Alex, sobreviviente del ataque en
Iguala, Guerrero, a los normalistas de Ayotzinapa. Foto: Francisco Cañedo,
SinEmbargo
Ayotzinapa, Guerrero, 22 de
septiembre (SinEmbargo).– La mañana del 27 de septiembre de 2014, ante personal
de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Guerrero (PGJEG) y a quien
identifica como de “derechos humanos”, Alex, un sobreviviente del ataque a los
normalistas de Ayotzinapa, declaró lo sucedido durante la noche anterior con el
quinto autobús que tomaron 14 estudiantes en la Central Camionera Estrella
Blanca de Iguala.
El joven estudiante, entonces
de primer grado de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, llevó
personalmente a las autoridades y a quienes se identificaron como defensores de
derechos humanos hacia la salida a Chilpancingo, frente al Palacio de Justicia,
para indicarles cómo llegaron hasta ahí en un autobús Estrella Roja y la forma
en la que desapareció antes de las 11 de la noche.
“Fui yo y otro compañero
sobreviviente quienes declaramos y llevamos a personal de derechos humanos a
una reconstrucción. Ellos, los de derechos humanos, se llevaron las
declaraciones, los informes, todo lo que declaré en la Procuraduría, por eso se
me hace extraño que no se haya investigado eso”, dice en entrevista con
SinEmbargo en una visita a la Normal de Ayotzinapa.
El 6 de septiembre, el Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) presentó un informe final sobre sus
investigaciones en México en torno al caso y reveló que la Procuraduría General
de la República (PGR), entonces bajo el mando del priista Jesús Murillo Karam,
pasó por alto y omitió en el expediente la existencia del quinto autobús en el
caso Ayotzinapa: un Estrella Roja con 14 normalistas, que fue vaciado a punta
de balazos por elementos de la Policía Federal (PF) a la altura del Palacio de
Justicia, en la salida Iguala-Chilpancingo.
Lo omitió bajo el pretexto de
que ese camión fue abandonado por los normalistas inmediatamente después de
sacarlo de la Central de Camiones de Iguala, porque se pusieron nerviosos y
pensaron que no servía, de acuerdo con la declaración del chofer.
Esa declaración bastó para
que la PGR desechara ese quinto autobús como evidencia y no consignara el hecho
ni considerara ese autobús como escena del crimen, reveló el informe.
Pero Alex estuvo ahí esa
noche y sobrevivió junto con sus otros 13 compañeros que tomaron el autobús
Estrella Roja alrededor de las nueve de la noche en la central camionera.
El joven normalista fue uno
de los ocho estudiantes que en un primer momento arribaron a la central de
autobuses en un Costa Line y que fueron encerrados por el chofer del vehículo.
Luego de que el resto de los
normalistas arribaran al lugar en dos autobuses Estrella de Oro en apoyo de sus
compañeros, decidieron llevarse otros tres autobuses. Uno de ellos un Estrella
Roja que estaba a punto de salir de la terminal sin pasajeros.
“El Estrella Roja ya había
prendido, se estaba empezando a mover cuando lo paramos. Yo fui el penúltimo en
subirse. El chofer nos dijo: ‘Sí vámonos. Yo tengo familia en Tixtla, ahorita
nos vamos’”, relata.
Los estudiantes se relajaron.
Empezaron a bromear, iba contentos. Entonces el chofer recibió una llamada,
afirma Alex:
“Nos vamos para Tixtla con
los chavos de la escuela de Ayotzinapa. Me agarraron y llevo un Estrella Roja”,
dijo al teléfono.
Después de la llamada, el
chofer les dijo a los 14 jóvenes que debía detenerse para entregar unos
documentos. Llevaba un sobre de papel manila cerrado.
“Ya no voy a ir a donde iba.
Les pido un favor: va a venir una persona por estos documentos”, les indicó.
–Está bueno, le damos cinco
minutos párese por ahí, esperamos que vengan–, respondió el líder del grupo de
los estudiantes.
Una mujer y un hombre
llegaron enseguida en una motoneta, recogieron el sobre cerrado y se retiraron.
–Ahora sí vámonos. Yo tengo
familia en Tixtla. Vámonos ya quiero tomar unas vacaciones–, les dijo el
chofer, de acuerdo con lo que ahora cuenta Alex.
El autobús Estrella Roja
siguió su camino y tomó Periférico Sur. Antes de llegar al Palacio de Justicia
el chofer se detuvo. A unos 500 metros había alrededor de 10 patrullas y uno de
los autobuses Estrella de Oro detenido. Varios policías municipales bajaban a
los estudiantes y se los llevaban en las unidades.
En ese momento los 14
normalistas del Estrella Roja ya sabían que uno de sus compañeros estaba
muerto.
EL AUTOBÚS QUE SE HIZO HUMO
El chofer se detuvo y se bajó
del autobús para hablar con los policías que se encontraban en el lugar.
Mientras ellos hablaban, los municipales apuntaron con sus linternas y sus
armas a los rostros de los estudiantes. Empezaron a insultarse mutuamente.
–Son unos perros, ya mataron
a uno de nosotros. Jálale, jálale, a ver si van a matarnos a nosotros también–,
les gritó uno de ellos.
Los jóvenes empezaron a
retroceder y a alejarse poco a poco del autobús. Caminaron dos cuadras. Los
policías no los siguieron en ese momento. Entonces echaron a correr por el
periférico y luego se escondieron en el monte
Empezaron a caminar alrededor
y un poco antes de las 11:00 de la noche bajaron de nuevo a la carretera. El
autobús Estrella Roja ya no estaba. Sólo permanecía en el lugar el Estrella de
Oro con los cristales rotos y no había ni un alma.
Se reunieron los 14
estudiantes y decidieron caminar hacia el escenario de la Bodega Aurrerá, en
donde fueron detenidos tres de los autobuses.
Caminaron sobre la carretera
y vieron pasar las dos camionetas que entraban a Iguala para apoyar a los
normalistas y ofrecer una rueda de prensa, en donde serían asesinados dos de
ellos más tarde a quemarropa.
Entonces miembros de la
Policía Federal vieron a los normalistas a bordo de sus patrullas y empezaron a
perseguirlos a punta de balazos.
“Nos alcanzaron las
patrullas. Luego llegaron camionetas de Protección Civil y se nos pusieron a
los lados. Por detrás llegaron otras tres patrullas. Quedamos encapsulados en
un espacio de 50 metros”, narra Alex.
Había entre los policías,
hombres armados vestidos de civil apuntándoles, afirma el joven.
A un lado de la carretera
había un arroyo y unas tablas. Los estudiantes se echaron a correr en medio de
los vehículos.
–¡Ahora sí ya valieron madre!
¡Pinches chamacos cabrones!–, les gritó uno de los federales.
Alex relata: “Empezaron a
aventar piedras y corrimos. Hubo insultos de ambas partes y nos empezaron a
tirar y corrimos. Había un callejón y nos metimos por ahí, apenas alcanzamos a
salir del callejón porque venía otra patrulla para encapsularnos, pero no
alcanzó a llegar”.
Los normalistas corrieron
despavoridos hacia un cerro y empezaron a subir unas gradas como pudieron. Se
empujaban, gritaban, el miedo se apoderó de todos.
Una mujer gritaba desde los
lejos: “¡No les hagan nada, los muchachos son inocentes no les están haciendo
nada!”, recuerda Alex.
Entonces pasaron frente a la
casa de la mujer que lloraba y gritaba y le pidieron auxilio. La mujer abrió la
puerta y 10 de ellos se refugiaron, los otros cuatro, presos del terror,
continuaron corriendo.
– ¿Por qué vinieron a Iguala muchachos? No hubieran entrado aquí.
Ese pendejo del Presidente [el perredista José Luis Abarca Velázquez] tiene
bien vigilado todo. No hubieran entrado a Iguala–, les dijo la mujer.
Entonces les ofreció agua y
accedió a que los jóvenes se quedaran hasta las cuatro de la mañana, escondidos
en su casa.
Había un ventanal y desde ahí
se podía ver hacia la carretera. Había patrullas rondando. Los estudiantes se
acostaron en el piso. Algunos se quedaron dormidos, otros se mantuvieron en
vela. A las cuatro de la mañana Alex se puso en pie y salió a buscar al monte a
los cuatro normalistas que hacían falta. No los encontró y regresó.
A las cuatro y media de la
madrugada salieron de la casa que fue su escondite y bajaron las gradas.
Caminaron agotados,
hambrientos y asustados por la carretera, cuando sonó un celular.
Era uno de los normalistas
que le avisaba al líder del grupo que una patrulla blanca los recogería y así
fue. La unidad pasó delante de ellos y se estacionó 20 metros después. Luego
dio reversa.
–¡Súbanse chavos!–, les dijo
un oficial.
“Teníamos miedo. ¿Cómo nos
íbamos a subir a una patrulla si nos habían perseguido? Luego vimos que venían
otros dos compañeros nuestros ahí y nos subimos. La verdad yo tenía mucho miedo
y mientras avanzaba yo pensaba en cómo le haría si nos querían hacer algo. Me
iba a tirar de la patrulla”, dice Alex.
Los jóvenes fueron
trasladados a las instalaciones de la PGJEG para que rindieran su declaración.
Ahí había sólo 60 de los más
de 100 estudiantes que habían salido de Ayotzinapa el 26 de septiembre por la
tarde.
Les dieron café y pan. Alex
empezó a declarar lo sucedido en el quinto autobús. Más tarde empezaron a
llegar los padres a preguntar por sus hijos.
Muchos se dieron cuenta,
entrada la mañana, como a las nueve –doce horas después de la persecución–, que
sus hijos estaban desaparecidos.
Cuarenta y tres normalistas
que viajaban en los dos autobuses Estrella de Oro, se esfumaron esa noche.
UNA OPORTUNIDAD, PERO BAJO AMENAZA
La vida de Alex después de
esa noche cambió. Hoy sigue en la Normal de Ayotzinapa. Ahora está en segundo
grado y casi la mitad de su generación está desaparecida.
“Yo tengo metas, tengo
sueños, siempre he tenido el objetivo de estudiar, salir adelante. Ese día fue
algo feo y pues hay que sacar lo bueno de cada experiencia. Marcó mi vida y la
de todos los compañeros. A lo mejor un día se me olvida, quien sabe, pero hoy
me siento afortunado de vivir”, dice.
El 28 de septiembre Alex
regresó a su comunidad y labró la tierra con su padre. Todo el día estuvo
pensando en lo sucedido.
“Estuve pensando en mis
compañeros y que yo tuve una nueva oportunidad más para seguir aquí. A veces
pienso que cualquier cosa que me pueda pasar, son pequeñeces porque mis
compañeros quisieran estar aquí, aunque les pasaran pequeñeces”, dice.
Cualquier situación es mejor
que estar desaparecido, indica.
Aunque hace unos días recibió
unos mensajes amenazantes de números desconocidos.
– No que muy cabroncito.
Déjate de tus cosas, no vas a ser el primero, ni el último de Ayotzi–, le
escribieron a través de Whatsapp.
Alex borró los mensajes.
“Me trataban de sacar
información, me preguntaban que si de donde era. Aquí hay mucha gente que está
amenazada”, dice.
El joven omite su lugar de
origen y se cubre el rostro con un paliacate para tomarse una fotografía. No da
apellido, ni apodo. Nada que lo pueda identificar.
No le gusta cubrirse el
rostro, dice. Pero en esta ocasión, tiene miedo. Ha tenido miedo desde que sus
43 compañeros desaparecieron.
Miedo, tristeza y mucho
dolor.
EL QUINTO AUTOBÚS EN EL INFORME DEL GIEI
El grupo de expertos de la
CIDH presentó el pasado 6 de septiembre el informe del caso Ayotzinapa. Foto:
Luis Barrón, SinEmbargo
El grupo de expertos de la
CIDH presentó el pasado 6 de septiembre el informe del caso Ayotzinapa. Foto:
Luis Barrón, SinEmbargo
El quinto autobús que
desapareció de la escena, que nunca investigó la PGR, ni consignó en su
expediente, pudo ser el detonante de la agresión a los estudiantes, al ser un
vehículo posiblemente cargado con droga o con dinero, según el informe de los
expertos.
“La acción de tomar autobuses
por parte de los normalistas, a pesar de que tenía otros objetivos, como era
obtener transporte para que los normalistas provenientes de diferentes escuelas
normales pudieran participar en la marcha del 2 de octubre, podría haberse
cruzado con dicha existencia de drogas ilícitas (o dinero) en uno de los
autobuses, específicamente en ese autobús, Estrella Roja”, dice la
investigación.
El experto Francisco Cox
explicó que fuentes de Estados Unidos se refieren al menos a una investigación
en curso, una declaración jurada de un agente de la Administración para el
Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés), en donde se ordenaron
escuchas a miembros del grupo de Guerreros Unidos, que coinciden con la
desaparición de los normalistas.
Los fiscales de la DEA
indicaron a los expertos que no hay antecedentes que apunten a los jóvenes,
pero sí sobre la utilización de autobuses para movilizar droga según una causa
iniciada en Atlanta.
“Según las informaciones
recogidas, Iguala es un lugar de tráfico de heroína muy importante y, según la
información pública, una parte de ese tráfico se haría mediante el uso de
algunos autobuses que esconden dicha droga de forma camuflada”, dice el
informe.
De acuerdo con el informe de
GIEI la declaración del chofer del autobús Estrella Roja, contradice la versión
del grupo de normalistas sobrevivientes.
“Los testimonios de los
sobrevivientes son consistentes entre sí, en que fueron obligados a bajar del
bus, estando a unos 100 metros del autobús, Estrella Oro, y que huyeron a un
cerro. Existen varias evidencias en el C-4 de llamadas sobre movimientos de
jóvenes en dicha zona y la colonia Pajaritos y la colonia 24 de febrero que
concuerdan totalmente con las declaraciones de nos normalistas y que fueron
finalmente confirmadas ante la propia PGR en declaración nuevamente rendida en
julio de 2015. Un testigo señala que en ese escenario, a unos 100 metros del
autobús, antes de donde se encontraba el autobús, Estrella de Oro, el autobús,
Estrella Roja fue detenido por una patrulla de la Policía Federal. Una
declaración manuscrita en el expediente de otro testigo lo señala también.
Estas circunstancias no se han investigado hasta ahora”, dice el informe.
El transporte existió, aceptó
después de la PGR, pero no fue escena del crimen porque fue abandonado por los
estudiantes, casi inmediatamente después de sacarlo de la Central de Autobuses.
Al presentar el autobús
Estrella Roja que habría sido abandonado, los expertos del GIEI determinaron a
través de un peritaje, que podría no tratarse del mismo camión que fue tomado
por los 14 estudiantes y que aparece en un video que lograron recuperar del momento
en que salen los autobuses de la central camionera de Iguala.
“El hecho de que el autobús
no apareciera registrado en la investigación y se hubiera narrado sobre el
mismo un suceso que no ocurrió (que fue destruido a la salida de la estación)
es en sí mismo un elemento de sospecha. ¿Por qué se omitió? ¿Por qué no se procesó,
por qué no se tomaron evidencias? ¿Por qué no se identificó hasta que el GIEI
señaló su existencia?”, cuestionan los expertos.
INCONSISTENCIAS SOBRE EL BUS IGNORADO
En síntesis los expertos
encontraron siete contradicciones graves y omisiones en torno al quinto
autobús:
1) La inexistencia de un autobús
Estrella Roja en la historia oficial y el expediente de la PGR, a pesar de que
los normalistas habían informado en sus declaraciones iniciales sobre ello y
había sido recogido por la primera consignación elaborada por la PGJ. No se ha
proporcionado ninguna información oficial de esta omisión.
2) El señalamiento en el mismo
expediente de un autobús, que fue tomado, salió de la central de autobuses y
posteriormente fue inutilizado por los normalistas, del que no se tiene
conocimiento ni se dan más detalles, ni se analiza como escena. En las
consignaciones del 20 de diciembre de 2014 y del 2 de enero de 2015, se afirmó
que: “(…) y el tercer camión el cual fue destrozado y dejado a las afueras de
la Central Camionera”.
3) Las enormes diferencias en el
trayecto y circunstancias del autobús Estrella Roja, entre el testimonio del
chofer incluido en la declaración ante la PGR, y que finalmente fue tomado en
junio de 2015, y los testimonios recogidos de los normalistas y sus
declaraciones ante la PGJ y PGR tanto en el momento de los hechos (27 de
septiembre de 2014) como meses después (octubre y julio 2015).
Además del video solicitado por el GIEI
a la PGR de la Central Camionera del Sur donde se recoge dicha salida, y de una
inspección in situ del GIEI sobre el trayecto posterior de los normalistas.
4) Las diferencias evidentes entre el
autobús, presentado como el que salió esa noche con normalistas de la estación
de autobuses de Iguala y las imágenes tomadas por el GIEI en la inspección de
dicho bus, diferencias señaladas por un peritaje especializado y por el grupo
de normalistas que lo tomaron.
5) Las contradicciones entre el
testimonio del chofer sobre su recorrido posterior, yendo a Jocutla, y la hoja de
registro de esa noche del trayecto de dicho autobús, que señala que salió 10
minutos antes de lo registrado en el video de la estación de autobuses, y cuya
hora fue comprobada por el GIEI, que en la hoja de incidencias no se señala que
dicho autobús fue tomado por un grupo de normalistas, así como que refiere que
el autobús, se dirigió normalmente a Cuautla que sería su destino y no a
Jocutla como señaló el chofer en su declaración.
6) La existencia en el expediente de dos
declaraciones contradictorias sobre estos hechos, con dos firmas diferentes,
una declaración y un manuscrito. Todas esas inconsistencias y contradicciones
evidentes muestran la sospecha de que bajo esas circunstancias se esconden
aspectos importantes a considerar. Y que estos pueden tener que ver con el
modus operandi y la motivación de la agresión.
7) Se da la circunstancia de que dicho
autobús, fue el único que no fue atacado violentamente esa noche (lo fueron los
Costa Line 2012 y 2510, los Estrella de Oro 1531 y 1568 y el autobús Castro-Tours
de Los Avispones).
(SIN EMBARGO.MX/ Shaila Rosagel /
septiembre 22, 2015 - 00:03h 20)
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