domingo, 23 de diciembre de 2012

LOS MANOTAZOS DE ERNESTO CORDERO

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio 

Si alguien en el gabinete del presidente Felipe Calderón era el consentido de la maestra Elba Esther Gordillo, éste se llamaba Ernesto Cordero. Lo procuraba y lo visitaba en Palacio Nacional, en cuya ala norte se encuentra la Secretaría de Hacienda, donde despachó por algún tiempo. Cordero se paseaba con ella por los enormes pasillos de ese gran edificio del Virreinato, y solía recordar, con un asombro que subrayaba la paradoja de la real politik, cómo ella, pese a ser una de las dos políticas con más negativos ante la opinión pública mexicana, era con quien más se quería retratar la gente.

Cordero entraba en el estereotipo de los amores de la maestra, Marcelo Ebrard, Jorge Castañeda, Esteban Moctezuma y el ya desaparecido Adolfo Aguilar Zínser; joven, inteligente, preparado y vivaz. Cordero supo cómo se forjó la alianza político-electoral entre el candidato Felipe Calderón y la maestra, al haber sido sus dos grandes amigos, Juan Camilo Mouriño y Miguel Ángel Jiménez, arquitectos del pacto de 2006 junto con el yerno de Gordillo, Fernando González. También estuvo siempre del lado de Calderón cuando su esposa, en primer lugar, y quien fue secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, decían que la alianza era “demasiado costosa” y había que modificarla.

Calderón aguantó las presiones y mantuvo muy bien afinada una relación política que incluyó puestos en el gobierno y trato privilegiado. Si Cordero hubiera sido candidato a la Presidencia, Gordillo habría entrado en un conflicto de querencias sobre a quién entregarle el ejército magisterial para que ayudara a cuidar las casillas el día de la votación, entre Cordero y Enrique Peña Nieto, con quien tenía una buena relación, funcional pero no incondicional. Al ser Josefina Vázquez Mota la abanderada azul, la maestra no tuvo problema en escoger bandos. Con Vázquez Mota se enfrentó a morir cuando era su interlocutora en la Secretaría de Educación, aunque se topó con pared cuando le pidió a Calderón que la destituyera. Estaría en la trinchera de Peña Nieto y el PRI.

Gordillo nunca lo ocultó y generó tensiones con sus viejos aliados. La relación con el Presidente se había desgastado meses antes, cuando le puso distancia y le quitó el derecho de picaporte en Los Pinos. La frialdad le ayudó a iniciar una coalición  electoral con el PRI a través del partido que fundó, Nueva Alianza, con lo cual terminó de romperse esa relación interesada con Calderón, y seis años antes con Vicente Fox. Cordero, escudero presidencial, tuvo que haberse retirado, aunque aún después de haberse roto el viejo pacto, nunca habló mal de ella.

Pero ahora, en el Senado, se convirtió en el brazo ejecutor de la maestra. Gordillo llegó a negociar directamente con el presidente Enrique Peña Nieto una parte del artículo 3 constitucional de la nueva Reforma Educativa, donde había logrado que se retirara el punto que condicionaba la “permanencia” en las plazas de maestros que no pasaran en tres ocasiones una evaluación sobre sus conocimientos y capacidades. Con el respaldo de Peña Nieto, que le daba un respiro y la posibilidad de “salvar cara” ante el magisterio, como definieron sus cercanos, el PRI en el Senado presentó su enmienda. Pero Cordero, coordinador de la fracción panista en el Senado, que también preside, la paró en seco.

Gordillo había logrado que la reforma vinculara la permanencia de los maestros con la evaluación. Pero los panistas, encabezados por Cordero, no estuvieron de acuerdo. “A la iniciativa que se está discutiendo le faltan cierto temas y ciertos detalles que precisamente irían a la raíz del problema, que es acotar al sindicato de maestros”, dijo el coordinador de los panistas. Las palabras suaves con la prensa fueron posiciones duras hacia el interior del Senado.

Cordero jugó en la dinámica de la confrontación que ha manejado en las últimas semanas, aunque en esta ocasión, en el primer plano de la opinión pública, se puede colgar las medallas de haber logrado que ese acotamiento del magisterio, como describió las enmiendas que introdujo su bancada, sea en realidad el colocar límites al poder de la maestra y control sobre sus alcances políticos. Cordero, quien ya ha exasperado al propio líder de la bancada del PRI, Emilio Gamboa, por su permanente negativa a alcanzar acuerdos tersos en el Senado, ganó en varios frentes, además del relacionado directamente con la reforma educativa.

Uno de ellos es inyectarse oxígeno en la soterrada lucha con el presidente del PAN, Gustavo Madero, por el control del partido, cuya sucesión se resolverá en los primeros meses del próximo año. Otro, en un movimiento de más largo alcance, fue colocar contra la pared al Gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, hechura política de la maestra, que ya comenzó a trabajar la candidatura presidencial del PAN en 2018. Moreno Valle, no lo olvidan en el entorno de Cordero, le ofreció apoyo para que alcanzara la candidatura presidencial, pero fue más de palabra que de hechos. No fue el único gobernador que lo traicionó, pero de todos quienes se lo hicieron, es el único que aspira a la Presidencia. Cordero no juega con él para el futuro, sino para él mismo o, en dado caso, para el Gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, su operador electoral desde hace varios años.

Tras el final del mandato del presidente Felipe Calderón, la posición de Cordero en el Senado parecía debilitada; sus adversarios azules olían a carne muerta y preparaban su relevo. Pero la forma agresiva como jugó en las iniciativas presentadas por el PRI, generó conflicto con sus adversarios, pero la prominencia pública que alcanzó con esa actitud, elevó el costo político de Madero para concretar su descabezamiento como líder de la fracción, y se apagó la hoguera en donde ya lo habían colocado.

Cordero no sólo lucha para establecer una oposición crítica al gobierno de Peña Nieto, sino también por su sobrevivencia. Hasta ahora, en el cierre del periodo legislativo, se puede decir que va ganando.

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