Lourdes Díaz López
Chihuahua— Luis,
originario de Ciudad Juárez, es un joven de 24 años, de los que lleva ya dos en
prisión y pasará toda su vida viviendo en un helado espacio de dos por tres
metros, comparte su historia de vida, quien cuenta que desde sus 18 años se
dedicó a asaltar tiendas de abarrotes, y posteriormente, participó en el secuestro,
que lo trajo a esta prisión de alta seguridad, por el resto de su vida.
Huérfano de padre,
quien murió en la prisión de Marfa, Texas luego de ser aprehendido por
exportación de drogas, la cual también vendía al menudeo en su casa, quien
alguna vez fue su héroe, ahora entiende que fue uno de los causantes de que
morirá de viejo tras las rejas, por el mal ejemplo que le dio.
Luis dice que desde
los once años que murió su papá, su madre salió a trabajar en lo que podía, por
las mañanas los llevaba a él y sus otros tres hermanos a la escuela, y por las
tardes trabajaba, razón por la que desde sus once años se dedicó a cuidar a sus
dos hermanos menores, mientras su mamá salía a buscar el sustento económico y
los dejaba solos toda la tarde.
Luis iba a la
escuela, pero antes de sus 18 años debió empezar a trabajar para ayudar con los gastos, luego vio que el salario de
maquiladora no le alcanzaba, razón por la que empezó a asaltar, y en un día,
ganaba más de lo que en toda la semana en la maquiladora, cuenta, y auque su
madre hablaba mucho con él y cuestionaba de dónde salía el dinero extra, él
mentía, decía que vendía teléfonos Nextel y de ahí salía el dinero extra.
“Sólo trabajaba para
camuflar un poco, dos, tres meses trabajaba y otros no, sólo para que en el
barrio no hablara la gente”, después, Luis se casó y procreó dos hijos. Su
esposa se dedicaba al hogar, y las necesidades económicas fueron aumentando,
por lo que los asaltos para ganar dinero fácil y rápido también.
Cuenta que por lo
menos cometió unos 40, y de ese dinero, le daba a sus hermanos para la escuela
y mantenía a sus hijos. Siempre actuaba solo, dice, se estacionaba unas dos
cuadras de la tienda que fuera a robar, nunca fue necesario disparar su
pistola, relata.
Un día, su madre decidió
poner una tiendita de abarrotes en su casa, y fue víctima de asalto, “fue
cuando sentí lo que sentían a los que yo se los hice, la impotencia de no saber
quién fue... y decidí dejarlo”.
Después de eso,
consiguió trabajo en el comedor de una maquiladora, donde ganaba 900 pesos a la
semana, y se empezó a ajustar a lo que ganaba, pero luego se quedó sin trabajo
y la desesperación de no encontrar y tener a su niño de pañales y leche, lo
obligó a asaltar, dice.
Se juntaba con otros
dos jóvenes de su edad (22 años) y con uno de 30 años, mientras los cuatro se
quejaban de estar desempleados, comentaban qué hacer, uno de ellos conocía de
la escuela a un joven con buena casa y buen carro, y sabían a qué horas estaba solo
en su casa. Decidieron ir a asaltarlo, sacar las televisiones, computadoras, y
todo lo que se pudiera robar rápidamente.
Cuando llegaron, al
de 30 años se le ocurrió que era muy fácil secuestrarlo y que les darían más
por él que por las cosas, por lo que decidieron llevárselo.
“Yo era el chofer,
pero no teníamos planeado nada, fue algo que se nos ocurrió a última hora”,
luego lo llevaron a la casa de uno de ellos y el mayor se hizo cargo de llamar
a los padres del secuestrado, quien los conocía bien y sabía donde vivían y
todo, incluso, no todos se cubrieron el rostro mientras cometieron el delito.
Fueron 13 mil pesos
en efectivo lo que le pudieron sacar a la familia, quien al no tener suficiente
dinero les ofreció un carro Ford Focus, en un centro comercial, les entregaron
los 13 mil, de los que les tocaron 3 mil 250 pesos a cada uno, y el carro.
Ante la
inexperiencia, no hallaban qué hacer con el carro, y gracias a eso, los
encontraron, ya que se lo llevaron a la casa de uno de ellos.
A los dos días,
detuvieron a tres de sus amigos y a los dos meses a él, y a los cuatro, los
sentenciaron con prisión vitalicia. “Yo no sabía que se castigaba con prisión
vitalicia, de lo contrario, nunca me habría atrevido a hacerlo”, comenta.
Luis dice que está
muy arrepentido, y hasta ahora puede ver que cualquier negocio turbio sólo
tiene dos caminos seguros: “la cárcel o la muerte”, y que todo lo que se haga
tiene consecuencias irreparables.
Considera que son
muchos los factores que influyen para que un joven caiga en malos pasos.
Primero, que a temprana edad, es fácilmente influenciable, y las invitaciones a
los malos negocios llueven.
En varias ocasiones
se le invitó a robar carros viejos que se vendían al kilo, y los nuevos, se
desvalijaban y se vendían en yonkes, nunca aceptó, porque le parecía más cómodo
operar solo en sus asaltos.
Dios, es una parte
muy importante en la vida de las personas, considera, si los niños y jóvenes
tuvieran un acercamiento a cualquier iglesia, de forma constante, sería una
forma de mantenerlos más lejos de lo malo, y yo a Dios, lo conocí hasta que
llegué aquí, comenta.
El ejemplo de los
padres es la escuela de los hijos, resalta, lo que los niños vean en sus
padres, es lo que harán de adultos, por eso es muy importante que si alguien
anda en malos pasos, no arrastren a sus hijos dándoles ese ejemplo.
La música, es otro
de los factores que influencian mucho a la juventud, “yo escuchaba los
narcorridos y me sentía empoderado, además de que quería hacer eso, me sentía
que podía hacer cualquier cosa, la sensación que me daba era como una droga, yo
nunca usé drogas, pero escuchar los corridos, me hacía sentir poder, por encima
de los demás”.
Por estas razones,
dice, es muy importante cuidar en los niños hasta la música que oyen, porque es
una influencia muy fuerte, dice este hombre que ahora vive a diario una rutina
que durará toda su vida, levantarse a las 6:00, bañarse, ir al pase de lista,
desayunar a las 8:00, ver pasar las horas, comer a las 15:00 horas, esperar a
las 19:00 horas la cena. De las 19:30 a las 20:00 horas, se les permite hacer
oración, pero a cada uno desde su celda, y esta rutina es todos los días. Sólo
recibe la visita de su madre una vez al mes, perdió a su esposa y a sus niños rara vez los puede
ver.
En estas celdas de
alta seguridad, nadie puede ir a la celda de nadie, no salen a trabajar, y les
permiten hacer ejercicio dos veces a la semana una hora cada día, sólo para que
les pegue el sol. En la celda, sólo tienen una cobija, una almohada, una
Biblia, y la ropa que traen puesta, no se les permite más.
(EL DIARIO de Chihuahua/ Lourdes Díaz López/ | 2013-02-02 | 22:10)
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