domingo, 3 de febrero de 2013

A SUS 24 AÑOS AÑOS TIENE PRISIÓN VITALICIA... Y ARREPENTIMIENTO




Lourdes Díaz López
Chihuahua— Luis, originario de Ciudad Juárez, es un joven de 24 años, de los que lleva ya dos en prisión y pasará toda su vida viviendo en un helado espacio de dos por tres metros, comparte su historia de vida, quien cuenta que desde sus 18 años se dedicó a asaltar tiendas de abarrotes, y posteriormente, participó en el secuestro, que lo trajo a esta prisión de alta seguridad, por el resto de su vida.

Huérfano de padre, quien murió en la prisión de Marfa, Texas luego de ser aprehendido por exportación de drogas, la cual también vendía al menudeo en su casa, quien alguna vez fue su héroe, ahora entiende que fue uno de los causantes de que morirá de viejo tras las rejas, por el mal ejemplo que le dio.

Luis dice que desde los once años que murió su papá, su madre salió a trabajar en lo que podía, por las mañanas los llevaba a él y sus otros tres hermanos a la escuela, y por las tardes trabajaba, razón por la que desde sus once años se dedicó a cuidar a sus dos hermanos menores, mientras su mamá salía a buscar el sustento económico y los dejaba solos toda la tarde.

Luis iba a la escuela, pero antes de sus 18 años debió empezar a trabajar para ayudar  con los gastos, luego vio que el salario de maquiladora no le alcanzaba, razón por la que empezó a asaltar, y en un día, ganaba más de lo que en toda la semana en la maquiladora, cuenta, y auque su madre hablaba mucho con él y cuestionaba de dónde salía el dinero extra, él mentía, decía que vendía teléfonos Nextel y de ahí salía el dinero extra.

“Sólo trabajaba para camuflar un poco, dos, tres meses trabajaba y otros no, sólo para que en el barrio no hablara la gente”, después, Luis se casó y procreó dos hijos. Su esposa se dedicaba al hogar, y las necesidades económicas fueron aumentando, por lo que los asaltos para ganar dinero fácil y rápido también.

Cuenta que por lo menos cometió unos 40, y de ese dinero, le daba a sus hermanos para la escuela y mantenía a sus hijos. Siempre actuaba solo, dice, se estacionaba unas dos cuadras de la tienda que fuera a robar, nunca fue necesario disparar su pistola, relata.

Un día, su madre decidió poner una tiendita de abarrotes en su casa, y fue víctima de asalto, “fue cuando sentí lo que sentían a los que yo se los hice, la impotencia de no saber quién fue... y decidí dejarlo”.

Después de eso, consiguió trabajo en el comedor de una maquiladora, donde ganaba 900 pesos a la semana, y se empezó a ajustar a lo que ganaba, pero luego se quedó sin trabajo y la desesperación de no encontrar y tener a su niño de pañales y leche, lo obligó a asaltar, dice.

Se juntaba con otros dos jóvenes de su edad (22 años) y con uno de 30 años, mientras los cuatro se quejaban de estar desempleados, comentaban qué hacer, uno de ellos conocía de la escuela a un joven con buena casa y buen carro, y sabían a qué horas estaba solo en su casa. Decidieron ir a asaltarlo, sacar las televisiones, computadoras, y todo lo que se pudiera robar rápidamente.

Cuando llegaron, al de 30 años se le ocurrió que era muy fácil secuestrarlo y que les darían más por él que por las cosas, por lo que decidieron llevárselo.

“Yo era el chofer, pero no teníamos planeado nada, fue algo que se nos ocurrió a última hora”, luego lo llevaron a la casa de uno de ellos y el mayor se hizo cargo de llamar a los padres del secuestrado, quien los conocía bien y sabía donde vivían y todo, incluso, no todos se cubrieron el rostro mientras cometieron el delito.

Fueron 13 mil pesos en efectivo lo que le pudieron sacar a la familia, quien al no tener suficiente dinero les ofreció un carro Ford Focus, en un centro comercial, les entregaron los 13 mil, de los que les tocaron 3 mil 250 pesos a cada uno, y el carro.

Ante la inexperiencia, no hallaban qué hacer con el carro, y gracias a eso, los encontraron, ya que se lo llevaron a la casa de uno de ellos.

A los dos días, detuvieron a tres de sus amigos y a los dos meses a él, y a los cuatro, los sentenciaron con prisión vitalicia. “Yo no sabía que se castigaba con prisión vitalicia, de lo contrario, nunca me habría atrevido a hacerlo”, comenta.

Luis dice que está muy arrepentido, y hasta ahora puede ver que cualquier negocio turbio sólo tiene dos caminos seguros: “la cárcel o la muerte”, y que todo lo que se haga tiene consecuencias irreparables.

Considera que son muchos los factores que influyen para que un joven caiga en malos pasos. Primero, que a temprana edad, es fácilmente influenciable, y las invitaciones a los malos negocios llueven.

En varias ocasiones se le invitó a robar carros viejos que se vendían al kilo, y los nuevos, se desvalijaban y se vendían en yonkes, nunca aceptó, porque le parecía más cómodo operar solo en sus asaltos.

Dios, es una parte muy importante en la vida de las personas, considera, si los niños y jóvenes tuvieran un acercamiento a cualquier iglesia, de forma constante, sería una forma de mantenerlos más lejos de lo malo, y yo a Dios, lo conocí hasta que llegué aquí, comenta.

El ejemplo de los padres es la escuela de los hijos, resalta, lo que los niños vean en sus padres, es lo que harán de adultos, por eso es muy importante que si alguien anda en malos pasos, no arrastren a sus hijos dándoles ese ejemplo.

La música, es otro de los factores que influencian mucho a la juventud, “yo escuchaba los narcorridos y me sentía empoderado, además de que quería hacer eso, me sentía que podía hacer cualquier cosa, la sensación que me daba era como una droga, yo nunca usé drogas, pero escuchar los corridos, me hacía sentir poder, por encima de los demás”.

Por estas razones, dice, es muy importante cuidar en los niños hasta la música que oyen, porque es una influencia muy fuerte, dice este hombre que ahora vive a diario una rutina que durará toda su vida, levantarse a las 6:00, bañarse, ir al pase de lista, desayunar a las 8:00, ver pasar las horas, comer a las 15:00 horas, esperar a las 19:00 horas la cena. De las 19:30 a las 20:00 horas, se les permite hacer oración, pero a cada uno desde su celda, y esta rutina es todos los días. Sólo recibe la visita de su madre una vez al mes, perdió  a su esposa y a sus niños rara vez los puede ver.

En estas celdas de alta seguridad, nadie puede ir a la celda de nadie, no salen a trabajar, y les permiten hacer ejercicio dos veces a la semana una hora cada día, sólo para que les pegue el sol. En la celda, sólo tienen una cobija, una almohada, una Biblia, y la ropa que traen puesta, no se les permite más.


(EL DIARIO de Chihuahua/ Lourdes Díaz López/  | 2013-02-02 | 22:10)

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