MÉXICO, D.F.
(apro).- El general secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, ha
equivocado la estrategia. Su decisión de hacer del Ejército una víctima ha
resultado contraproducente para esa fuerza armada, para él como jefe militar y
para el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Las celebraciones
del Ejército por los 102 años de su creación eran una oportunidad para que su
Alto Mando tomara la iniciativa y pusiera el ejemplo a sus hombres en momentos
en que están perdiendo la batalla en amplios sectores de la opinión pública
nacional.
En lugar de convencer
con la verdad y la transparencia para posibilitar la justicia, el general se ha
empeñado en hacer del Ejército una víctima, colocándolo en una aparente
debilidad.
Cuando habló por la
conmemoración de la Marcha de la Lealtad, el 13 de este mes, se refirió a una
acción concertada en contra de sus hombres. Dijo que había “quienes quieren
separar al Ejército del pueblo”. Pero aclaró que eso era imposible porque
bastaba fijarse en la piel de los soldados mexicanos para darse cuenta que son
del mismo pueblo.
El color de la piel
no dice nada de la cercanía o lejanía de los militares con la gente. Todos
aquellos que han sido víctimas de militares desde hace décadas saben que ese
argumento es, por lo menos, retórico.
En la lógica de la
discordia, el general no dio nombres o perfiló siquiera quienes están detrás de
esa supuesta inquina.
Una semana después,
este jueves 19, en la conmemoración del Día del Ejército, abundó en la lógica
de la victimización. Dijo que se acusa al Ejército sin pruebas serias o sin que
se hayan acabado los procesos judiciales, “para tratar de desprestigiarnos y
con ello dañar la confianza en nosotros depositada”.
Cienfuegos sabe que
se engaña a sí mismo. México es un país en el que los jueces no se han atrevido
a investigar la línea de mando para sancionar a los militares culpables de
graves violaciones a los derechos humanos.
Y con esa línea
discursiva, el secretario quiere dar la vuelta a la batalla por la verdad y el
establecimiento de responsabilidades. Es una batalla para la que esta
generación de militares no está preparada y mucho menos dispuesta a dar, como
ocurrió con los mandos militares que estuvieron al frente de la guerra sucia,
en los años 60 y 70 del siglo pasado.
En esa época de
ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, torturas y otras
violaciones graves de derechos humanos, los militares hablaron de “enemigos de
la patria”. Ninguno de los responsables fue castigado, haciendo de la impunidad
su principal herencia.
Más de tres décadas
después, ante la masacre cometida por militares de presuntos delincuentes
civiles en Tlatlaya o las dudas por la actuación del Ejército en la
desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el general secretario optó
por el discurso de la victimización, luego de un fallido intento de encubrir a
sus hombres en el caso de la matanza ocurrida en el Estado de México, en junio
del año pasado.
Dice que los
militares no han sido ajenos “a las reflexiones” de la sociedad sobre hechos
como Tlatlaya y Ayotzinapa. Más que reflexiones son exigencias de que se
esclarezca la verdad y se sancione a todos los responsables, no sólo a los
militares de más bajo rango.
La victimización
sólo exacerba. La respuesta inmediata de quienes apoyan a los familiares de los
normalistas fue lanzar piedras y bombas caseras al cuartel de la 35 Zona
Militar, en Chilpancingo, tal y como ocurrió en diciembre pasado contra las
instalaciones del 41 Batallón de Infantería en Iguala.
La radicalización en
Guerrero es un pulso para el Ejército. No es con discurso de víctima como debe
responder. Mucho menos la puerta falsa de la represión. Para no dejarse
entrampar, el Ejército no tiene más que esclarecer y sancionar donde tenga que
sancionar; dar el paso histórico de dejar de encubrir.
A la luz de esas
actuaciones, el discurso de la victimización como estrategia afecta más la
imagen del Ejército, mina la credibilidad de Alto Mando y ahonda la molestia en
contra del gobierno de Peña Nieto, sobre todo cuando éste se empeña en defender
lo indefendible al asegurar, como lo dijo este 19 de febrero, que el Ejército
mexicano “está por encima de cualquier sospecha o duda”.
Twitter:
@jorgecarrascoa
(PROCESO/
ANÁLISIS/ JORGE CARRASCO ARAIZAGA/ 19 DE FEBRERO DE 2015)
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