lunes, 30 de septiembre de 2013

EXPEDIENTE...LAS TIJERAS

Saltillo.- Desbordando la euforia por la llegada de la Navidad, Manuel caminó tambaleándose en calles de la ciudad, ignorando que su parranda finalizaría con sangre en el afán de ‘defender’ la honra familiar a toda costa.

Tras cruzar el umbral de la residencia donde lo aguardaban, el bigotón divisó con odio a Pepe, el joven que desde tiempo atrás pretendía a una de sus hijas sin decidirse a emparentar por la buena, causándole estragos emocionales que terminarían con la afrenta de la peor manera.
En un ataque de furia, el solitario visitante sacó de su mochila unas tijeras y sin pensar en las consecuencias arremetió contra el potencial yerno apuñalándolo en dos ocasiones, arrebatándole la vida en plena Nochebuena.

Una vida en común
Con el resoplo de invierno que se colaba entre las grietas de su modesta propiedad, el contratista se resguardaba de la realidad que lo atosigaba, viendo pasar el tiempo con la añoranza de esperar las fiestas de época con el mejor de los bríos.

Abrigando esa ilusión, utilizaba el deseo para diluir los corajes que el vecino incómodo le recetaba cotidianamente, desde que se atrevió a poner sus ojos en la humanidad de su “pequeña” con la ambición de divertirse un rato.

Pero lo que “El Chepín” no sabía es que su gallarda rebeldía se convertía poco a poco en el más peligroso de sus problemas, porque sin darse cuenta evocaba a la tragedia que lo alcanzaría en el momento menos pensado.

Mientras la muerte afilaba la hoz a muy corta distancia, los implicados en la virtual desgracia hacían sus vidas de manera paralela, porque sin desearlo se encontraban en la calle y debían sortearse con miradas furtivas que terminaban en insultos invisibles.

A la distancia, los preparativos de fin de año se reflejaban en cada rincón de la zona centro, donde Santa Claus adornaba el ambiente junto a los motivos de temporada que parecían vaticinar una festividad que ni las autoridades presupuestaban como violentas.

Disipando las fantasías mentales que podrían amargarle la existencia, Manuel se dio a la tarea de recorrer los negocios bañados de publicidad rojiblanca, tratando de comprar los regalos que, fiel a su costumbre, entregaba a los suyos.

Sin embargo, el destino ya le tenía reservados los planes que lo convertirían en asesino, porque ineludiblemente el amoroso padre de familia se vistió de matón empujado por los constantes acechos que su hija recibía del aprovechado prospecto.

Alistando la odisea
Emocionado por la idea de vivir su mejor noche del año, “Manolo” se olvidó de sus quehaceres laborales y desde temprano se visualizó en el epicentro de la borrachera que tenía pactada, por lo que aprovechando cada instante comenzó un ritual de pulcritud física digo de la ocasión.

Tranquilo, pero agitado a la vez, abrió la portezuela del ropero y con fuerza desmedida sacó el atuendo que colocó sobre la cama, porque resuelto a disfrazarse con las mejores galas esparció sus ajuares más nuevos.

Ingiriendo una cerveza lentamente como para no perder la costumbre, detuvo la mirada en cada detalle de los ropajes que eligió para engalanar su triste figura, sabía que estaba ante la oportunidad de lucirse en sociedad y no perdería la ocasión.

Bajo los rayos del engañoso sol decembrino, Manuel salió de la casa para comenzar las andanzas que conformaban su nochebuena en el día, recorriendo distintas partes para visitar a las amistades que lo recibían con naturalidad.

En medio de los trajines que le refrescaban el alma, el parrandero aprovechaba para embriagarse tranquilamente, ignorando que los efectos lo alcanzarían inadvertidamente, porque las circunstancias se encargaron de encaminarlo hasta el encuentro fatalista que no podría eludir.

Pese a que la peregrinación del hombre parecía trivial, éste cargaba unas tijeras en la mochila que utilizaba para trabajar, debido a que las emociones lo rebasaron y se olvidó de dejarlas en casa, paseándolas sin saber que consigo llevaba su pasaporte a la prisión.

Así transcurrió la jornada festiva del contratista que en el pico más alto de su euforia se topó con la realidad, reflejada en el joven que le hacía la vida miserable con las poses de Romeo moderno y que tan sólo lo llevaron a tramitar su existencia terrenal.

Amargo encuentro
Ya con la Nochebuena en pleno, Manuel disfrutó con su gente la velada que hasta entonces parecía perfecta, mientras la nublazón de la bebida hizo su parte hasta animarlo a tomar la decisión de la que ahora se arrepiente.

Decidido a amanecer con la botella en la mano, salió nuevamente a las calles para repartir abrazos entre los conocidos, comenzando una nueva procesión por los lugares donde recordaba que tenía a alguien a quien felicitar.

Cuando la madrugaba se hacía vieja, el briago se vio parado en el cruce de Bravo y Anáhuac, donde el primer cuadro de la ciudad lucía una mezcla de silencio con barullo que misteriosamente se perdía entre las sombras de la noche.

Al observar que su reloj marcaba las 5:00 horas del nuevo día, el viejo de ilusiones renovadas enfiló su paso hasta una de las casas cercanas que sobresalía por la algarabía, recordando que se trataba de una escala obligada en su agenda de ocasión.

Entusiasmado apresuró su andar y segundos después se detuvo en la entrada, para luego acceder sin reparo recorriendo los pasillos hasta llegar a la sala donde un puñado de gente bailaba ignorando su repentina presencia.

Gritando jubiloso, el visitante atrajo la atención de los suyos, que al momento lo acosaron con la tanda de cervezas que para entonces era el único sustento de la reunión “familiar” que pretendía amanecer de pie en aquella sucursal de la juerga.

Pero cuando más emocionado estaba abrazando a los presentes, Manuel percibió una sombra que lo estremeció de súbito, fue entonces cuando se percató que José también estaba en el festejo que terminaría por convertirse en zafarrancho.

Con aires de grandeza, el esbelto depredador increpó al contratista cuestionándolo sobre su negativa de que se le acercara a su hija, surgiendo el intercambio de palabras que apagó la música de manera abrupta.

Reyerta fatal
Encrespado por el mal momento que atravesaba, el parrandero mayor buscó la puerta de salida para evadir la gresca que parecía salirse de control, siendo alcanzado por “El Chepín”, que a punta de golpes lo retuvo para que le respondiera como hombre.

Ante la mirada atónita de los presentes que se abrieron como por instinto, los peleoneros rodaron peligrosamente al suelo intercambiando puñetazos, mientras la muerte los veía con paciencia, aguardando el momento de caerles encima para llevarse al que se viera menos hábil en la batalla.

Gruñendo de dolor por la paliza que le estaban tatuando en el cuerpo, Manuel se repuso y en un descuido de su victimario abrió la mochila que cargaba, sacando las tijeras que empuñó con fuerza para solventar la bronca de una vez por todas.

Librando el forcejeo que lo maniataba incesante, el embrutecido barbón logró clavar las tijeras en el cuello de su oponente, y tras dos estocadas que llevaban la etiqueta de tragedia se paró de repente, divisando con terror el panorama que él mismo propició segundos antes.

Aterrados por la escena que imperaba en el sitio, el victimario se retiró con el cobijo de sus familiares, mientras que el rijoso atacado yacía tendido en el charco de su propia sangre y con la vida ausente porque se la habían quitado a puñaladas.

Mientras el asesino se refugiaba en la engañosa tranquilidad de su casa, paramédicos de la Cruz Roja llegaba al punto de conflicto para atender a José, decretando el finiquito de la trágica historia cuando se percataron que el moribundo permaneció inconsciente hasta que murió desangrado.

Como si se tratara de un circo romano, el cadáver del infortunado salió de la “fiesta” custodiado por la mirada de los testigos, que seguían incrédulos por el fatídico desenlace de lo que creían una trifulca de borrachos.

Cargo de conciencia
Empujados por la experiencia que les brindaba el trabajar entre los muertos, los sabuesos ministeriales que llegaron para comenzar las indagatorias cerraron las puertas del triste escenario, cuestionando a los presentes sobre lo ocurrido aquella crítica madrugada.

Repentinamente, una voz extraña sobresaltó al homicida y al asomarse por la ventana comprendió que su libertad comenzaba a desmoronarse, se trataba de los agentes que llegaron veloces a su domicilio, pero con tono de compasión le pedían que saliera para dialogar sobre lo acontecido.

Con paso lento, pero seguro, Manuel salió de su escondite para entregarse voluntariamente y dar los motivos que lo orillaron a mostrar su lado salvaje, alegando haberse defendido por sentir que su vida corría peligro.

Aun así, el atacante quedó confinado en el Reclusorio varonil de la localidad bajo el delito de Homicidio doloso, y será en el corto plazo cuando el juez primero de lo penal defina la sentencia a la que se haría acreedor por haber ultimado a su conocido según él… por molestar a su hija.


(ZOCALO/ Revista Vision Saltillo/  Rosendo Zavala /30/09/2013 - 04:08 AM)

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