Nieto o Videgaray lo
increparan un solo momento. En una ocasión, cuando se refirió que la prensa
había malinterpretado en sus opiniones sobre los mexicanos, Ruiz Massieu fue
quien lo interrumpió. “Discúlpeme señor Trump”, le dijo, de acuerdo con
personas que conocen de la reunión, “pero sí estamos ofendidos por lo que ha
dicho”. El salón en Los Pinos se volvió una congeladora y los ojos de Peña
Nieto y Videgaray se clavaron en ella. Trump ignoró su queja y retomó la idea
de que la prensa había tergiversado sus palabras.
Peña Nieto nunca le dijo nada
a Trump cara a cara; el organizador del encuentro, Videgaray, tampoco. Es más,
Rudolph Giuliani, el ex Alcalde de Nueva York que acompañó a Trump a ese
encuentro, dijo que había un acuerdo, aceptado por Peña Nieto y el candidato,
que no se hablaría de los temas que inquietaban a México, bajo el supuesto que
ya se sabía cuál era la posición del Presidente.
El único momento en que Peña
Nieto increpó al republicano sobre quién pagaría el muro, fue cuando Trump
estaba en pleno vuelo a Arizona. Es decir, a su espalda, rompiendo el acuerdo,
como acusó Giuliani. Fue una actitud trapera, podría uno describir -Ruiz
Massieu ha ocultado lo que realmente pasó-, donde la pusilanimidad de Peña
Nieto ante Trump, junto con la insensibilidad política de haber invitado a
quienes tantos en México y el mundo detestan, confirmó que esa visita, como ella
decía desde un principio, era un error.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 07/11/2016 | 04:05 AM)
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