El refrán mexicano de
quedarse como el perro de las dos tortas se refiere al proceso de toma de
decisión donde se opta consecutivamente por opciones donde el resultado es
fallido. Se si explica racionalmente es cuando alguien escoge un camino donde
al no gustarle el resultado obtenido cambia súbitamente de ruta, en donde
tampoco alcanza las metas deseadas, por lo que se queda sin nada, atrapado en
las consecuencias de una serie de acciones erráticas manipuladas por las dudas
y las indecisiones. Esto es lo que sucedió con todo el proceso de la invitación
de Donald Trump a México, y cuya victoria en las elecciones presidenciales
puede llevar una vez más a un error de análisis en Los Pinos y congraciarse de
que aquella reunión, contra lo que dijo el mundo, fue un acierto. Cuidado. No
hay que confundir el diagnóstico para no volver a fallar en la receta.
El encuentro con Trump le
pareció una buena idea al Presidente Enrique Peña Nieto cuando se lo propuso en
abril el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, bajo el argumento de que si el
entonces candidato a la Presidencia no modificaba su discurso de repudio al
Tratado de Libre Comercio, las consecuencias para México iban a ser
catastróficas. El argumento proteccionista de Trump era débil, porque soslayaba
la dependencia de numerosas empresas estadounidenses de la relación comercial
con México, muchas de ellas instaladas en estados gobernados por republicanos,
y en algunos casos, apoyadores del candidato presidencial. Los señalamientos de
Trump no tenían respaldo mayoritario y aún después de las elecciones del
martes, siguen sin tener consenso: 42% de los votantes dijeron que el comercio
internacional les quita empleos, pero el 38% dijo que crea empleos. Otro
componente aún no explotado, es que por cada dólar que llega a México por esa
vía, 40 centavos regresan a la economía estadounidense.
El Armagedón financiero del
que tanto se hablaba tampoco llegó, por lo menos no inmediatamente como
cantaban los agoreros. Esto no niega de ninguna manera la turbulencia en los
mercados, cuyos nervios estallaron desde la tarde del martes cuando se vio la
fortaleza de Trump en las urnas. Los temores que produjeron sus declaraciones
durante la campaña, tiraron las bolsas a niveles similares a la reacción tras
el Brexit –que por cierto, se han recuperado y estabilizado-, y volvió loco al
peso, el barómetro del miedo global al republicano, aprovechado por los
especuladores que a la medianoche del martes tenía una cotización de 20 pesos
con 75 centavos por dólar. Los nervios golpearon aún más al peso durante el
día, que llegó a estar a 20.42 por dólar, su peor nivel desde la crisis
financiera de 1994-1995, pero no en una espiral tan grave para que la Comisión
de Cambios de la Secretaría de Hacienda y el Banco de México interviniera en el
mercado.
Pero aún si, para efectos de
argumentación, el panorama ominoso que dibujó Videgaray al Presidente se
materializará, ¿por qué entonces renunció? En este primer corte de caja, si hoy
el escenario probara ser certero y Peña Nieto estuviera seguro de ello, no es
Videgaray quien debió de haberse ido, sino la canciller Claudia Ruiz Massieu
que se opuso abiertamente a la invitación, y el secretario de Economía,
Ildefonso Guajardo, que lo hizo desde las sombras. Tampoco habría habido necesidad
de buscar la cara al presidente Barack Obama para demostrar que la relación
entre los dos se mantenía inalterable, ni perseguir vergonzosamente una cita
con Hillary Clinton para mitigar el impacto negativo de la invitación. Fue una
esquizofrenia la que se vivió en el gobierno mexicano durante todo el episodio
de la visita, que puede continuar si no se lee con cuidado lo que sucedió en
Estados Unidos.
La volatilidad en los
mercados y la presión al peso está directamente relacionado con el discurso proteccionista
de Trump, pero como dijo el Gobernador de Texas, Greg Abbot, a Ruiz Massieu, lo
que decía el candidato era retórica de campaña que cambiaría una vez que
llegara a la Casa Blanca. Son demasiado los intereses económicos
estadounidenses –incluidas las inversiones de algunos de sus más cercanos
amigos- en México, para iniciar un proceso rupturista con consecuencias
negativas para los dos países.
Tampoco será mecánica su
amenaza de levantar un muro para frenar la migración. De hecho, según las encuestas
de salida del martes, Trump no tiene ese mandato: 54% de los votantes se opone
a la construcción del muro y 70% apoya que ofrezca un estatus legal a
inmigrantes. Con un Capitolio controlado por los republicanos, Trump podría
hacer lo que Obama no pudo y conseguir la primera gran reforma migratoria desde
la Ley Simpson-Rodino en 1986, cuando el presidente era Ronald Reagan, también
republicano.
Los escenarios políticos y
económicos analizados cuando se revisó la visita de Trump, tenían información
parcial y análisis acotados. No está claro si Videgaray la ocultó o si falló su
prospectiva. Pero lo pasado no tiene remedio salvo para aprender de los
errores. El electorado estadounidense le dio al presidente Peña Nieto espacio
para trabajar con la futura Administración Trump. Necesita analizar el mandato
del electorado estadounidense en lo que a los dos países interesa –comercio,
migración y seguridad, son tres de las cinco grandes preocupaciones-, y
encontrar no sólo el mensaje y el tono, sino también los mensajeros. ¿Cuál debe
ser es la prioridad? Tiene 71 días de gracia para definir qué quiere hacer y
cómo lo va a hacer.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ Raymundo
Riva Palacio/ 10/11/2016 | 01:00 AM)
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