martes, 4 de diciembre de 2012

EXPEDIENTE CRIMINAL: "EL CHEPE"...

Rosendo Zavala


Mientras la desgracia cobraba forma con los torrentes de sangre que inundaban la fatídica esquina, el célebre homicida corría para evadir a la justicia, sin maginar que sus propios compañeros de parranda lo delatarían con tal de mantener intacta su libertad.

Cobijado por el manto de la noche, “El Chepe” perpetró uno de los asesinatos múltiples más sangrientos de que se tenga memoria, convirtiendo las calles de la zona poniente en el tétrico escenario que lo marcó para siempre…como el matón de la Río Bravo.

NOCHE DE FESTEJO

Derrochando la euforia que sentía por departir su felicidad con los amigos que le acompañaban, Luis deambuló sobre ruedas en la camioneta donde daban rienda suelta a su pasión por el vino, el fin de semana estaba en pleno y pretendía ahogarse en el elíxir del alcohol.

Pero lo que el obrero no sabía es que su destino ya estaba escrito, porque en cuestión de minutos pasó de ser un simple ciudadano al más despiadado homicida de los últimos años, en un “detalle” que podría mantenerlo bajo encierro durante las próximas décadas.

Aquella tarde de sábado, todo estaba dispuesto para que el hombre de 32 años hiciera de su existencia el mejor de los negocios, donde la bebida sería el ingrediente que aderezaría las correrías que ya tenía planeadas junto a sus cómplices de juerga.

Fue así como la caída de la tarde vio subir en “La Roja” a Adolfo, Elí, Eduardo y hasta al propio Luis Arturo, que con plena seguridad guió a sus amigos hasta el mágico escenario de la diversión torcida que se convirtió en tragedia.

Con el paso de las horas, la trivialidad de las charlas comunes se transformó en murmullos ilegibles, porque el fantasma del alcohol comenzaba a causar estragos en los parranderos, que sin conocer su futuro corrían por las calles de la ciudad imaginando que tenían el mundo en un puño.

Sin saberlo, los trasnochadores se encaminaban al punto de ebullición que estaba por convertirlos en partícipes del brutal zafarracho que los marcaría para siempre, porque el saldo de la reyerta donde se vieron envueltos les ocasionaría algo más que simples problemas vecinales.

Mientras tanto, los amigos se embriagaban ajenos a la maldad que ya los aguardaba, y sin pensar en la desgracia siguieron la ruta imaginaria que el momento les indicaba, guiados por las discusiones de borracho donde decidían hasta dónde llegarían.

Fue así como el domingo alcanzó a los briagos, que desentendidos de la realidad jugaban con las sombras de la noche, que para entonces ya se había convertido en su mejor aliada, sacando provecho a cada minuto de su descanso laboral.

TERROR EN LA CALLE

En medio el panorama festivo que por todos lados se vislumbraba halagüeño para los compadres, la troca Ford se metió entre los rincones de la colonia Río Bravo, comenzando el recorrido que se pintaría de tragedia repentinamente, cuando los recuerdos de las “cuentas pendientes” salieron a relucir de la nada.

Y es que tras pasar sobre el cruce de Juan Escutia y Juan de la Barrera, “El Chepe” observó a un grupo de jóvenes que se entretenían en el exterior de un domicilio, siendo entonces cuando evocó el pasado reciente tras reconocer a uno de aquellos como quien le debía una explicación.

Sin perder el tiempo, Luis Arturo hizo que el vehículo se detuviera, y convencido de que alguien debía saciar su coraje caminó presuroso para llegar hasta donde los “convividores” seguían en su plática ignorando lo que estaba por venir.

Rompiendo la tranquilidad de la madrugada, el obrero infirió un ramillete de insultos a César Arturo, Gerardo y Jorge Eduardo, que extrañados por la actitud vandálica del desconocido lo ignoraron para seguir en lo suyo, cometiendo el error de atención que les costaría la vida.

Esto porque al ver que nadie seguía su juego de agresiones verbales, Luis Arturo sacó de entre su camiseta rayada una navaja que portaba para alardear con su gente, pero que ahora utilizaría para lavar la afrenta de haberse visto despreciado por sus antagonistas parranderos.

Sin pensar en la consecuencia de sus actos, el victimario arremetió contra el grupo, logrando asestar una puñalada en la humanidad de César Arturo que resultó fatal, para luego alcanzar con su daga a Gerardo, que poco pudo hacer para ponerse a salvo.

Al ver que sus amigos estaban mal heridos, Jorge Eduardo intentó abogar por ellos, pero corrió con la misma suerte, porque el embravecido sujeto ya se había encarrerado en sus ansias criminales y también le encajó el cuchillo concretando su bestial obra.

Tras ver que sus noveles oponentes yacían tirados a la mitad de la calle, el asesino y sus acompañantes corrieron en todas direcciones para evadir la acción de la justicia, mientras la muerte se postraba en el sitio para comenzar con el recuento de los daños.

Mientras la tétrica esquina se matizaba de violencia y dolor, transeúntes que pasaban por el lugar se aterrorizaban al ver la aterradora escena, donde los cuerpos sangrantes de los jóvenes agredidos daban un toque de miedo ajeno a los testigos.

TRÁGICO DESENLACE

Al ver que los “inocentes” rivales habían pasado a mejor vida, “El Chepe” se dio a la fuga, mientras “El Neas”, “El Elí” y “El Lalo” hacían lo propio para no verse envueltos en la complicada situación, donde ni siquiera habían participado.

Debido a lo fuerte de la escena que imperaba en la esquina del ataque, una gran movilización policiaca y de los cuerpos de auxilio invadió el lugar, donde César Arturo estaba inerte y con las vísceras de fuera, como resultado de la brutal agresión a la que había sido expuesto por el atacante de ocasión.

Al percatarse de que los amigos del difunto aún respiraban, los héroes anónimos de la Benemérita institución se dieron a la tarea de revisarlos para abordarlos en la ambulancia donde los trasladaron de emergencia a diferentes hospitales.

Por su parte, una nube de agentes ministeriales y municipales comenzaron la recolección de evidencias en el sitio del conflicto, buscando encontrar las pistas que les llevaran con el paradero del presunto responsable.

Días después de la inédita movilización, Eduardo dejó de existir al no soportar las lesiones sufridas en el sanguinario hecho, mientras Jorge Eduardo seguía luchando por sobrevivir en una sala del nosocomio donde lo habían ingresado tras el desigual pleito.

Como consecuencia el dolor invadió a las tres familias de los jóvenes atacados y la reacción de la sociedad no se hizo esperar, exigiendo a las autoridades la rápida resolución del caso y captura del asesino prófugo para que pagara con cárcel su doble delito.

Ante el reclamo público y la magnitud de los hechos, la justicia ministerial duplicó esfuerzos para llegar a la verdad con todo y sus participantes, desplegando una actividad importante en materia de investigación para agilizar los avances del caso.

En medio de la confusión que imperaba durante aquel el rojo amanecer, “El Chepe” se olvidó de la realidad para perderse en la inmensidad de la madrugada, evadiendo la escena, mientras la policía lo buscaba implacable para que respondiera por su delito.

Pero cuando los sabuesos ministeriales se entretenían asegurando a varios sospechosos para someterlos a investigación, el verdadero causante de la tragedia juvenil los burlaba en la distancia mientras hacía su vida de manera cotidiana, como si nada hubiera pasado.

OPERACIÓN CAPTURA

Durante las primeras pesquisas de la policía, el Bordo de Ferrocarril se convirtió en el principal punto de movilización, cuando vecinos del sector delataron la presencia de hombres desconocidos entre la maleza del lugar.

Aprovechando la soledad de las calles, los investigadores emprendieron una rápida ofensiva, donde aseguraron a los conocidos del homicida que en medio de un fuerte dispositivo fueron llevados a la Procuraduría donde fueron sometidos a extensos interrogatorios.

Tras arduas jornada de indagatorias de campo, los agentes aguardaron el momento exacto para capturar al prófugo de la justicia, que perdido en el mundo del alcohol se desentendía de la responsabilidad social por la que debía responder.

Y es que imaginando que el mundo rodaba en su favor, el criminal se dedicó a vagar por las calles con botella en mano, aprovechando cada momento para presumir a sus conocidos la triste odisea que sin saber lo había marcado para siempre.

Mientras más avanzaba la noche, el rebelde social se dejaba abandonar en los impulsos de su naturaleza rabiosa y junto a su vecino recorrían el libramiento tras haber cometido un robo del que ni siquiera se habían enterado, porque la bebida los había turbado de manera casi mortal.

Aturdido en la nublazón de su borrachera, Luis Arturo no se percató de que policías de Arteaga lo seguían, cayendo en poder de las autoridades que lo llevaron a las celdas locales por embriagarse en la vía pública y allanar una propiedad privada.

Pero lo que parecía un simple arresto se convirtió en la más grande acción del mes para los uniformados, que minutos después se percataron de que no solamente habían detenido a un ladrón embriagado, sino que habían aprehendido al feroz asesino de la Río Bravo.

Por varias horas, el sujeto narró lo acontecido la trágica madrugada del 19 de agosto, cuando traicionado por el vino que lo había rebasado se dio el valor para enfrentar en solitario a la turba de jóvenes trasnochadores, que de golpe vislumbró como enemigos del pasado.

Luego de aceptar que había perpetrado el ataque sin conocer la magnitud de su obra, “El Chepe” dejó su asiento de interrogatorios en la oficina de Homicidios de la PGJE, porque fue enviado al Cereso para varones de Saltillo, desde donde sigue su proceso por el delito de homicidio doloso.

Por su parte, los sujetos que fueron asegurados en primera instancia lograron evadir su presunta responsabilidad, al demostrar que no habían estado implicados en el triple ataque donde dos de los victimados perdieron la vida y uno más sufrió secuelas permanentes que lleva tatuadas en el cuerpo.

Aunado a eso, sus testimonios y las pistas de importancia que aportaron a la justicia para dar con el paradero del asesino validaron sus expectativas de libertad, que mantuvieron intactas para olvidarse del problema en cuestión de días.


El detalle:

Luis Arturo Cepeda Pérez continúa esperando el veredicto de la juez tercero de lo Penal, que en breve podría darle sentencia condenatoria por el doble crimen cometido en la colonia Río Bravo en agosto del 2012.

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