LOS
ÁNGELES, CA. (apro).- El 15 de septiembre por la tarde, en uno de los días más
calurosos del año, un grupo de personas se reunió en torno a la estatua del
monseñor Óscar Romero en el parque MacArthur de la ciudad de Los Ángeles.
Pancartas
y algunos instrumentos musicales en mano, iniciaron una breve ceremonia a la
que llamaron “el Grito Insurgente” y, con motivo de la conmemoración de la
Independencia de México, lanzaron un reclamo: ni el gobierno de México ni el de
Estados Unidos han permitido que exista un México independiente.
“En
México no somos libres, pero Barack Obama tampoco lo es”, soltó el padre
Alejandro Solalinde, fundador del albergue para migrantes Hermanos en el Camino
en Ixtepec, Oaxaca.
Durante
su visita a esta ciudad, el sacerdote se sumó a las decenas de críticas al
presidente de Estados Unidos por fallar, una vez más, a su compromiso con la
comunidad inmigrante para detener las deportaciones.
“Hay
quien piensa que Obama es un rey, y que los gobiernos de nuestros países son
sus virreyes; pero él depende de los poderes fácticos y del capital financiero,
y por eso no ha podido, de manera independiente, cumplir su promesa a la
comunidad latina que lo apoyó”, agregó Solalinde. “Obama tiene una deuda con
los derechos humanos”.
La
deuda de Obama podría salirle cara al Partido Demócrata si la comunidad latina
se la cobra en la elección intermedia del 4 de noviembre. Hace unas semanas,
aceptando que la posibilidad de que se apruebe una reforma migratoria murió en
la Cámara Baja, el presidente anunció que estaba considerando una acción
ejecutiva para detener las deportaciones; algo similar al programa de Acción
Diferida, conocido como DACA, que se encuentra en vigor para los jóvenes que
llegaron a Estados Unidos sin documentos siendo menores de edad.
Este
fue considerado por los analistas políticos, y por los detractores del
presidente y del Partido Demócrata, como un truco para mantener el apoyo latino
en las urnas. Pero para sorpresa de propios y ajenos, el segundo fin de semana
de septiembre la Casa Blanca anunció que la decisión del presidente se haría
pública hasta después de la elección.
La
pérdida natural del entusiasmo latino por la participación en unos comicios en
los que ni demócratas ni republicanos ofrecen un incentivo migratorio para ir a
las urnas, se suma a un mal momento para Obama. De acuerdo con las cifras
estimadas por Real Clear Politics, agrupación que reúne datos de las diez
encuestas más influyentes del país, durante la primera semana de septiembre el
presidente contaba con una aprobación de 41.2% de los encuestados, contra 53.8%
de desaprobación. Con un pie nuevamente metido en una guerra y una Cámara de
Representantes de oposición decidida a bloquearlo por el resto de su mandato,
perder la tambaleante mayoría con la que cuenta en el Senado representaría para
el presidente, y para el Partido Demócrata, una carrera contracorriente rumbo a
la elección presidencial de 2016.
CÁLCULO POLÍTICO
Tras
darse a conocer la reversa en la decisión de Obama, dos preocupaciones
aparecieron en el espectro de las organizaciones pro-inmigrantes. Por una
parte, la posibilidad de que, sin la presión de las urnas, la promesa de Obama
quede en el olvido una vez que pase la elección. Pero una segunda preocupación
parece tener más impacto: que ante la falta de incentivos para votar en la
elección intermedia, la fuerza del voto latino se diluya y esta comunidad
pierda capacidad de negociación en los comicios de 2016.
“Es
preciso que la gente recuerde que si bien hay aún una asignatura pendiente en
materia de inmigración, esta administración ha logrado mucho más que eso”,
señala Clark Lee, director de Comunicación y Asuntos Políticos del Partido
Demócrata en el condado de Los Ángeles. “Hemos visto progreso por lo que toca a
la reforma de salud, una disminución de las tasas de desempleo y una notable
recuperación económica después de un momento difícil. Tal vez esta elección no
permite obtener algo de inmediato, pero sí contribuye a seguir negociando cosas
a futuro. Una reforma migratoria, por ejemplo, será menos probable si no
conservamos la mayoría demócrata en el Senado”.
El
argumento de Lee es probablemente uno de los puntos que tuvieron algún peso
para que el presidente tomara su decisión: los votantes hispanos en realidad no
tienen mucho de dónde elegir. Es poco probable que ocurra un fenómeno similar a
un “voto de castigo” para los demócratas y que el voto latino se dirija a un
Partido Republicano que ha sido abiertamente hostil hacia una reforma
migratoria.
Una
encuesta de Gallup realizada entre votantes tras la elección de 2012 confirmó
lo que se sabe a voces: los adultos hispanos en Estados Unidos tienen a
identificarse o votar por el Partido Demócrata en más del doble de la frecuencia
que por el Partido Republicano. Los datos de Gallup indican que 51% de los
hispanos se identificó con los demócratas, contra 24% que dijo inclinarse por
el Partido Republicano. 22% se definió como independiente, sin preferencia
partidista.
Un
elemento más que puede explicar la decisión de Obama es el hecho de que, en
esta ocasión, la mayoría de los estados en los cuales hay contiendas reñidas
por posiciones en el Senado, son entidades con baja población latina. Esta
población conforma sólo el 5% o menos de los votantes elegibles en ocho de los
nueve estados con contiendas cerradas. A excepción de Colorado, donde los
latinos alcanzan 14% del electorado, en otras entidades, como Carolina del
Norte o Georgia, la cifra no alcanza ni el 2% –a pesar de ser estados con
amplia población hispana; la diferencia se debe a que la mayor parte de dicha
población aún no cuenta con la ciudadanía.
“Aún
está por verse si la decisión del presidente tendrá un impacto en el voto
latino”, explica Mark Hugo Lopez, director de investigación Hispana del Centro
de Investigación Pew, añadiendo un tercer factor: el hecho de que
históricamente el voto latino en las elecciones intermedias ha sido bajo de
manera consistente. En 2010, sólo 31.2% de los votantes latinos elegibles
acudieron a las urnas, comparado con el 48.6% de los votantes blancos no
hispanos que votaron ese año.
Parece
no haber duda de que los demócratas ganarán el voto latino a pesar de todo. Sin
embargo, el asunto no es ver por quién votará esta población, sino cuántos
latinos saldrán a votar; la falta de presencia en las urnas es la factura que
el presidente podría terminar pagando. El balance para el Partido Demócrata
tendrá que hacerse cuando se sepa cuántos votos se perdieron entre esta
población. En ese sentido, una encuesta más, ésta realizada por la organización
Latino Decisions en conjunto con el centro de Investigación Center for American
Progress, indica que 87% de los votantes latinos registrados dijeron que una
acción ejecutiva en materia de inmigración elevaría su entusiasmo para votar
por los Demócratas. En el mismo ejercicio, 54% dijo que su entusiasmo decaería
considerablemente si el presidente no tomara ninguna acción.
TRAS EL VOTO LOCAL
El
17 de septiembre, día de la Constitución de Estados Unidos, un grupo de 5 mil
inmigrantes juraron como ciudadanos de ese país en el Centro de Convenciones de
Los Ángeles. Unos minutos antes de que las puertas del enorme recinto se
abrieran, y los nuevos estadounidenses salieran orgullosos con sus certificados
de nacionalidad en las manos, decenas de voluntarios ya se encontraban listos
esperando para convencerlos de registrarse como votantes y de ejercer su primer
sufragio en las elecciones del 4 de noviembre.
A
principios de este año, el Consejo Nacional de La Raza, la organización
promotora de los derechos de la comunidad latina más importante del país, lanzó
junto con otras organizaciones una campaña de inscripción de votantes, centrada
en el suroeste de Estados Unidos, con la meta de registrar a 150 mil nuevos
votantes hispanos este ciclo electoral. Sin embargo, sin el incentivo de una
medida migratoria, ésta se ha convertido en una tarea cuesta arriba.
Fernando
Chacón, director de programas de la organización El Centro del Pueblo, no se da
por vencido. Sentado bajo una carpa enmarcada por figuras de tamaño natural de
Barack y Michelle Obama, y de Bill y Hillary Clinton, confía en que la población
latina será capaz de ver más allá de la coyuntura e identificar el poder que
acompaña al ejercicio de su derecho al voto.
“Tal
vez una reforma migratoria no se hizo, pero lo que sí ha pasado es que nuestros
representantes nos han puesto atención por la fuerza que hemos demostrado”,
explica Chacón. “Hoy viene una elección intermedia, pero después viene una
presidencial; los números que tengamos en las urnas durante esta elección
repercuten en nuestra capacidad de negociar con los candidatos dentro de dos
años”.
El
activista, quien por años se ha dedicado a la promoción del voto latino, apunta
a un dato más, que puede ser un fuerte argumento para que esa comunidad salga a
votar a pesar de todo: el peso de su voto en las contiendas locales.
“Al
tiempo que tenemos elecciones de Congreso, tenemos elecciones locales. A ese
nivel sí hemos conseguido cosas importantes”, dice, haciendo referencia a la
capacidad de impulsar leyes a nivel estatal y municipal. En California, por
ejemplo, recientemente se aprobaron iniciativas que permiten a los estudiantes
indocumentados recibir apoyos económicos para ir a la universidad, o que
otorgan licencias de manejo a la población inmigrante sin documentos. “Hay
pequeñas ciudades donde la posición de un concejal o un representante se define
por 14 votos. Lo hemos visto en comunidades tan pequeñas como Pico Rivera, en
California, y también en estados como Florida. Cada voto sigue contando”,
explica Chacón.
Si
cada voto cuenta, los latinos tendrían que estar conscientes de ese poder. Cada
mes 66 mil jóvenes de este grupo étnico cumplen 18 años, la edad para votar en
Estados Unidos. En la elección de este noviembre, los latinos representarán
cerca del 8% del electorado nacional, pero en su área de mayor influencia, los
estados de Arizona, California, Colorado, Connecticut, Florida, Idaho, New
Jersey, New Mexico, New York, Nevada y Texas, alcanzan el 10% del electorado.
Aunque
el tema migratorio podría volver a moverse hasta 2016, cuando habrá elecciones
senatoriales competidas en varios de estos estados de elevada población
hispana, el referente inmediato de la participación de esta comunidad en las
urnas, y por tanto su capacidad de negociación, estará dado por los resultados
de 2014. Seis semanas bastarán para medir el impacto de la falta de decisión de
Obama en la fuerza del voto latino.
(PROCESO
/ PRISMA INTERNACIONAL/ EILEEN TRUAX/ 19 DE SEPTIEMBRE DE 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario