domingo, 11 de noviembre de 2012

BELTRONES: LA PRUEBA DE FUEGO


Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio 

Las primeras planas de los periódicos mostraban este viernes en sus principales titulares la aprobación de la reforma laboral en la Cámara de Diputados, sin las enmiendas que les había enviado una semana antes el Senado. El énfasis era en la ruptura del bloque del PAN y el PRD, y subrayaba la fragilidad de ese acuerdo y la forma como los panistas recularon de lo que sus correligionarios habían aprobado en el Senado. En el antecoro de la victoria del PRI, su coordinador en San Lázaro, Manlio Fabio Beltrones, se colgaba las medallas de la victoria.


Fue un momento de despresurización para los diputados priistas, pero sobretodo para Beltrones, quien muy temprano en la legislatura –comenzó en septiembre- tuvo que mostrar que la fama pública de ser un político con gran talento y capacidad, estaba respaldada en los hechos. Fue un proceso difícil porque tenía a la opinión pública a favor de las enmiendas del Senado que castigaban a los sindicatos, y porque con los tiempos acotados, tenía que marchar sobre el prestigio de su viejo amigo y actual coordinador de los senadores del PRI, Emilio Gamboa, doblegado días antes por la oposición. Frío y estratégico, comenzó a desenredar la madeja que habían recibido los diputados del Senado.

Había dos puntos controversiales y polémicos que no pudo frenar Gamboa, en donde estaba en juego para el PRI su capacidad futura para negociar en las cámaras. Eran unas enmiendas a un artículo que alteraba la vida interna de los sindicatos impulsada por el PAN, y a otro que modificaba la relación de los patrones con los trabajadores, incorporada por el PRD. Horas después de que se aprobaron en el Senado, con el respaldo del PRI, Gamboa declaró a los medios que todo el tiempo de la negociación había estado en contacto con Beltrones, a quien también le había anticipado que les regresarían la minuta de la reforma con esos cambios.

Pero Beltrones, de acuerdo con sus colaboradores, no había sido alertado a tiempo. Era imposible. Ni el mismo Gamboa pudo detectar en qué momento la oposición llevaría a votación las enmiendas, y tampoco fue capaz de romper el bloque que le habían formado. Beltrones se enteró por los medios de comunicación que el PRI se había sumado a la oposición en el Senado para enmendar la reforma. “Es un error”, recordó un funcionario del Senado haber escuchado a Beltrones decir. Casi de inmediato, el sector obrero priísta cayó se levantó en armas y le dijo que votarían en contra cuando regresara al Congreso. El trabajo de orfebrería política logrado en San Lázaro, se desmoronaba.

En el Senado, el coordinador del PRI, Emilio Gamboa, pintó como éxito que los partidos hubieran aprobado las enmiendas que obligaban a una transparencia real a los sindicatos y una más que permitiría que cada trabajador escogiera al sindicato que los representara. La mala fama de los sindicatos provocó una oleada de elogios al Senado, lo que había dejado fuera de atención que pese a ser mayoría, la oposición había derrotado al PRI . “Los medios todavía no lo han notado”, le dijo a un gobernador priísta su asesor político. “No han visto que perdimos nosotros y (Enrique) Peña Nieto”.

El presidente electo no había visto la parte ominosa del respaldo del PRI a las enmiendas senatoriales, donde panistas y perredistas, encabezados por sus coordinadores Ernesto Cordero y Miguel Barbosa, habían celebrado con publicitada una cena, la aprobación de las enmiendas, como si fuera alcohol sobre la herida. Poco a poco, en los medios de pasó de la euforia a la crónica del enfrentamiento entre los priistas del Congreso y del Senado. Miembros del equipo de Peña Nieto se mofaron de Beltrones y Gamboa, quienes llegaron a esos cargos no por el cariño del presidente electo, sino por la necesidad coyuntural de la gobernabilidad para el próximo gobierno. “¿Ellos son los grandes negociadores?”, dijo uno de ellos.

Al día siguiente del voto en el Senado Beltrones habló personalmente con Peña Nieto y le expuso las consecuencias de ese voto. La percepción del conflicto entre priístas se agudizaba con las contradicciones declarativas entre Beltrones y Gamboa y la espiral del conflicto golpeaba a los dos líderes, con fama dentro del PRI de ser grandes negociadores. La reforma laboral los había expuesto y mostrado vulnerables, cuando el sonorense encontró un resquicio para emerger. Fue la inclusión del artículo 388 Bis que permitía que los trabajadores negociaran el contrato colectivo con el sindicato de su preferencia, introducido por la perredista Alejandra Barrales, ex líder sindical y secretaria técnica de la Comisión de Trabajo.

“Barrales nos salvó”, dijo una persona cercana a Beltrones. Inopinadamente, ese artículo le permitió al coordinador priista girar la agenda de discusión y darse tiempo para negociar el rechazo a la minuta del Senado. Beltrones calificó la enmienda de “ocurrencia”, con lo cual atrajo de inmediato los reflectores de la prensa, y entonces alegó que ese artículo no estaba ni en la Iniciativa Preferente que envió el presidente Felipe Calderón, ni en el dictamen de la Cámara de Diputados. Todos se prendieron del anzuelo, y se abrió el margen para desplegar la estrategia.

Al final del proceso, Gamboa tuvo que pagar el costo político de haber sido incapaz de evitar lo que parecía una avalancha contra el PRI, ser descalificado públicamente por el responsable de los asuntos laborales en el equipo de transición de Peña Nieto, Alfonso Navarrete Prida, y de cara al futuro mediato, haber perdido el respeto de la oposición en el Senado. Beltrones estaba en las antípodas, sonriente y satisfecho. Ya no hubo un quiebre profundo entre los sectores de poder en el PRI, y sacó la reforma laboral, un éxito político final del presidente Calderón, que capitalizará el próximo Presidente. A nivel de liderazgo, Beltrones probó en el Congreso y ante Peña Nieto, que la fama que trae sobre la espalda resultó cierta.

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