lunes, 12 de noviembre de 2012

NO SABEN LEER NI ESCRIBIR, PERO SÍ DESCUARTIZAR

Agencias  

México, DF.- Fermín y Enrique no rebasan los 18 años; no saben leer ni escribir… pero saben descuartizar, “entambar” y limpiar los restos de los que traicionan al cártel. Dejar el lugar del crimen, ayudar a desaparecer a los que se cambian de camiseta. – ¡Sácalo en chinga, pues!–, dijo el “Gordo”, uno de los tantos narcomenudistas que ostentaban trabajar para el cártel de Sinaloa.

Los jóvenes no cavilaron para acatar las órdenes del jefe. Enrique, el más pequeño, de 16 años; el otro, de 18, escucharon los gritos desde el cuarto de la televisión; se asomaron sigilosamente por las escaleras y desde ahí observaron cómo decapitaban los jefes a uno que llamaban “El Abuelo”.

“El Monstro me empezó ayudar a cortar en pedazos al Abuelo, por que el Gordo me había dicho que lo tenía que sacar rápido de la casa. Nos quedamos descuartizándolo, quitándole primero los brazos y luego las piernas para que cupiera en la maleta”, dijo en su declaración ministerial Fermín (N) de 18 años.

“El Monstro”, quien instruyó a Fermín sobre cómo deshacerse del “traidor”, es Enrique, un joven de apenas 16 años. Las autoridades lo recuerdan como un jovencito reservado, que no sabe leer ni escribir.

“Duramos unos 45 minutos en cortarle sus partes al Abuelo, después de eso echamos sus partes en una bolsa de basura de color negro y luego lo metimos en la maletita, la cual era grande”, refirió durante el mes de agosto del año pasado “El Monstro”.

Los jóvenes relatan que los brazos y las piernas los pusieron en un bote de basura y lo que quedaba de su cuerpo lo vaciaron en una alcantarilla de la colonia Reforma, localizada en la zona este de Tijuana.

En la acusación, las autoridades estatales constan, con base en los interrogatorios, que el adolescente de 16 años no participó en la tortura de “El Abuelo” por dos horas; aunque él sólo vio cómo lo decapitaron, sí se encargaba de descuartizar y deshacerse de los cuerpos.

Confiesan crimen y los sueltan

Otro jovencito reclutado por el crimen organizado fue Adrián (N) de apenas 17 años, residente norteamericano, hijo de padres mexicanos llegó a Tijuana en mayo de 2011. Dos meses después, él también se dedicaría a participar en la venganza entre narcomenudistas.

A los 17 años, Adrián participaba dentro de la estructura criminal como vendedor de “globitos” en una colonia de Tijuana, enganchado por un sueldo de 700 pesos diarios.

“A mí me dijeron, tú limpia la birria (refiriéndose a los residuos orgánicos del descuartizado), entonces con unos trapos empezaba a limpiar la sangre y a llevar las bolsas con partes del cuerpo a la basura”, relata.

En sus declaraciones ministeriales, ambos aseguran que si bien, distribuían droga en pequeñas cantidades, no eran unos asesinos y fueron amenazados para realizar los actos.

Juan Enrique Méndez, director del Centro de Diagnóstico para Adolescentes, explica que los jóvenes menores de 18 años obtuvieron su libertad por falta de elementos. Y es que aunque descuartizaron y desaparecieron el cuerpo, la autoridad no se logró comprobar su participación en dicho asesinato.


Corrupción y crimen limitan a periodistas

Por: LA POLICIACA

La autocensura –por miedo a entrar en peligro personal–, la corrupción –como servicio al poder o al crimen organizado– y el riesgo por amenazas o agresión física por parte de autoridades y delincuentes son los tres mayores problemas que enfrentan los periodistas mexicanos.

Así lo reflejan los resultados de las Consultas Estatales para el Diseño de una Estrategia Nacional de Fortalecimiento en Seguridad y Justicia para Medios de Comunicación, realizadas por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en ocho entidades de la República, entre ellas el Distrito
Federal.

Asimismo, demostraron que en zonas como Oaxaca y Chiapas hace falta una cultura de la legalidad en el ejercicio periodístico y existen bajos conocimientos sobre sus derechos laborales; incluso son los profesionales que perciben los salarios más bajos, lo que propicia que los gobiernos locales los coopten con mayor facilidad.

El riesgo que corren los periodistas, incluso los dueños de los medios, contra su integridad personal en los estados del sur, afirman, proviene de autoridades estatales y municipales, más que del crimen organizado, que también censuran, corrompen o manipulan la línea editorial.

En contraste con el sur, donde la encuesta los posiciona como “estados de violencia baja o media”, identifican que en Durango, Baja California, Chihuahua, Sinaloa y Nuevo León, al norte del país, los peligros son otros.

Oficio riesgoso

Definen que para quien ejerce el oficio de comunicar hay un contexto de “violencia alta” y sobre todo los reporteros son agredidos principalmente por miembros del crimen organizado.

Los periodistas que hablan y publican sobre eventos relacionados con hechos delictivos o violentos, excluida la llamada nota roja, “sólo acuden al lugar del crimen, toman fotos” y “transcriben” la versión que las autoridades dan a conocer, sin investigar alguna relación de corrupción o vínculos entre delincuentes y funcionarios, explican.

Agregó que el reportero inhibe el periodismo de investigación en esta zona del país para “no ser blanco del crimen organizado”, incluso se cuidan más que de las autoridades, pues a diferencia de la corrupción entre periodistas y funcionarios, “el crimen compra a los medios de comunicación y a sus trabajadores”. mediante amenazas, extorsiones e incluso asesinatos”.

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