Hacer
fila por más de cinco horas para cargar 150 pesos de gasolina, la cuota
permitida para la población, le permitió a Eugenio Pimentel cargar la batería
de su teléfono celular y poder comunicarse con su familia de Mazatlán.
Llegó
a Los Cabos hace 14 años como ingeniero civil para aprovechar la oportunidad
que las inversiones y el auge hotelero ofrecían con las nuevas infraestructuras.
Contactado
por Ríodoce la noche del jueves 18 de septiembre, interrumpe de la llamada
porque de pronto percibe una racha de viento que amenaza la aparente calma que
dejó la tempestad llamada “Odile”.
Nueve
horas y “Odile” arrasó con lo que tuvo a su paso, dijo. La gente empezó a salir
de sus casas como a las siete de la mañana y empezó a ver cómo habían quedado
los comercios, las calles y sus casas… era impresionante.
Y
ahí parado, viendo caminar a la gente desesperada, vio a una mujer que pasó
entre la gasolinera y la tienda City Club cargando un minisplit sin compresor y
a otro con una pantalla; escuchó historias, como la de dos niños que murieron
aplastados en una Soriana, del guardia que sobornaron con 500 pesos para sacar
una motocicleta…”la gente abusó, se le salió de control a las autoridades y
abusaron, no buscan satisfacer necesidades básicas”.
Con
su domicilio cercano a una tienda Oxxo, sintió un poco de alivio al ver por la
mañana que no tenía ningún cristal y mantuvo la expectativa de que los
trabajadores dieran servicio, pero en la tarde ya estaba vandalizado.
En
su recorrido para revisar su local vio viviendas elegantes con cristales rotos
y personas que llevaban congeladores, galones de nieve que probaban y luego
tiraban, vehículos que acarreaban artículos.
En
la calle principal Lázaro Cárdenas los artículos de oficina, techos a media
calle y láminas retorcidas dieron cuenta del paso de “Odile”. Y como fichas de
dominó por las calles Morelos y Leona Vicario, postes de concreto y madera
arrancados del suelo por el viento.
"ODILE" SAQUEO DEL OXXO
“Te
puedo decir que hoy, a cuatro días de que pasó el huracán, la ayuda no ha
llegado, o si llegó, no se ha informado a dónde porque seguimos sin agua, sin
alimentos ni energía eléctrica”, asentó.
Mejor
librado por contar todavía con agua y comida, Eugenio ve cómo la desesperación
ha llevado a sus vecinos a armarse, formar una barricada, encender una fogata a
media calle y evitar el paso de cualquier extraño. Para protegerse e
identificarse usan camisetas blancas, sobre todo en la noche.
El
opta por guarecerse en su domicilio apenas cae la noche, ya que es la orden de
las fuerzas federales: atender el toque de queda y no salir a la calle, porque
“anda un grupo de delincuentes que están saqueando las casas, son como 30
cabrones armados”, indicó.
“Los
daños que se aprecian a la vista es que las calles apestan cada vez más; se
están desbordando los drenajes, en la zona turística no ha pasado el carro de
la basura, el aeropuerto está destruido, y el vandalismo está en su apogeo,
porque no fue rapiña de pánico, la gente salió de sus casas para ver donde se
abastecerían de alimentos, no para robar, pero las acciones de unos desataron
la reacción en otros”, relató.
En
un ambiente que describe, además de pestilente, denso por la inseguridad y la
intención de cuidarse unos de otros, considera que si no llega ayuda pronto, la
“guerra” próxima a desatarse será por el agua.
(RIODOCE/ REDACCION/ Nelda Ortega/ septiembre 21, 2014)
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