En
Los Cabos, el huracán “Odile” dejó daños en el 80 por ciento de la infraestructura.
Hoteles, muelles, embarcaciones, viviendas, gasolineras y negocios, fueron
arrasados por vientos arriba de 275 kilómetros por hora. Aún no se cuentan los
miles de damnificados, pero ante la incapacidad del gobierno para atender la
crisis, los saqueos y robos acabaron con las tiendas de Los Cabos. En La Paz,
daños serios e “incuantificables”, según el gobernador. Peña y su gabinete
armaron planes y deslindaron responsabilidades, pero la solución a la crisis de
los sudcalifornianos no se ve a corto plazo
La
Paz, Baja California Sur.- Desde hace 38
años, cuando tocó tierra el huracán “Liza”, el Estado de Baja California Sur no
había sido tan severamente y castigado por un fenómeno natural como con la
llegada “Odile”.
Según
el director de Daños y Autos de la Asociación Mexicana de Instituciones de
Seguros, Luis Álvarez Marcén, los daños cuantificados hasta el momento se
estiman en 12 mil millones de dólares. A esto se suma la catástrofe de
gobiernos incapaces de atender las necesidades de la población de manera
inmediata.
La
crisis por el fenómeno natural se incrementó con la ineficiencia del Gobierno
Federal de Enrique Peña Nieto para atender a los sudcalifornianos. De hecho, el
Presidente y sus secretarios se mantuvieron alejados del ciclón que el domingo
14 de septiembre azotó Los Cabos, festejaron el “Grito” de Independencia en
Palacio Nacional el 15 de septiembre, y el 16 atestiguaron, en el mismo balcón,
el desfile militar. Solo cuando el agua había arrastrado casas, ranchos,
poblados, hoteles y negocios en Baja California Sur, las autoridades acudieron
a aquellas tierras.
Ni
la administración de Marco Antonio Covarrubias, que inició bien con la prevención
y apertura de albergues, pudo contener la necesidad de agua, energía y
comunicaciones que llevó a los ciudadanos a la desesperación y, por
consecuencia, a los terribles saqueos.
De
manera que Baja California Sur fue destrozada por el huracán “Odile”, saqueada
por los damnificados y abandonada por sus gobiernos.
Los
saqueadores actuaron durante 48 horas sin ser detenidos por autoridad alguna.
Desvalijaron tiendas departamentales, abarrotes, tiendas de conveniencia y lo
que encontraron a su paso. Las gráficas de hombres, mujeres y niños llevándose
todo tipo de artefactos, así como alimentos y bebidas alcohólicas con soldados
como testigos inmóviles, son el símbolo
de la impunidad en tiempos de crisis. Incluso se vio a policías estatales y
Municipales acarreando aparatos eléctricos y bebidas en las patrullas.
Fue
hasta el jueves 18 de septiembre que el Gobierno de la República intervino en
la seguridad de Baja California Sur, con el envío de militares, policías
federales y la cacareada Gendarmería Nacional; entonces se dieron las primeras
aprehensiones de saqueadores.
Pero
la tragedia no se borró con la fuerza pública. A pesar del boletín emitido por
Telmex, de haber reestablecido en 100 por ciento el servicio de telefonía y
transmisión de datos, comunidades en Los Cabos, Ciudad Constitución, Mulegé y
La Paz, seguían sin poder comunicarse por esas vías.
La
energía eléctrica tampoco ha llegado. Prácticamente el cien por ciento de Los
Cabos está sin luz, una buena parte de La Paz y el resto de los municipios con
frecuentes bajas en la energía. El servicio de agua potable se interrumpió
debido a los daños en las tuberías, en tanto, las carreteras se fracturaron,
derrumbaron y cerraron por arroyos crecidos.
En
la retórica de Enrique Peña Nieto, hasta la ayuda a los sudcalifornianos les
fue vendida en términos políticos. El jueves 18, el mandatario nacional anunció
la evacuación de turistas extranjeros y nacionales en aviones de las fuerzas
armadas de manera “gratuita”, y la “donación” de miles de litros de gasolina
por parte de PEMEX.
UN HURACÁN COMO NINGUNO
Para
el director general de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación,
Ricardo de la Cruz Gutiérrez, “Odile” fue tan destructivo que no tiene punto de
comparación con “Manuel” e “Ingrid”, registrados en 2013.
Oficialmente,
el subdirector de Información del Gobierno del Estado de Baja California Sur,
Jesús Leyva, solo confirmó la muerte del empresario coreano Kyong Jim Park,
gerente de la minera El Boleo, quien fue arrastrado en su vehículo al intentar
cruzar una corriente en Santa Rosalía. Su acompañante, también coreano, sigue
en calidad de desaparecido.
De
la misma manera perdió la vida el alemán Hunter Treaow, quien fue visto por
última vez al salir de una embarcación con dos personas; se desconoce su
paradero.
Sin
embargo, las autoridades apenas han llegado a zonas urbanas, por lo que falta
conocer la realidad que se vive en rancherías, comunidades rurales y campos
pesqueros a lo largo y ancho del estado, los cuales están incomunicados desde
el 15 de septiembre por la crecida de arroyos y caminos que quedaron
intransitables.
Por
lo pronto, lo que se ve en la mayoría de las calles y avenidas de La Paz y Los
Cabos, es un panorama desolador con árboles, postes de luz, techumbres y
anuncios caídos; viviendas, fachadas y negocios colapsados por las rachas de
viento superiores a 260 kilómetros por hora. En tanto, en la zona norte
-Comondú, Loreto y Mulegé-, donde la fuerza disminuida de “Odile” solo había
dejado lluvias, encharcamientos en calles y avenidas, la caída de algunos
postes, árboles y arroyos crecidos sobre toda la carretera transpeninsular que
cruza desde Guerrero Negro hasta Comondú, con cortes en cuando menos cinco
puntos. Los automovilistas tenían más de 40 horas varados en la carretera
federal.
Peor
aún, la mayoría de los habitantes de La Paz y Los Cabos empezaban a
desesperarse por no tener agua y luz, servicios que se restablecen a
cuentagotas, sobre todo por el terrible calor que oscilaba entre los 30 y 35
grados Centígrados, situación que mantenía las viviendas convertidas en hornos.
Aun
cuando las afectaciones son más que visibles, el gobernador de Baja California
Sur, Marcos Covarrubias Villaseñor, declaró que por ahora los daños son incuantificables
y todavía no se tiene un balance con cifras preliminares, porque más allá de
contabilizar las afectaciones materiales, la prioridad era restituir el
servicio de agua potable y electricidad; además de llevar víveres, agua
embotellada y colchonetas a toda la población damnificada.
Frente
a la estimación inicial de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros,
de pérdidas económicas por más de 12 mil millones de pesos, se informó que la
cifra se ajustaría en tres semanas para rehabilitar zonas. El Gobierno Federal
tiene un presupuesto de 12 mil millones de pesos en el Fondo de Desastres
Naturales (FONDEN) para toda la República, mientras que el presupuesto total
del Gobierno del Estado de Baja California Sur, apenas rebasa los 11 mil millones
de pesos.
Uno
de los acompañantes del Presidente Enrique Peña Nieto el 17 de septiembre, dijo
a ZETA: “La bolsa de los recursos del FONDEN no va a ser suficiente para poder
atender la contingencia provocada por el fenómeno meteorológico, por el cual incluso
-anticipó-podrían solicitar un monto adicional en el paquete económico de
2015”.
A
pesar de que el Comité Nacional de Emergencias fue instalado y activado
oportunamente, como cuando “Manuel” e “Ingrid” golpearon el Estado de Guerrero
en 2013, el trabajo de prevención falló, lo cual quedó en evidencia con el
número de damnificados, viviendas y negocios dañados; la mayoría de la
población no supo qué hacer, y tampoco tomó previsiones establecidas dentro del
protocolo.
Autoridades
de Protección Civil ni siquiera informaron qué hacer antes, durante y después
del huracán. Se limitaron a pedir a la población resguardarse en sus domicilios
y no salir a la calle.
La
evacuación de familias que residían en zonas de alto riesgo inició
prácticamente a la par de la entrada de “Odile” a Los Cabos. Algunas familias
quedaron atrapadas dentro de sus viviendas y soportaron la incesante lluvia,
así como los embates del viento dentro del baño de lo que fue su casa. Al
superar los 275 kilómetros por hora, se llevaron techos y paredes.
Otras
viviendas fueron arrastradas por el arroyo del llamado Vado de Santa Rosa en
San José del Cabo, y cientos de personas intentaron cruzar los arroyos sin que
en el lugar hubiese autoridades presentes para el rescate.
Las
líneas telefónicas de las oficinas del Gobierno del Estado estaban caídas,
igual su página electrónica. No se organizaron grupos de prevención, apoyo o
rescate. La población de Los Cabos, Mulegé y La Paz, debió sortear en solitario
las vicisitudes provocadas por el huracán.
El
día después del ciclón, los gobiernos federal, estatal y municipales, se vieron
rebasados de nueva cuenta. Los saqueadores se lo llevaron todo, mientras la
ayuda humanitaria llega de manera lenta.
También
se evidenció la falta de capacidad para actuar en momentos de crisis por parte
de las paraestatales, como Comisión Federal de Electricidad (CFE) y Petróleos
Mexicanos (PEMEX), así como de los servicios privados de Teléfonos de México y
las instituciones financieras.
Hasta
el cierre de edición de ZETA, el jueves 18 de septiembre, Los Cabos continuaba
sin energía eléctrica, sin agua, sin gas, con servicio de telefonía irregular y
sin gasolina. En La Paz, todos los servicios tenían fallas frecuentes. En los
cajeros automáticos de los bancos, los billetes se acabaron.
En
afán de deslindarse de las fallas, el director general de Protección Civil de
la Secretaría de Gobernación, declaró que “desde un principio ‘Odile’ fue muy
errático, porque -según los pronósticos del Sistema Meteorológico Nacional-,
primero iba a impactar Oaxaca, después Michoacán, luego Colima y más tarde
Jalisco; y finalmente pegó en Baja California Sur, con una fuerza tan severa
como nunca se había visto, castigando muy duro Los Cabos, y después, pasando
con menos intensidad por La Paz, y ya disminuido por Comondú, Loreto y Mulegé”.
LOS
CABOS: DESTROZADO Y SAQUEADO
“Odile”
no solo dejó daños materiales y miles de damnificados. También arrastró a la
desgracia un destino turístico como Los Cabos, de sobra conocido a nivel
mundial, donde más de 30 mil turistas que visitaban el municipio vivieron la
pesadilla dentro de lujosos hoteles, cuyos cristales volaron en pedazos, las
habitaciones se inundaron y toda la belleza de infraestructura turística que
los atrajo, se venía abajo rápidamente por lo violento del fenómeno natural.
El
emblemático hotel Riu fue el primero en caer por la inundación. Alrededor de
600 turistas abandonaron las instalaciones por iniciativa propia y sin la
recomendación o el apoyo oficial, cargaron maletas con el agua hasta la cintura
y se refugiaron en el área del lobby.
Uno
de los huéspedes, Robert Truax, se quejó que en la contingencia no tuvieron
atención por parte de personal del hotel, mucho menos de autoridades. Después
del golpe de “Odile” no hubo quien les informara lo sucedido, por lo que la
mayoría salió a la zona de playa, ya que sus cuartos quedaron bajo el agua.
Un
día después del incidente, el hotel Riu se disculpó con sus huéspedes y emitió
un comunicado de prensa, en el cual expuso: “… los huéspedes y su personal
están bien”, que solo había que lamentar “algunos daños materiales”.
La
mayoría de los hoteles con frente de playa vivieron episodios similares. En muy
pocos, como el Hyatt Place de San José del Cabo, los turistas fueron
desalojados de inmediato, cuando advirtieron que ventanas, paredes y muebles
empezaron a volar en pedazos. Lo único que quedó de pie fue la estructura del
hotel en completa ruina.
El
punto más afectado por “Odile” fue precisamente Los Cabos.
En
el recuento de los daños, el funcionario Ricardo de la Cruz Gutiérrez precisó
que “el 80% de las afectaciones se centran en Los Cabos, y el 20 por ciento en
La Paz. El resto de los municipios en la zona norte del estado, presentaban
daños menores, pero estaban revisando porque (al cierre de esta edición)
iniciaban un recorrido por Comondú, Loreto y Mulegé.
“El
comportamiento del fenómeno meteorológico todo el tiempo fue errático, porque
avanzaba rápido y frenaba, y después cambiaba de dirección rápidamente y se
movía de categoría, subiendo de 2 a 3, y hasta 4 en la escala de Saffir
Simpson. Después bajaba hasta impactar al estado en categoría 4, con una fuerza
extraordinaria que según el registro que tenemos, no había sucedido algo así”,
indicó.
Hasta
el momento, “no tenemos ningún fallecimiento, salvo algunos hospitalizados que
entraron vivos a hospitales por heridas de vidrios u objetos que los golpearon
durante el paso del huracán”.
Después
de “Odile”, de los festejos del “Grito” de Independencia y el desfile,
iniciaron las evacuaciones en Baja Californiano Sur. El mismo Ricardo de la
Cruz citó:
“Todo
el día estuvimos haciendo evaluaciones y designando acciones muy puntuales,
como son agua y alimentos, y la coordinación en el restablecimiento de todas las
líneas vitales que haya, tal como agua, luz, gasolina y diésel; porque hay que
recordar que los equipos de emergencia y también muchas de las plantas que
abastecen luz, como son los hospitales, refugios y centros de operaciones, por
lo tanto son una línea vital”.
Sin
embargo los servicios, en la realidad, no llegaron.
Después
de la visita del Presidente Enrique Peña Nieto el 16 de septiembre por la
tarde, se establecieron líneas de acción. Coordinados por el secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el gobernador Marcos Alberto
Covarrubias Villaseñor y el coordinador nacional de Protección Civil, Luis
Felipe Puente, determinaron:
* Las vías de acceso terrestre, puertos,
aeropuertos y telecomunicaciones van a ser vistos por el secretario de Comunicaciones
y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza.
* La organización y el regreso de
turistas a sus lugares de origen será resuelto por la secretaria de Turismo,
Claudia Ruiz Massieu.
* El abastecimiento de combustibles como
diésel y gasolina, serán responsabilidad del titular de PEMEX, Emilio Lozoya
Austin.
* La restitución de energía eléctrica va
a ser vista por el director de CFE, Enrique Ochoa Reza.
* La reparación de pozos de agua
potable, estará a cargo de David Korenfeld, director de la Comisión Nacional
del Agua (CONAGUA).
Pero
el plan en el papel entre los funcionarios de Enrique Peña Nieto, no ha
aterrizado en las destrozadas calles de Baja California Sur, ni beneficiado en
la prestación de servicios o apertura de
carreteras.
Un
día después del golpe de “Odile”, la mayoría de turistas intentó salir sin
éxito de la joya de oro de Los Cabos, pero las dos terminales del Aeropuerto
Internacional de San José del Cabo estaban colapsadas, y no había salida ni
entrada de vuelos.
Sin
embargo, el secretario de Turismo en el estado, Rubén Riachi Lugo, dijo tener
algunos reportes que algunos vuelos privados “lograron salir del estado, por lo
que las pistas estaban operables y las aerolíneas podrían reactivar los vuelos
comerciales en cualquier momento”.
Para
fines de imagen, la foto y aprovechando la visita del Presidente de México,
Enrique Peña Nieto, algunos de los turistas varados fueron sacados en aviones
de la Fuerza Aérea y llevados al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de
México y al de Tijuana, como parte de la operación de un puente aéreo que el
Gobierno Federal estableció para apoyar y transportar de manera “gratuita” a
los turistas varados por el paso de “Odile”.
Los
traslados que operan con aviones de la Fuerza Aérea y de líneas aéreas
comerciales, salían de San José del Cabo hacia Guadalajara, Tijuana, Mazatlán y
Distrito Federal.
Sin
embargo, la saturación, y por ende la desesperación de miles de turistas,
obligó a que muchos de ellos se fueran por vía terrestre al Aeropuerto
Internacional de La Paz, a tratar de conseguir un boleto de avión y regresar a
sus lugares de origen.
La
estampida de turistas colapsó el aeropuerto de la ciudad capital; no había ni
la capacidad para atenderlos, ni las condiciones humanitarias para apoyarlos.
Prácticamente dormían hasta en la baqueta, en búsqueda de un espacio en las
aerolíneas locales con aviones de 13 plazas, los cuales no eran suficientes
para desplazar a más de mil personas varadas en la terminal aérea.
De
los damnificados locales, la peor parte la llevaron las más de 15 mil familias
que habitan en invasiones en zonas bajas y lechos de arroyo; asentamientos
irregulares en su mayoría alentadas y promovidas por los ex alcaldes de Los
Cabos, Narciso Agúndez Montaño, Luis Armando Díaz y el actual, Antonio Agúndez
Montaño, como una estrategia para mantener su coto de poder político.
Lo
peor de “Odile” estaba por venir. El abandono gubernamental y la ausencia de
ayuda humanitaria, desató a los saqueadores. En Los Cabos, la mayoría de las
cadenas comerciales como Walmart, Tienda Ley, Soriana, Comercial Mexicana y las
tiendas de convivencia Oxxo, fueron víctimas del vandalismo y la rapiña de
grupos organizados que no pudieron ser contenidos por personal y guardias de
seguridad de los supermercados y la propia Policía.
Abogados
y residentes de Los Cabos, así como reportes al Centro de Control y Mando de la
Policía, dieron cuenta de la presencia de grupos armados, encapuchados,
asaltando hoteles, viviendas y tiendas.
Los
saqueadores -en su mayoría jóvenes armados con palos, machetes y navajas y con
el rostro cubierto- eran protagonistas de pleitos, golpes y agresiones físicas.
Saqueaban y robaban productos que nada tenían que ver con víveres y
alimentación de la canasta básica, como son computadoras, pantallas de plasma,
aparatos electrodomésticos y línea blanca, incluso motocicletas. Todo lo que
había a su paso.
Mientras
los vándalos saqueaban las cadenas comerciales, en una evidente acción
concertada entre bandas de cholos y policías municipales de Los Cabos, los más
de mil 500 agentes de la recién estrenada Gendarmería Nacional esperaban
órdenes superiores en el Aeropuerto Internacional de San José del Cabo.
Según
el gobernador, no tenían vehículos y tuvieron que conseguir alrededor de 30
pick-ups para iniciar los operativos de vigilancia, ya que el número de
policías era superado por mucho por las turbas que atacaban los negocios.
Por
la noche, y aprovechando la penumbra, porque el 95% del destino de Cabo San
Lucas y San José del Cabo estaban sin energía eléctrica, las bandas de cholos
estaban fuera de control, salían armados de palos, navajas y machetes,
asaltando a transeúntes y negocios, amagando y agrediendo a la ciudadanía.
En
Los Cabos, prácticamente no había Ley ni gobierno de ningún nivel, a pesar de
todos los esfuerzos que se centraron en el destino de playa.
LA
PAZ: DAÑOS Y DESESPERACIÓN
Al
cierre de esta edición, en La Paz no se presentaban saqueos, robos o asaltos;
las familias estaban más centradas en la reparación de los daños de sus
viviendas y hacían largas filas en gasolineras, hieleras y comercios para
comprar algunos productos de la canasta básica.
Salvo
el caso de una tienda Oxxo en el poblado de El Centenario, donde cien personas
pretendieron ingresar y saquear, pero declinaron cuando llegó la Policía.
Por
su parte, los supermercados no reportaron saqueos ni rapiña, incluso, cadenas
comerciales solicitaron reforzar la vigilancia en sus instalaciones.
Las
afectaciones por el paso de “Odile” se centraban en los negocios y comercios,
incluso en viviendas, sobre todo en colonias donde la mayoría de las casas
estaban construidas de madera, lámina, palma y cartón.
La
alcaldesa de La Paz, Esthela Ponce Beltrán, confirmó que había familias enteras
que perdieron todo. Tan solo en la colonia La Pasión, más de mil viviendas
fueron arrasadas por el viento de más de 260 kilómetros por hora, y en colonias
como Villas de Cortés, Jericó, Aguas Escondida, muchas casas quedaron
devastadas y resultan altamente riesgosas para seguir habitándolas.
Por
la mañana, los dueños de esas viviendas se la pasaban en sus terrenos tratando
de rescatar lo poco que les quedó, y por la noche regresaban a dormir a los
albergues instalados en el Instituto Tecnológico de La Paz, Universidad
Autónoma de Baja California Sur y una decena de escuelas primeras seleccionadas
como albergues.
Ponce
Beltrán indicó que en virtud del número de damnificados, solicitó al gobierno
estatal que cuando menos toda esta semana pudieran seguir viviendo en las
escuelas, en tanto, clarifican cómo bajarán los recursos federales para
reacomodarse, y cuáles van a ser los mecanismos para la construcción de nuevas
viviendas, donde todos los damnificados deben tener la certidumbre de que serán tomados en cuenta
en un programa especial de vivienda.
La
mayoría de los negocios en la capital del estado presentaban daños en sus
fachadas, anuncios y cristales, algunos de los cuales -como el caso de las
plazas comerciales The Shoppers y Paseo La Paz- quedaron inoperantes y se
desconoce cuándo puedan sobreponerse del golpe de “Odile”.
La
fuerza del huracán arrancó de golpe los techos de dos gasolineras y reventó
todo el frente de las agencias de autos Chrysler y Seat; colapsó el techo del
estadio de beisbol “Arturo C.Nahl” y el de futbol “Guaycura”, y reventó un
importante número de cristales del hospital “Juan María de Salvatierra”,
dejando inoperante el área de urgencias, quirófanos y de archivos clínicos;
además, se perdió toda la papelería e historial de los pacientes de la clínica.
Hasta
ayer jueves 18 de septiembre, el Comité del Fondo de Desastres Naturales
(FONDEN) sesionaba en la revisión de
información de los daños en viviendas, comercios, infraestructura urbana,
escuelas, hospitales y carreteras, entre otras.
El
gobernador Marcos Covarrubias Villaseñor aseguró no tener idea sobre el monto
de los daños, ya que la prioridad fue salvaguardar la vida de los
sudcalifornianos y trabajar en el restablecimiento del agua y la luz, además
de garantizar el abasto de combustibles
y alimentos.
“Son
muchísimos daños materiales y ya tendremos oportunidad de recabar la
información de todas las afectaciones, y entregarla conforme a lo establecido
en las reglas del Fondo de Desastres Naturales”, afirmó a ZETA.
La
Paz registraba largas filas de automovilistas que se quedaron sin combustible.
La
señora María Antonia Martínez comentó que para poder comprar 20 litros de gasolina
tardó cuatro horas haciendo fila y hubo de soportar no moverse de un lado a
otro, y ver cómo y de qué manera le había ido a sus familiares en otros puntos
de la ciudad.
En
algunas estaciones de gasolina, incluso hubo conatos de pleitos por el combustible
cuando alguien se metía a la fila o llegaba con un galón en mano, pretendiendo
recargar. Para evitar este tipo de situaciones, las 21 estaciones de gasolina
organizaron filas de carros y de personas con garrafones.
El
mismo escenario se veía en los negocios de hielo, los cuales eran abarrotados
por decenas de familias en espera de conseguir 20 pesos de hielo, como dijo el
señor Pedro Báez: la falta de energía tenía los refrigeradores apagados, y la
comida se estaba echando a perder. Querían hielo para la conserva de los
alimentos que tenían guardados.
BALANCE DE DAÑOS
Aunque
al cierre de edición, los municipios del norte del estado -Comondú, Loreto y
Mulegé- no habían presentado un balance preliminar de daños, el secretario
general de Gobierno, Andrés Córdova Urrutia, adelantó que hasta donde tenía
información, “era mínimo” en referencia a Los Cabos y La Paz.
Ni
los gobiernos municipales, el estatal y el federal tenían un balance previo de
daños, porque según el director nacional de Protección Civil, “era muy temprano
aún” y “todavía no llegamos a esa etapa porque estamos resguardado a la gente,
debido a que no están en un lugar seguro, porque no tienen vivienda o una casa
segura; una vez que regresen a sus hogares, entonces pasaremos a otra etapa.
“Yo
no tengo ninguna duda de que como se ha hecho en otros estados, y en otras
emergencias, vamos a hacer la evaluación y todos los recursos llegarán de
manera puntual a los damnificados”, expresó Ricardo de la Cruz Gutiérrez.
Por
ejemplo, en Los Cabos, la Marina de Cabo San Lucas, considerada una de las más
grandes de América Latina, quedó en ruinas. Muchos de los peines y yates
lujosos se vinieron a pique. La Marina cuenta con 380 muelles para
embarcaciones de hasta 200 pies, y un calado de 20 pies. Es el punto de atraque
de cientos de yates que todo el año participan en torneos de pesca deportiva.
No
obstante, todavía no se tiene un balance de las pérdidas en esta importante
infraestructura turística, así como de los yates y barcos de recreación que
estaban atracados, ya que toda la zona está llena de embarcaciones hundidas y
pedazos de madera flotan por doquier.
Asimismo,
restaurantes y hoteles no entregaban la información de las afectaciones porque
estaban en el proceso de armar los expedientes y registros gráficos de los
daños y estimaciones conforme a los precios de mercado.
Durante
esta semana fueron suspendidas las clases hasta “nuevo aviso” y también las
labores en la mayoría de las dependencias de gobierno, sobre todo en cuanto al
personal administrativo.
En
su visita a la zona, el Presidente Enrique Peña Nieto firmó un decreto para un
programa emergente del Gobierno Federal. Estuvo acompañado del gobernador
Marcos Alberto Covarrubias Villaseñor; del secretario de Gobernación, Miguel
Ángel Osorio Chong; del titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público,
Luis Videgaray; así como del secretario de la Defensa Nacional, Salvador
Cienfuegos, y el titular de Marina, Vidal Francisco Soberón.
De
los secretarios estuvieron: Juan José Guerra, Gerardo Ruiz Esparza, Mercedes
Juan López, Jorge Carlos Ramírez Marín y Claudia Ruiz Massieu; también, los
directores de CFE, Enrique Ochoa Reza; CONAGUA, David Korenfeld; INFONAVIT,
Alejandro Murat; y el coordinador nacional de Protección Civil, Luis Felipe
Puente.
VIENE “POLO”
Los
ciudadanos aún no terminan de reponerse del golpe de “Odile” cuando el nuevo
huracán “Polo” tiene bajo amenaza a Baja California Sur.
El
director de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, Ricardo de la
Cruz Gutiérrez, recibió la información de que se había formado una nueva
tormenta tropical en el Océano Pacífico.
“El
sistema que tenemos nos dice que ya se formó ‘Polo’, tiene una trayectoria que
hasta el momento va haciendo un borde y costeando sobre el Océano Pacífico. Es
el llamado Cono de la Incertidumbre, y hasta el día de ayer… es el Cono que
decía en el Servicio (Meteorológico Nacional), podemos tener…. este Cono lo estamos
monitoreando de manera permanente, sin embargo, no registramos hasta el momento
afectaciones importantes en ningún estado del país, hay que continuar
monitoreándolo, hay que recordar que la temporada de ciclones y huracanes no ha
terminado. Está de hecho en su pico históricamente en el mes de septiembre,
siempre es el pico de la temporada de ciclones y huracanes, por lo cual
mantendremos monitoreando”, comentó.
Según
el funcionario federal, todavía no tenían clara su trayectoria y desconocían si
“Polo” impactaría o no el estado. Lo cierto es que, al cierre de esta edición,
el huracán se había convertido en categoría 1 y presentaba una dirección muy
similar a la de “Odile”.
POR QUÉ LOS SÚPER HURACANES
“ODILE”
De
categoría 3, ha sido el huracán de mayor energía que ha impactado directamente
la parte sur de la península de Baja California en los últimos 60 años, desde
que se tienen registros confiables.
Con
vientos de 200 kph y una presión atmosférica de 922 mb (la presión normal es de
1010 mb), “Odile” entró sobre Cabo San Lucas aproximadamente a las 12:45 am del
día lunes 15 de septiembre y se desplazó
a lo largo de la Baja California Sur, debilitándose, pero convirtiendo toda su
energía en vientos y lluvias destructivas sobre toda la región, para después, en
forma de tormenta, dirigirse hacia el Golfo de California y afectar los estados
de Sonora, Baja California y suroeste de Estados Unidos.
A
lo largo de la historia reciente, Baja California Sur ha sido impactada por
varios huracanes y tormentas tropicales (ver Fig.1), pero quizás “Odile” es el
que mayor daño ha ocasionado, pues la intensidad de los vientos fue tan grande
que la mayoría de los aparatos registradores del Servicio Meteorológico
Nacional dejaron de funcionar, lo que da una idea de su magnitud e impacto
destructivo, pues se supone, están diseñados para soportar vientos y
condiciones extremas.
Figura
1. Trayectorias de los huracanes de categoría 2 o mayor que han pasado cerca de
la punta sur de la Baja California en el periodo 1949-2013. Reproducido de http://csc.noaa.gov/hurricanes/index.html#
Como
bien se sabe, septiembre y octubre son los meses en que mayormente puede ser
impactada la península de Baja California, ya sea por tormentas tropicales o
por huracanes. En particular, el año 2014 inició, con la propagación de una
gran cantidad de calor desde el Pacífico central ecuatorial hacia la región
americana (a principios de año había sido interpretado como la posibilidad de
un súper “Niño”), ha sido caracterizado por una atmósfera muy húmeda y cálida,
lo que ha favorecido enormemente el potencial de génesis de tormentas
tropicales y huracanes.
HURACÁN “POLO”
Ya
se ha dado nombre a un nuevo huracán, “Polo”, formado al sur de Acapulco y que
se pronostica, seguirá una trayectoria que de manera potencial podría afectar
ambos estados de la península, posiblemente desde el fin de semana hasta el
martes 23 de septiembre (fig. 2)
Figura 2. Pronóstico de la
trayectoria del Huracán Polo, reproducido de:
http://www.weather.com/news/weather-hurricanes/tropical-storm-hurricane-polo-pacific-mexico-20140916
Aún
es incierto el pronóstico para la trayectoria e intensidad de “Polo”, en este
momento (jueves 18 de septiembre) se cree que las mayores probabilidades, son
que pasará cerca de la costa occidental de Baja Sur para seguir desviándose
hacia el Pacífico. Sin embargo, las condiciones atmosféricas y oceánicas son
favorables para que los vientos y lluvias continúen afectado la Baja California
Sur con menor probabilidad para la parte norte de la Península, por lo que se deberá continuar con la alerta.
Por
otro lado, desde julio el Pacífico americano registró temperaturas de 0.6°C por
arriba del normal, con masas de aire muy húmedas y vientos muy débiles, dando
como consecuencia una región de convección favorable para la formación de
inestabilidades tropicales (depresiones, tormentas y huracanes). De continuar
de esta forma, durante octubre y noviembre, posiblemente se rompa el récord del
número e intensidad de tormentas tropicales y huracanes formados en el Pacífico
americano.
(SEMANARIO
ZETA BCS / Gerardo Zúñiga Pacheco/22 de Septiembre del 2014 a las 12:00:00)
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