El temporal esperado
Blanco salí de mi casa/
En el monte enverdecí/
Blanco volví a mi casa.
Por años creí que la siembra
de ajonjolí era la mejor actividad económica del mundo. También de manera
paralela, sufrí el demandante desgaste físico que implica el trabajo en su
cultivo. En esos años nadie se quedaba sin sembrar, pues los hombres en estos
pueblos se conocen por el trabajo, por la dedicación en hacer y conseguir una
cosecha abundante.
El ejido de Baca, al igual
que los demás del municipio de Choix, adolece de una amplitud o diversificación
de actividades económicas, por tanto el ciclo se repite año con año. La siembra
de ajonjolí,entre bajíos y lomas, es la que mayor cantidad de hectáreas y mano
de obra ocupa.
Mi padre, al igual que mis
tíos, no usaba reloj, la salida del lucero marcaba la hora de abandonar la
comodidad de la cama para salir a trabajar. Las mujeres, desde horas antes
estaban preparaban el lonchi. Aquí nadie se quedaba sin hacer nada, de alguna
manera u otra servía en las labores. Caminar por las veredas oscuras era lo que
menos preocupaba, de memoria las conocían.
Toda la gente, desde el que
disponía de bestias de arado hasta el que rentaba, se ocupaba de tener
asegurado su resguardo. En mayo se campeaba al caballo o mula porque de no ser
así, en las primeras lluvias o ventarrones de aguas, éstas agarraban rumbo a lugares
donde no fuera fácil encontrarles. Instintivamente se ocultaban hasta que
pasaba la temporada de arar la tierra, entonces el campesino a sabiendas que
las mulas son muy ariscas y matreras, conocedoras de las estaciones, procuraba
tenerlas a la vista. Además, uno no se escondía porque no podía, si no se moría
de hambre. El trabajo es muy pesado y el clima agotador.
No todos los años son buenos.
En ocasiones llueve tarde, es decir, en los últimos días de julio, eso no es
muy bueno, pero se puede resolver con semilla de soyate, que sustituye al
breve, alcanza mayor estatura la planta y tamaño la semilla. El problema más
grave se suscita cuando las lluvias escasean o son muy espaciadas, pues hacen
que la planta se la pase en eterna agonía y no logre desarrollarse. Amén de las
plagas.
Lo malo y lo bueno de las
temporadas están situadas en dichos: ¡Si llueve en mayo suelto el caballo! e
¡Hicieron su agosto! El primero, alude a que si llueva antes de lo
acostumbrado, es decir en los últimos días de junio, el año se pierde porque
cae la primera lluvia aislada y hace que nazca el monte, para cuando llegan las
lluvias constantes el monte está muy crecido. El segundo alude a que si llueve
bien en agosto, está resuelta la temporada y habrá buena cosecha.
En 1990 aproximadamente se
presentó una fase de siete años muy malos para los campesinos, tan malos que
vació a los pueblos de su gente. Se fueron a las ciudades, pues su economía
estaba sustentada en la tierra. Recuerdo que en las tardes no trabajábamos porque
la tierra estaba tan seca y caliente que removerla le hacía mucho daño a las
plantas de ajonjolí que se aferraba en vestirse de blanco.
La tarde llegaba, el sol
fulgurante y el azul grisáceo no desaparecía. Obstinados veíamos si se asomaban
algunas nubes. En ocasiones, a eso de las tres o cuatro de la tarde veía mi
padre las nubes que con la luz del sol dibujaban un ojo luminoso, un segundo
sol, conocido como ojo de buey. Era el preludio de que estaba la lluvia por
llegar. Era esa la señal que se necesitaba para predecir la lluvia, por eso
observaba las nubes por la tarde para saber si eran de agua o solamente calor.
A San Miguel Arcángel y San
Isidro El Labrador los pobladores los sacaban de la iglesia a pasear,
llevándoles a que vieran las siembras más cercanas al pueblo, entre rezos y
peticiones de agua; las plegarias y monotonías iban acompañadas de los cohetes,
como todo evento religioso importante.
Con el paso de los años, las
malas temporadas resultaron pasajeras, pero la gente que se había salido no
regresó, e incluso vendieron sus tierras. La preocupación ahora ya no es tanto
la falta de lluvia sino los precios del ajonjolí, que no atiende precisamente
una ley de oferta y demanda, sino intereses de los coyotes o brókers.
Estas alteraciones de los
ciclos naturales se repiten a la vuelta de varias décadas, Veredas del recuerdo
de Gabriel Fierro Sarmiento, originario de estas tierras, refiere que en los
años 1930 y 1951 se presentaron dos éxodos importantes de gente de la región de
Choix a Sonora por la escasez de las lluvias, perdieron todo. En el valle del
Yaqui fueron a trabajar de jornaleros y después les dotaron de tierras.
En parte, así es como la
gente de estas tierras ha sobrevivido a los largo de los siglos, a pesar de
todo. El trabajo lo acompañan de festividades en su mayoría religiosas, que
trasciende el deseo de no abandonar sus tierras.
(RIODOCE/ LUIS ESPINOZA SAUCEDA/ 15
MAYO, 2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario