Conocí y conozco abogados
defensores de narcotraficantes. Unos han sido muy profesionales contestando mis
preguntas. Otros y llamándoles telefónicamente desde Tijuana a Toluca
nunca regatean información.
Por eso supe cómo ganaron
juicios de amparo para sus clientes mafiosos. Llegó un momento cuando
reportaron tantos que por descuido o costumbre nunca llevé la cuenta. Pero
tanteando no exagero al escribir “cientos”.
Y eso nada más en los últimos
dos o tres años. Hace algunas semanas cierto abogado me sorprendió. Le creo
porque nunca sus datos resultaron inválidos. Además está considerado como catedrático
de alta seriedad en cierta universidad del norte mexicano. Platicamos sobre
ciertos prisioneros y no, reclamados por Estados Unidos.
“Nada más para tu
información, nunca he perdido un juicio de extradición”. Y antes de soltarle un
admirado “¿queeeeé?” simplemente dijo:
“He ganado 16 casos
consecutivos”. Me dio nombres de sus clientes favorecidos. Uno por uno. Pero al
señor abogado no le gusta andarse pavoneando ante periodistas. “Me interesa mi
defendido.
Mi trabajo no es para
presumirlo”.
Eso sí, aclarando: Si algún
reportero le solicita información concreta, no la niega. Pero le encorajina
mucho cuando no escriben o transmiten las noticias sobre asuntos legales sin
conocer los procedimientos. Por eso en ocasiones a quien se lo pide, hasta le
transmite un mensaje detallado por fax. Y como sabe que no está impartiendo
clase, lo escribe sencillo. Entendible.
“Así es que gracias a ti esos
16 solicitados en extradición se salvaron. No pudo llevárselos el gobierno
estadounidense”. A mis palabras su advertencia:
“Ni podrán”. Luego explicó:
“Mira, esto no es cosa del otro mundo, ni
andar sobornando jueces y menos amenazarlos. Yo no trabajo así”.
Con toda la paciencia y
claridad siguió: Lo que pasa es que casi todos los procesos contra acusados de
narcotráfico o crimen organizado tienen grandes fallas de origen. Escuché su
aclaración:
“Me da mucho coraje cuando
personas notables de este gobierno le achacan a los jueces incapacidad y hasta
complicidad con los procesados”.
Y según este abogado no es
así. Su explicación fue llana.
“Al señor juez le llegan los
expedientes con acusaciones de la Procuraduría y los alegatos de la defensa.
Inmediatamente se da cuenta: Los cargos de la PGR no tienen base. Muchos ni
siquiera pruebas. Tampoco testigos y lo más triste: Los cargos son tan confusos
y, perdón por la redundancia, bastante imprecisos”. Entonces me dijo: “Claro,
eso lo favorece a uno como abogado defensor”. Pero insistió: “…entonces
créemelo, el juzgador no puede fallar contra los acusados sin elementos. Ni su papel
es andar investigando los delitos o confirmarlos”.
Le oí desilusionado cuando me
comentó:
“Se ve muy mal el Presidente.
Fíjate bien. Cuando andaban con el desafuero a López Obrador, entonces el
Gobierno del Presidente Fox insistió en la capacidad de los jueces. Pero ahora
con ese caso del hijo de Guzmán Loera, prácticamente fueron insultados porque
concedieron el amparo a este muchacho. Lo más triste. Que la Presidencia de la
República informe oficialmente “sospechamos mal del juez”.
La máxima institución no
puede andar en ésas. ¿Cómo que sospecha? En Los Pinos y para el caso esa
palabra no cabe. Debería ser contundente: El juez es culpable por esto y por
esto. O no es culpable. Pero eso de andar diciendo ‘sospecho’ resulta inadmisible en la Presidencia. Se pierde la
seriedad. Hay incertidumbre que al fin y al cabo ésa es la sospecha.
“Ahora te digo una cosa: Yo
no he tenido acceso al expediente. Pero por lo que sé, las acusaciones de la
PGR no tenían ni pies ni cabeza”. No me quedé con las ganas y pregunté: ¿Acaso
no hay buenos abogados en la PGR para justificar sus acusaciones?
La respuesta me anonadó:
“Claro que hay buenos
abogados. Pero cuando capturan a una persona para acusarla de crimen
organizado, narcotráfico o lavado de dinero sucede lo que ya es costumbre: No
tienen pruebas. Podría suponer sin conceder que el acusado cometió el delito. Los
investigadores de la Procuraduría simplemente saben de oídas sobre violaciones
a las leyes. Pero cuando consignan al Ministerio Público le acusan de vagamente
‘crimen organizado’. Ni especifican el motivo y menos lo prueban. Entonces el
fiscal para no enemistarse con sus compañeros de la Procuraduría remite el
asunto lleno de errores al señor juez.
Allí es cuando nosotros los
abogados entramos. Fácilmente vemos fallas. Promovemos los juicios de amparo. Y
poco a poco vamos ‘tumbando’ una a una las acusaciones”.
Puso como ejemplo otra vez al
hijo de Guzmán Loera.
“Fíjate bien. Lo detienen en
Guadalajara. Allí debió ser procesado. Hay muchos acusados por lo mismo pero en
gran escala. Pero no. Lo trasladan a una casa de arraigo en la Ciudad de
México. Luego al Reclusorio Sur manejado por el Gobierno del Distrito Federal y
estando bajo proceso federal. Luego lo excarcelan con pretexto de fuga. Para
eso violan un amparo. Lo internan en “La Palma”. Y como no hay mucho que
estudiar, el juez concede la libertad”.
Por eso, me explicó, en la
PGR ya sabían que sería liberado.
Entonces sacaron por allí un
testigo protegido. Rápidamente confesó varios delitos.
Es de notarse que no lo hizo
anteriormente. No. Se sacaron una naipe bajo la manga y en cuanto este joven
sale de “La Palma” otra vez al arraigo”. El abogado consideró todo eso como una
aberración jurídica.
“Es el detenido que ha sido más movido de un
Estado a otro y con gran costo. Nunca se vio en los últimos años. De
Guadalajara al arraigo. Del arraigo al Reclusorio Sur. Del Reclusorio Sur a La
Palma y de La Palma otra vez al arraigo”.
Por eso me dijo con cierta
desilusión “…no, mi amigo. Les falta seriedad. Y no lo dudes. A como van las
cosas, el hijo de Guzmán Loera saldrá libre. Como dicen ustedes los periodistas
‘tiene ya muchos reflectores’. El
problema será cuando su defensor reclame pruebas fehacientes.
O lo más delicado: Careo con
el testigo protegido. Allí los quiero ver”. Sin decirlo el abogado, siente este
caso de “El Chapito” como un capricho.
Tenerlo a fuerza encarcelado.
Algunos compañeros periodistas me han llamado. Y el tono de su pregunta es tan
coincidente como asombroso:
“¿Crees justo lo que le están
haciendo a ‘El Chapito’ Guzmán?”.
La forma de interrogar lo
dice todo. Guardando las proporciones. Pero al hijo del afamado narco lo están
convirtiendo en mártir, no en igual escala, pero sí parecido a López Obrador.
Precisamente recibí
recientemente informes sobre un expediente en los Estados Unidos.
Está radicado en cierta corte
californiana. Los acusados son: Alberto Benjamín Arellano Félix, Eduardo Ramón
Arellano Félix, Manuel Aguirre Galindo, Jesús Labra Avilés, Gilberto Higuera
Guerrero, Efraín Pérez, Jorge Aureliano Félix, Rigoberto Yáñez y Armando
Martínez Duarte. Expediente grande. Delitos detallados. Dónde, cómo y a qué
horas.
Declaraciones de oficiales
refiriendo y exhibiendo pruebas.
Así, en el caso de ser
detenido alguno de ellos o extraditado, el juez al recibirlos les informará
sobre los cargos.
Fijará fecha para que su
abogado presente pruebas contrarias.
Y en menos de dos meses ya
estarán sentenciados. Mínimo 30 años.
Nada de chuecuras. Comenté
esto a mi amigo abogado y su respuesta fue: “Así debería ser aquí. No andar
inventando cargos”.
Escrito tomado de la colección
“Dobleplana” y publicado el 29 abril de 2010; propiedad de Jesús Blancornelas.
(SEMANARIO ZETA/ JESÚS BLANCORNELAS /
DOBLEPLANA / IMAGEN: ARCHIVO COLUMNAZ/
LUNES, 7 MARZO, 2016 12:00 PM)
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