No
llegó a la fama por ser periodista, sino por ser vocero. No fue el prócer que
los comentaristas de Televisa hoy intentan beatificar, sino un conductor que se
plegó completamente a los deseos del PRI y del presidente. No fue alguien que
pugnó por revelar la realidad, sino un comunicador que trató de ocultarla.
Tampoco fue un luchador por la libertad de expresión, sino un hombre que en
repetidas ocasiones llamó a la represión. Y no se trató de un reportero
sojuzgado por el avasallante sistema, sino de alguien que decidió seguir la
senda del servilismo con forma de periodismo.
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- En 1983, a un año del inicio del gobierno de Miguel de la
Madrid, Emilio Azcárraga Milmo, El Tigre, invitó a comer al secretario de la
Contraloría, Francisco Rojas, y a dos subsecretarios, Ignacio Pichardo y Raúl
Robles, a un restaurante de la calle de Hamburgo, en la Zona Rosa del Distrito
Federal. También acudieron Jacobo Zabludovsky y Guillermo Ochoa, los dos
principales periodistas de la empresa.
Rojas
le agradeció a Zabludovsky unas notas que se transmitieron en 24 Horas. Frente
al gesto, Azcárraga Milmo le dijo al responsable de la campaña de “Renovación
moral de la sociedad” de Miguel de la Madrid:
–No,
Paco, no te equivoques, al único que tienes que agradecérselo es a mí. Éstos
–dijo señalando a Zabludovsky y a Ochoa– son mis gatos.
La
anécdota, relatada por Andrew Paxman y Claudia Fernández en su libro El Tigre,
Emilio Azcárraga y su imperio Televisa, no sólo retrata los desplantes típicos
del entonces propietario de la televisora, sino la docilidad de Zabludovsky
ante su jefe.
Y
el 15 de enero de 1988 Azcárrraga Milmo decretó: “Nosotros somos del PRI,
siempre hemos sido del PRI; no creemos en ninguna otra fórmula, y como miembros
de nuestro partido haremos todo lo posible porque nuestro candidato triunfe”.
Zabludovsky siguió la “línea” hasta la ignominia.
Dos
años antes, Televisa fue el centro de las críticas de los “bárbaros del norte”
del PAN por silenciar las protestas del fraude electoral perpetrado en
Chihuahua en 1986. “Lo que está pasando en Chihuahua puede o no ser del agrado
de Televisa, pero el pueblo de México tiene el derecho a ser informado sobre
ello”, demandó el movimiento democrático electoral de la entidad.
Como
éste, miles de ejemplos de docilidad al dueño de Televisa, al presidente de la
República, al PRI y a los funcionarios del sistema –en ese orden–, marcaron el
derrotero y la “escuela” de Zabludovsky en la televisión mexicana.
Fragmento
del reportaje que se publica en la edición 2018 de la revista Proceso, ya en circulación.
(PROCESO/
JENARO VILLAMIL/ 4 DE JULIO DE 2015)
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