¿Es Donald Trump arrogante,
patán, un personaje desagradable como muchos lo ven en el mundo? ¿Es el mal
educado, rupestre, ególatra, incendiario y bélico, pero convertido en el alter
ego de millones de estadunidenses que lo ven como redentor? ¿O es sólo un multimillonario
oportunista que quiere comprar la Oficina Oval, pero engañando a los electores?
Hay preguntas que tienen
respuesta; otras se irán contestando conforme avance la campaña presidencial, y
las menos podrían encontrar una razón si llegara a la Casa Blanca. Pero lo que
empieza a conocerse sobre su disruptiva lucha electoral es que está lejos de
ser un improvisado que entró a la contienda presidencial por razones
coyunturales.
Un reportaje publicado este
martes en The Wall Street Journal, dibuja a un Trump que concibió la escalera a
la Casa Blanca en 2012, pocas semanas después de que el republicano Mitt Romney
perdiera la elección ante Barack Obama.
Lo primero que hizo, dijo el
Journal, fue registrar la marca “Haz Grande a América Una Vez Más”, su grito de
campaña. Su primer acto político donde hizo campaña fue ese mismo año en apoyo
del diputado republicano en Iowa, que es la primera estación en las elecciones
primarias.
Entre 2012 y junio pasado,
cuando inició su campaña presidencial, donó más de un millón de dólares a
candidatos republicanos y a grupos de financiamiento electoral, con lo que fue
tejiendo una red de relaciones y compromisos políticos.
“No creo que la gente se haya
dado cuenta de que siempre tuvo aspiraciones presidenciales”, dijo un estratega
que asesoró a Trump durante un año al Journal. “Él conoce a los votantes que atrae,
lo sabía desde el principio”.
Pero las cosas no fueron tan
naturales como las pintan. En enero del año pasado contrató como asesor
político a Corey Lewandowski, el nieto de un impresor que creció en uno de los
barrios pobres de Lowell, un condado en los suburbios de Boston, que nunca tuvo
dinero para ir a una de las 42 universidades privadas –algunas de élite– en esa
zona, sino a un pequeño campus de la Universidad de Massachusetts en su
comunidad.
Lewandowski, de acuerdo con
los perfiles que están surgiendo, quedó cautivado por el carisma del
expresidente Ronald Reagan, inspirado en su visión de trabajar duro para
alcanzar la mejor versión del Sueño Americano.
Se mudó a Washington en 1996
y comenzó a trabajar en la oficina en el Capitolio del diputado republicano de
Massachusetts, Peter Torkildsen. Manejó después los asuntos administrativos a
Robert Ney, senador republicano de Ohio, y en los tres primeros años del siglo
fue jefe de campaña del senador Bob Smith, de Nueva Jersey, y su director de comunicaciones.
Es decir, ocupó los dos puestos que son siameses e inseparables de cualquier
político que se respete. Regresó a Nueva Inglaterra para trabajar en el sector
privado y en firmas de relaciones públicas, pero Lewandowski, que también había
buscado puestos de elección popular para entonces, ya había dado pruebas de
metabolismo de político.
Tuvo una actuación local en
la política republicana, como operador electoral y legislativo, pero hasta que
irrumpió junto con Trump en la campaña presidencial, empezó a jugar en las
Grandes Ligas.
Un reportaje en la cadena
National Public Radio dijo que antes de esto, el cerebro de Trump era “un
oscuro operador político en Nueva Hampshire”. Cambió rápido, dijo NPR, y es el
constructor de las victorias en las elecciones primarias. Cuando ganó en Nueva
Hampshire, Trump lo reconoció en público.
“¿Tiene Corey un plan
terrestre o qué?”, dijo en el mitin de la victoria ante los voluntarios en su
campaña, con él a su derecha, en su gran presentación nacional. “De no haber
manejado nunca una campaña nacional, ahora es el alter ego de Trump”, dijo NPR
en su perfil.
“Anda diciéndole a sus
entrevistadores –añadió la radio pública– que ‘es tiempo de enviar alguien a
Washington que está fundamentalmente decidido a cambiar el sistema y a hacer
una vez más grande a América. Hay un solo tipo dispuesto a hacerlo: Trump’.”
Lewandowski tiene antepasados
polacos y una ideología extremista que convive con la ultraderecha del Partido
Republicano, conocida como el Tea Party. Activista y provocador, llegó a
sabotear visitas de Obama a Boston, una actitud beligerante y explosiva que
encontró un desfogue natural en su candidato.
Lewandowski ha creado un
cuarto de guerra en la campaña de Trump con un equipo de veteranos en la
política, el cabildeo y las relaciones públicas, como Michael Glassner, que fue
consejero principal del influyente senador Bob Dole en los 90, o Katrina
Pierson, la vocera nacional, que fue portavoz de los líderes del Tea Party en
2014 y que trabajó en campañas electorales descarrilando oponentes demócratas o
republicanos moderados.
El hombre detrás de Trump
tiene un historial de llevar los asuntos políticos al plano personal, que es
algo en donde se ha caracterizado el puntero republicano en la contienda por la
Presidencia.
El exsenador Smith, con quien
Lewandowski colaboró, decía –de acuerdo con NPR– que la política es un juego de
alto riesgo, donde uno aprovecha oportunidades. “Si a uno le sale bien, luce
fantástico, pero si las cosas salen mal, uno admite su culpa”, agregó.
“Esto atraía a Corey, y
probablemente es lo que Trump vio en él, que no tiene miedo para enfrentarse al
establecimiento”. O sea, uno para el otro.
(ZOCALO/ COLUMNA” ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 10 DE MARZO 2016)
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