lunes, 22 de septiembre de 2014

LOS CABOS, FUERA DE CONTROL



Hacer fila por más de cinco horas para cargar 150 pesos de gasolina, la cuota permitida para la población, le permitió a Eugenio Pimentel cargar la batería de su teléfono celular y poder comunicarse con su familia de Mazatlán.

Llegó a Los Cabos hace 14 años como ingeniero civil para aprovechar la oportunidad que las inversiones y el auge hotelero ofrecían con las nuevas infraestructuras.

Contactado por Ríodoce la noche del jueves 18 de septiembre, interrumpe de la llamada porque de pronto percibe una racha de viento que amenaza la aparente calma que dejó la tempestad llamada “Odile”.

Nueve horas y “Odile” arrasó con lo que tuvo a su paso, dijo. La gente empezó a salir de sus casas como a las siete de la mañana y empezó a ver cómo habían quedado los comercios, las calles y sus casas… era impresionante.

Y ahí parado, viendo caminar a la gente desesperada, vio a una mujer que pasó entre la gasolinera y la tienda City Club cargando un minisplit sin compresor y a otro con una pantalla; escuchó historias, como la de dos niños que murieron aplastados en una Soriana, del guardia que sobornaron con 500 pesos para sacar una motocicleta…”la gente abusó, se le salió de control a las autoridades y abusaron, no buscan satisfacer necesidades básicas”.

Con su domicilio cercano a una tienda Oxxo, sintió un poco de alivio al ver por la mañana que no tenía ningún cristal y mantuvo la expectativa de que los trabajadores dieran servicio, pero en la tarde ya estaba vandalizado.

En su recorrido para revisar su local vio viviendas elegantes con cristales rotos y personas que llevaban congeladores, galones de nieve que probaban y luego tiraban, vehículos que acarreaban artículos.

En la calle principal Lázaro Cárdenas los artículos de oficina, techos a media calle y láminas retorcidas dieron cuenta del paso de “Odile”. Y como fichas de dominó por las calles Morelos y Leona Vicario, postes de concreto y madera arrancados del suelo por el viento.

"ODILE" SAQUEO DEL OXXO

“Te puedo decir que hoy, a cuatro días de que pasó el huracán, la ayuda no ha llegado, o si llegó, no se ha informado a dónde porque seguimos sin agua, sin alimentos ni energía eléctrica”, asentó.

Mejor librado por contar todavía con agua y comida, Eugenio ve cómo la desesperación ha llevado a sus vecinos a armarse, formar una barricada, encender una fogata a media calle y evitar el paso de cualquier extraño. Para protegerse e identificarse usan camisetas blancas, sobre todo en la noche.

El opta por guarecerse en su domicilio apenas cae la noche, ya que es la orden de las fuerzas federales: atender el toque de queda y no salir a la calle, porque “anda un grupo de delincuentes que están saqueando las casas, son como 30 cabrones armados”, indicó.

“Los daños que se aprecian a la vista es que las calles apestan cada vez más; se están desbordando los drenajes, en la zona turística no ha pasado el carro de la basura, el aeropuerto está destruido, y el vandalismo está en su apogeo, porque no fue rapiña de pánico, la gente salió de sus casas para ver donde se abastecerían de alimentos, no para robar, pero las acciones de unos desataron la reacción en otros”, relató.

En un ambiente que describe, además de pestilente, denso por la inseguridad y la intención de cuidarse unos de otros, considera que si no llega ayuda pronto, la “guerra” próxima a desatarse será por el agua.


(RIODOCE/ REDACCION/ Nelda Ortega/  septiembre 21, 2014)

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