domingo, 29 de septiembre de 2013

"VICEGARAY"

Raymundo Riva Palacio

El secretario de Hacienda no iba a sorprenderse. Su comparecencia en la Cámara de Senadores para defender el Presupuesto para 2014 y la Reforma Hacendaria, jamás iba de ser un día de campo. El contexto así lo anunciaba. Desaceleración en el primer semestre, economía deshidratada, críticas de todos los sectores, destrucción de infraestructura y el campo por un desastre natural, y una reforma que a la izquierda no le iba a caer bien porque le quita banderas, y a la derecha menos, porque atenta contra el viejo dogma del déficit cero. Luis Videgaray tuvo oportunidad de posponer la cita, como otros secretarios de Estado lo hicieron ante la contingencia de los ciclones, pero prefirió no hacerlo. No se lo han reconocido, pero ir a encarar a un Senado que se sabía de antemano ajustaría cuentas políticas con él disfrazadas de finanzas públicas, no era poca cosa.

“Hace casi 10 meses el PAN entregó al PRI un país con una muy buena perspectiva de futuro”, dijo el senador Ernesto Cordero, ex secretario de Hacienda de Felipe Calderón, que está buscando ser la voz crítica de su partido para apoderarse de un liderazgo en la oposición que hoy se ve desdibujada. “En tan sólo 10 meses, la situación se ha deteriorado considerablemente. Bastaron 10 meses para que el promisorio futuro económico de México se desdibujara”.

El debate financiero tenía piel política, y para nadie era secreto. “Vicegaray”, lo había recibido Layda Sansores, hija de uno de los arquetipos de cacique en México, Carlos Sansores, reconvertida tardía a la izquierda. “Vicegaray”, en referencia directa a la gran influencia que tiene el secretario de Hacienda sobre el presidente Enrique Peña Nieto, para quien es su alter ego.

Lo conoció en el estado de México, cuando el entonces gobernador Arturo Montiel le pidió a Pedro Aspe, ex secretario de Hacienda, que le ayudara a estabilizar y limpiar sus finanzas. Aspe envió a su avanzado pupilo Videgaray a Toluca para trabajar in situ. Peña Nieto lo empezó a tratar ahí porque era enlace institucional con él. Esa relación abrió la puerta de la política a Videgaray, un priista que tuvo su primera victoria política en la Sociedad de Alumnos del ITAM, cuya planilla, donde el vicepresidente es el canciller José Antonio Meade, derrotó a la que encabezaba Luis Miguel Montaño, una de los personas más cercanas de Cordero a lo largo de los años.

Al llegar a gobernador, Peña Nieto lo hizo secretario de Finanzas y comenzó a construirle su carrera política. Lo envió a la Cámara de Diputados como presidente de la Comisión de Presupuesto, y cuando fue por la Presidencia, lo nombró coordinador de su campaña. “Videgaray le dio a Peña Nieto lo que no tenía, soporte intelectual y visión cosmopolita”, dice un veterano político de la oposición. Le reconocen todos gran inteligencia y capacidad para escuchar. “Ante argumentos, es capaz de rectificar”, dijo un líder camaral cuyo alegato persuadió a Videgaray a modificar una posición fiscal.

Es difícil en el trato cotidiano, pero no como resultado del poder. “Desde el ITAM era muy sobrado”, recuerda uno de sus ex compañeros, que participa hoy en la política. “Era soberbio, pero ciertamente, muy inteligente”. En privado, Videgaray no provoca esa misma antipatía, aunque por su manera formal, no es fácil establecer una interlocución fluída. Pero no está cerca de Peña Nieto para acumular amigos, sino para ser eficiente y funcional, donde no lo ha defraudado.

Videgaray es un secretario de Hacienda que abarca mucho más responsabilidades de las que ocupa el cargo, que es una de las críticas que le hacen: la dualidad de trabajos de tiempo completo. El Presidente lo responsabilizó del Pacto por México, y le invierte mucho tiempo en la negociación con la oposición para evitar que ese instrumento que permite cocinar las reformas estructurales, se atrofie y se desmorone. Hasta ahora lo ha logrado.

Pero por más poderoso que sea, el secretario no se manda solo, y menos aún toma decisiones sin consultarlas con su jefe. Todas las noches habla personalmente con el Presidente sobre lo que hubo, lo que viene, y lo que se puede hacer. Su oficina alterna –la oficial está en Palacio Nacional- se encuentra en la zona de Polanco, a menos de cinco minutos de Los Pinos, y en los últimos días, quizás como nunca antes ha mostrado ser un gladiador y un pararrayos para Peña Nieto.

El Presupuesto y la Reforma Hacendaria, es el ejemplo. Su contenido iban en una dirección contraria a lo que se presentó, como el aumento al IVA, pero en la víspera de entregarse al Congreso, se modificó radicalmente. El clima sociopolítico persuadió al Presidente que su ideal económico tendría que aplazarse para atender las condiciones de inestabilidad en el país. Videgaray adelantó dos días su regreso de la reunión del G-20 en San Petersburgo para preparar un nuevo documento y presentárselo a Peña Nieto, quien terminó 24 horas antes su estadía en esa cumbre. Una noche antes de presentar el paquete en el Congreso, se enviaron a imprimir los nuevos documentos con énfasis en lo social, que incendió al PRD porque le quitó viejas banderas políticas de apoyo a las clases más necesitadas, y al PAN y a los empresarios que vieron una socialdemocracia que les causa irritación.

Que Videgaray aguante la crítica, es blindaje al Presidente. Es el secretario el que aguanta y da la cara, para salvaguardar a su jefe. Aun cuando varias de las propuestas sean antagónicas a lo que aprendió y defendió en el pasado, Videgaray es quien tiene que sacrificarse. Lo llamó “Vicegaray” Sansores, para ilustrar un poder bicéfalo. No es así. Lo que ha probado Videgaray es ser un escudero confiable en tiempos de tormenta, lo cual, en el largo plazo, es lo que se agradece y recompensa.

(ZOCALO/  Columna de Raymundo RIva Palacio/  29 de Septiembre 2013)

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