CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- La fila de autobuses, vehículos tipo Suv y caravanas de
todoterreno estacionados a lo largo de la avenida Vasco de Quiroga, daban una
idea de las dimensiones del acto que, como en los mejores tiempos de los
presidentes del pasado priista, enmarcaría el cuarto aniversario en el poder de
Enrique Peña Nieto.
Unos
10 mil burócratas abandonaron hoy sus puestos de trabajo –profesores incluidos–
para aplaudir, vitorear y lanzar porras al presidente de México. El encuentro
es para un mensaje y dos videos que tienen un solo hilo conductor: “Hablar de
cosas que no se cuentan, pero que cuentan mucho”, la frase publicitaria lanzada
en agosto para el IV Informe de Gobierno.
Atrás,
en el pasado salinista quizá, quedaron las grandes concentraciones en el
Monumento a la Revolución –confinado hoy a campamento intermitente de
protesta–, ni el Zócalo capitalino –espacio destinado desde hace tiempo a
conciertos y actividades recreativas–. También atrás quedó el acto con jóvenes
becarios y beneficiarios de programas sociales con los que Peña Nieto desahogó
la parte informal de su IV Informe.
Pero
el fraseo y las conductas son idénticas, volvieron los vocablos del pasado:
unidad nacional para evitar las heridas de otra Revolución como la de 1910,
famosa expresión del antiguo presidencialismo priista. El “que me juzgue la
historia”, tan socorrido.
En
el corazón corporativo y comercial de Santa Fe, el arroyo vehicular se
convirtió en torrente humano: hombres y mujeres, mandos medios, con el traje
perturbado por stickers para el control de la seguridad; encuentro de
uniformidades oficiales, que pasan de la tropa, a los mandos, lo mismo en las
Fuerzas Armadas que en todo tipo de función gubernamental:
Petroleros
y electricistas en respectivo overol; los de Migración tan parecidos en el
caqui de Aduanas; y los cascos blancos de Protección Civil; los médicos en bata
blanca; siglas de la Secretaría de la Función Pública en relieve sobre las
camisolas blancas; carteros sin valija ni vehículo de reparto, y la marca hecha
joya se destaca en la solapa de los oscuros trajes masculinos y aun entre la
bisutería reluciente que cultiva la feminidad.
Ni
duda cabe, son enfermeras de blanco y celeste, o bien, de verde y blanco de la
seguridad social, a las que Peña Nieto saludará, trepando en las gradas como
suele hacer en toda concentración apoteósica, monumental, con música de fondo
estimulante a los sentidos y la grave voz de un anónimo maestro de ceremonias
que anuncia su llegada.
Él
en su traje oscuro y su corbata roja, como casi siempre, entra con paso firme,
amplio el séquito de seguridad y logística –staff, que le dicen– acompañado de
su esposa Angélica Rivera, que como nadie destaca por el rojo intenso del conjunto
holgado con el que se atavió para la ocasión.
Desde
las 9 de la mañana los servidores públicos saturaron medio centenar de arcos de
seguridad, un primer puesto para poder llegar a una segunda revisión y poco a
poco llenar el graderío simétrico con un plató central, alfombrado y repleto de
butacas.
Hoy,
Peña Nieto inicia el tercer tercio de su administración y para celebrarlo se
dispuso el plató plateado entre el persistente gris que, excepto por las
pantallas gigantes, parece invocar la modernidad del evento, cuyo programa
consiste en la transmisión de dos videos y el mensaje presidencial.
Peña
durante su encuentro con burócratas. Foto: Eduardo Miranda
***
Los
ensayos previos son discretos. Tampoco es como para que se ensaye tanto, pero
quizá la espera de varias horas alimenta el ímpetu y mata el tedio. Discretas
consignas, pero aun así, notorias en el graderío:
“Señor
presidente, el DIF está presente”, frase que se repite, como un murmullo en
tres ocasiones.
Será
la primera porra lanzada por el personal del DIF cuando Peña Nieto y la primera
dama, Angélica Rivera, irrumpan en el auditorio. La recompensa será el saludo
presidencial a lo lejos y la sonrisa amplia de la primera dama, su presidenta
honoraria. En eso, y menos afortunada, la frase, mensaje y porra:
“Presidente
S-C-T”, repetida tres veces desde el lugar donde se ubicó a los empleados de la
dependencia que encabeza el mexiquense Gerardo Ruiz Esparza.
El
sexenio es de mucha producción y la música que suele desplegarse en los eventos
públicos deja constancia de ello. Así que la notas musicales para la exaltación
de los estados de ánimo se intensifica, mientras las pantallas gigantes
muestran a Peña Nieto que como estila desde los tiempos en que era gobernador,
corre, trepa, saluda, besa, gesticula, alza los brazos, los pone en forma de
cruz, cruza y descruza, para alzar de nuevo y seguir su camino al centro del
plató.
La
burocracia hoy es protagónica, aunque luego el presidente no resista la
tentación de saludar al gabinete. Así, para el presídium se presenta a modestos
empleados de cada una de las dependencias del sector central, desconocidos para
la muchedumbre que sólo aplaude con intensidad y bravos cuando reconoce a uno de
los suyos en la presentación formal, apenas transcurrido el Himno Nacional para
el que previamente se pidió, cual set de televisión, que se cante fuerte.
Así
inicia, por fin, el acto que por apertura tiene un video con cifras e imágenes
de “lo que no se cuenta pero cuenta mucho”, y una música entusiasta. Le sigue
otro, para aquellos que hacen posible aquello que no se cuenta pero cuenta
mucho y en el que aparecen otros que identifican igual que ellos, hablando del
sentimiento que les provoca hacer o entregar determinado beneficio, que opinan
sobre los programas que son su sustento y que, poco a poco, se satura de
lugares comunes con música de fondo:
“Los
niños se ven felices con su pancita llena”, dice un empleado de Sedesol.
“Que
cada quien pueda ser arquitecto de su propio destino”, dice el de la SEP.
“Trabajamos
en la transparencia, la rendición de cuentas y en abatir la corrupción”, dice
una joven de la Función Pública.
Y
así por el estilo…
Aplausos.
***
Ha
pasado media hora desde que inició el evento, entre saludos del presidente,
videos y aplausos. Llega su turno y la declaración inicial parece aproximarse a
la conocida treta discursiva tan socorrida por la clase política: traía un
discurso preparado sobre lo que se ha logrado, “pero prefiero hablar de los
próximos dos años que significan la consolidación”, dice Peña Nieto, para
añadir que intentará ser breve. Tardará 55 minutos.
La
treta, al parecer no lo será tanto. Los papeles, traspapelados, anulan el hilo
conductor del discurso y el intento de improvisar provocó un ir y venir en
temas. Fue así que como lo que él llama “los ejes de gobierno”, se mezclaron
con las reformas estructurales. De educación a la reforma fiscal; de seguridad
a pobreza y relacionarla con empleo, para volver a educación y hablar del
aumento al salario. Y luego intentar retomar el discurso.
La
improvisación del presidente fue un intento por atender las hojas que tenía en
el atril. Al enfatizar situaciones se justificaba para salir con lamentos
implícitos:
“A
veces se dice que el presidente viaja mucho. No es tanto. Si nos midiéramos
como en el resto de lo que han viajado mis antecesores, prácticamente estamos
en una presencia quizá similar”.
O
sobre la relación con Estados Unidos ante el triunfo de Donald Trump:
“Algunos
censuran mi optimismo. Sí estoy optimista de que podamos arribar realmente a la
concreción de una agenda que depare, repito, beneficios a ambas sociedades, de
dos países que tienen una alianza estratégica en esta vecindad geográfica”.
Otras
veces fueron bromas sin mucho éxito:
“Millas
acumuladas de viaje debe tener nuestra canciller, la secretaria de Relaciones
Exteriores; el secretario de Economía y sus colaboradores, precisamente para
abrir mercado a nuestros productos y proyectar a México como un país
confiable”.
Alusiones
indirectas como cuando dijo, sin mencionar país, a los que se cierran no tienen
logros para las sociedades, y por eso México siempre procura la apertura.
Unas
más fueron justificaciones:
“No
hay gobierno, en ninguna parte del mundo, que merezca aplausos ni sea muy
popular por impulsar una reforma fiscal”.
O
bien, la culpa en las redes sociales:
“Hoy,
la sociedad espera ver resultados casi inmediatos, casi visibles en la
inmediatez que hoy estamos viviendo. Lo que decía hace unos momentos, en otro
auditorio, donde hoy vivimos tiempos de cambio acelerados, vertiginosos, que
con sólo un clic nos permite tener comunicación y acceso a la información de
cualquier parte del mundo. Y con esa misma velocidad, a veces se espera de las
sociedades que haya casi respuestas inmediatas y rápidas a muchas de las
demandas que hay entre la sociedad”, dice Peña Nieto para justificar que las
reformas estructurales tardan en arrojar resultados.
Y,
naturalmente, el desliz de siempre, en esta ocasión expuesto en un intento por
expresar la dimensión de las rutas que recorre Diconsa en el país, entrampado
en la cifra 4 mil: 4 mil vueltas al mundo, 4 mil camiones, 4 mil recorridos…
Otro:
presume inversiones en prevención en materia de seguridad sin reparar en que el
Presupuesto de Egresos 2017 no consideró recursos para ese rubro.
Es
un día para el presidencialismo que en la burocracia encuentra el aplauso, la
interrupción tímida y el estallido cuando menciona a las dependencias en las
que trabajan: “Dónde está la SCT”, y éstos responden con porras; “dónde está
Pemex”…
Aunque
a los maestros se les ha prohibido con insistencia que participen en
actividades políticas abandonando las clases, so pena de descuento o sanción,
el presidente es claro: aquí hay también profesores.
El
regreso a las oficinas de Pemex. Foto: Arturo Rodríguez
***
Hoy
inició el quinto año de gobierno y el presidente de México se sabe cuestionado.
Dice que no le importa, aunque ha gastado 24 mil millones de pesos en
publicidad, el gasto más alto de todos los mandatarios de la historia, Peña
Nieto afirma que no le importa si hablan mal de él, mientras se hable bien de
México.
La
expresión tampoco es nueva. En su quinto año de gobierno, Felipe Calderón pidió
lo mismo y hasta lanzó un programa llamado así, en conjunto con cámaras
empresariales, a fin de reposicionar la imagen del país.
En
realidad, lo que Peña pide es que se hable bien del país y no se hable de él,
que de esto último se encargue la historia:
“Y
a ustedes, como compañeros en el servicio público, los convoco y los invito con
respeto, también, a que hablemos bien. Ahora sí les digo: no del presidente de
México, porque a otros les he pedido que hablen bien de México, aunque no
quieran hablar bien del gobierno. Pero a ustedes que son parte del gobierno,
les pido que hablemos de los logros que entre todos hemos construido, porque
ustedes son los actores protagónicos de las reformas y de los cambios
transformadores que estamos impulsando.
“No
les pido que hablen bien del presidente. Dejen que el juicio de la historia
hable del presidente”.
Sigue
el llamado a la unidad nacional, que dará inicio a sus referencias históricas,
repetidas por la noche en cadena nacional. Hay que estar unidos, dice, para que
no pase como en la Revolución, cuando la desunión produjo un millón de muertos.
Por la noche, ampliará su llamado a la unidad para que no ocurra como con la
pérdida del territorio en el siglo XIX.
La
tanda de aplausos no se prolonga demasiado y Peña Nieto sale rápido del
recinto, como rápido intenta salir la burocracia federal que lo acompañó.
Santa
Fe es la definición del caos vehicular, con autobuses, Suvs y caravanas
buscando acomodo mientras cada dependencia muestra sus carteles de ubicación:
Pemex
Camión 10; Sagarpa, camión 2…
Guardias
y choferes discuten con sus similares por conseguir un espacio cercano al
acceso y que los funcionarios a quienes atienden puedan abordar sin mucho
esfuerzo.
El
caos en nada se parece al de cuatro años atrás, cuando el centro de la Ciudad
de México se desquició por otros motivos, el de miles de personas que
protestaban por la toma de posesión, y confrontaban al Ejército, Estado Mayor
Presidencial y Policía Federal.
Aquí,
la jornada ha concluido, y sobre la diáspora burocrática un helicóptero surca
el cielo, con dirección a la residencia oficial.
(PROCESO/
CRÓNICA/ ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA/ 1 DICIEMBRE, 2016)
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