Cae
el líder de los Caballeros Templarios en Michoacán
Miguel
Ángel Vega
Ciudad de México.- La persecución de Servando
Gómez Martínez, La Tuta, se prolongó durante cuatro meses, desde noviembre
pasado, cuando agentes de la PGR ubicaron a uno de sus mensajeros, y a partir
de entonces se montaron varias células de agentes encubiertos que lo siguieron
durante día y noche, eventualmente descubrieron los sitios donde éste se
ocultaba.
Fue
así como la madrugada del viernes pasado, varios convoyes de agentes federales
llegaron hasta un domicilio de la colonia Morelos, en Morelia, Michoacán, de
donde La Tuta salía, y tras asegurar varias cuadras a la redonda, entraron al
inmueble y lo arrestaron, narró el viernes pasado Monte Alejandro Rubido,
comisionado de Seguridad Nacional, durante la presentación ante medios de
comunicación de Servando Gómez, en el Hangar de la PGR en la ciudad de México.
“La
Tuta fue detenido sin realizarse un solo disparo en el momento en el que salía
de uno de los inmuebles ubicados en Morelia, y aun cuando el capo intentó
disimular su identidad usando una gorra y una bufanda, fue interceptado y
detenido”, detalló Alejandro Rubido.
De
acuerdo con el funcionario, todo empezó a mediados de 2013, cuando elementos de
inteligencia de la PGR identificaron a varias personas de confianza de La Tuta,
que aparentemente tenían contacto con la del capo y se encargaban de recolectar
víveres, ropa y medicamentos que le entregaban a otro responsable y éste a su
vez a Gómez Martínez.
“Fue
así que se identificaron diez domicilios, los cuales comenzaron a ser
vigilados, identificándose los autos en que se movía, pero también su modus
operandi”, explicó el funcionario.
Pero
no fue sino hasta el pasado 2 de febrero, que el equipo de inteligencia observó
al mensajero que entraba a uno de los 10 domicilios identificados y que para
pasar inadvertido contaba con el apoyo de varias personas que lo ayudaban para
que nadie lo siguiera.
Agregó
que el 6 de febrero fue el cumpleaños de La Tuta, y hasta entonces se observó
que en una de las casas había varias personas dando pasteles y comida,
percibiéndose movimientos inusuales, por lo que su equipo aumentó la seguridad
instalando vehículos en los accesos y se alertó a un grupo de operaciones
especiales.
Pero
a partir de entonces, las autoridades ya no perderían de vista los movimientos
de la gente de confianza de La Tuta, y redoblaron los esfuerzos para ir tras
él, aunque no fue sino hasta la madrugada del pasado viernes, que las
autoridades planificaron arrestarlo.
En
la conferencia de prensa también estuvo presente Miguel Ángel Osorio Chong,
secretario de Gobernación, quien dijo que tras el arresto de Gómez Martínez,
México había detenido al “criminal más buscado de México”.
“Debemos
seguir adelante, seguir dando respaldo a los michoacanos, pero hoy se ha
logrado el objetivo más importante en el combate contra el crimen: la detención
del criminal más buscado en todo México, Servando Gómez Martínez”, precisó
Osorio Chong.
De
acuerdo con las autoridades, al momento de su arresto, Gómez Martínez tenía
ocho órdenes de aprehensión y se le vinculaba con varias averiguaciones por
extorsión, secuestro, homicidio y tráfico de drogas.
Durante
el operativo, la PGR también arrestó a otras ocho personas, y aseguraron tres
lanzagranadas, cuatro armas largas, siete armas cortas, tres tubos
silenciadores, tres vehículos, aparatos de comunicación y droga.
La
PGR ofrecía por La Tuta una recompensa de 30 millones de pesos por información
que llevara a su arresto.
LA ETERNA MIRADA AL SUELO DEL PROFE
Cuando
Servando Gómez Martínez, La Tuta, fue presentado ante los medios de
comunicación, nunca alzó la mirada. Sometido por dos agentes federales, La Tuta
sólo se limitó a caminar con rumbo al helicóptero azul prusia que habría de
llevarlo hasta la Cárcel del Altiplano, en el Estado de México, donde fue
recluido.
Cuando
caminaba frente a los periodistas alguien gritó: “¿Quién te protegía Tuta?,
pero La Tuta no escuchó. O no quiso escuchar. O tal vez sí escuchó, pero aunque
hubiera querido responder no pudo, por los agentes que fuertemente lo sujetaban
de la nuca, y que lo obligaban a mantener la mirada en el suelo, y a seguir
caminando.
Pero
no eran los agentes lo que hacía que La Tuta mirara al suelo, sino él, que se
negaba a mirar más allá que sus zapatos, porque cuando fue subido a la
aeronave, su semblante se mantuvo bajo. Incapaz de mirar a los medios de
comunicación que, desde poco más de 20 metros, lo bombardeaban con sus flashes,
y con los lentes de cada cámara.
Servando
Gómez, vestido con pantalón de mezclilla y sudadera negra, mantenía la mirada
al suelo. Callado e incapaz de manifestar ninguna emoción, se sumergía en su
silencio, que ni siquiera el tremendo ruido estentóreo del helicóptero tipo
Black Hawk, de la Policía Federal, lo pudo perturbar.
Su
pesadilla había terminado. Seguía una más cruel y larga: la prisión que lo
esperaba.
Ese
habría sido la misma historia que en su momento vivió Joaquín el Chapo Guzmán,
o Vicente Carrillo Fuentes, el Viceroy, o Héctor Beltrán Leyva.
La
Tuta, el criminal que mantuvo en zona de guerra a Michoacán, ya era historia.
(RIODOCE/ MIGUEL ÁNGEL VEGA/ 1 MARZO,
2015)
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