El viernes apareció en el
portal del periódico inglés The Guardian una entrevista con Rosa Isela Guzmán
Ortiz, identificada como la hija de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Sus palabras, en
un sitio que tiene 120 millones de usuarios únicos en el mundo, provocaron el
impacto internacional, buscado quizás, pero esperado con seguridad.
Los dichos de la señora
Guzmán Ortiz fueron tomados por la opinión pública como verdad: que sí era su
hija y que fue traicionado por su socio en el cártel del Pacífico y por los
políticos a los que les dio dinero para sus campañas.
La cereza de una estrategia
de dos semanas de la familia y abogados del criminal en los medios de
comunicación quedó colocada como dardo en el gobierno del presidente Enrique
Peña Nieto que, al no reaccionar, quedó arrollado por el tsunami mediático.
La cruzada propagandística
comenzó con una entrevista el 21 de febrero en Telemundo, la segunda cadena de
televisión hispana en Estados Unidos, con Emma Coronel, la madre de sus dos
hijas gemelas, donde las preguntas fueron amables y cero inquisitivas, y contó
cómo la conquistó y la enamoró.
Ese mismo día se reprodujo la
entrevista en el periódico Los Angeles Times, que pintó la cara del criminal
con rasgos de una persona amorosa y dedicada, y que colocó el primer piso en la
escalada de la propaganda: están torturando al criminal en la cárcel.
El miércoles 24, el abogado
de Guzmán, José Refugio Rodríguez, inyectó en los medios electrónicos e
impresos el spin –un término que se utiliza para describir la propaganda y una
manipulación informativa– que la tortura contra su cliente ponía en peligro su
vida, por lo que iban a buscar una negociación con el Gobierno de Estados
Unidos para una extradición pactada. En la mayoría de los medios se incubó la
certeza de que, en efecto, las autoridades federales violaban los derechos
humanos de Guzmán, aunque prácticamente en ninguno se matizó el derecho
constitucional para conculcar garantías de un criminal de alta peligrosidad y
sí, en cambio, se descalificó el rechazo del Gobierno a las imputaciones.
La palabra del abogado tomó
vuelo durante una semana y media, hasta el viernes 4 de marzo, cuando la
entrevista con la señora Guzmán Ortiz abrió nuevas rutas en la conversación
pública sobre “El Chapo”. En la versión en español de la entrevista que publicó
The Guardian, hizo una serie de “explosivas revelaciones” –como definió The
Washington Post–: en medio de la cacería contra él por parte de unidades de
élite de la Marina desde el 4 de octubre del año pasado en la sierra de
Durango, Guzmán se les escabulló dos veces para entrar subrepticiamente a
Estados Unidos y visitarla en California, ayudado por funcionarios corruptos;
políticos mexicanos de dos gobiernos (Vicente Fox y Enrique Peña Nieto)
aceptaron dinero para ayudarlo a escapar de Puente Grande en 2001 y el Altiplano
en 2015; su padre, que había planeado pasar las riendas del cártel a su hijo
Iván Archivaldo, fue traicionado por Ismael “El Mayo” Zambada.
Los corresponsales de The
Guardian tomaron como ciertos los dichos de la señora Guzmán Ortiz, aunque en
algunos casos dejaron entrever sus dudas sobre cómo sucedieron algunas de las
cosas que les contó.
Por ejemplo, cuando afirmó
que su supuesto padre la visitó en medio de la persecución para atraparlo.
¿Cómo fue eso? “Lo mismo me pregunto yo –les respondió–, créanme”.
La afirmación choca por
completo contra el sentido común: Si se fue no una, sino dos veces a Estados
Unidos, ¿por qué regresó al mismo sitio donde lo estaban persiguiendo? Si tenía
la protección de los políticos, ¿por qué se arriesgaron a que regresara a
México y los delatara?
En términos de la operación
en su contra, nadie recordó que mientras la Marina operaba en lo alto de la
sierra, el Ejército y la Policía Federal habían sellado la cordillera. Los
comandos de la Marina, de hecho, le abrieron una senda para que saliera hacia
Los Mochis, donde, calculaban, podría detenerlo con un menor costo de sangre,
como fue.
Otra de las “explosivas
revelaciones”, pero por las razones contrarias a como las escribió el Post, se
refiere a la admisión de la supuesta hija de “El Chapo” que es narcotraficante,
y que pensaba dejar el control del cártel del Pacífico a su hijo Iván, lo que
provocó, sugirió, la traición de su compadre y viejo socio Zambada.
La señora Guzmán Ortiz, según
los corresponsales, reconoció lo que su presunto padre siempre ha negado: que
sea narcotraficante. En las declaraciones ministeriales que ha rendido hasta la
fecha, se declara “campesino”, y no existe proceso en su contra por
narcotráfico.
Zambada, por otra parte, no
ha sido subordinado de “El Chapo”, sino jefe del cártel durante más de 15 años,
no Guzmán, que sí se mantuvo en la estructura de dirección, de acuerdo con las
investigaciones federales en México y Estados Unidos, pero no al mando de toda
la organización.
Su hijo Iván, según
funcionarios federales, maneja el narcomenudeo en Sinaloa; no más.
La señora Guzmán Ortiz nunca
aportó ninguna documentación para probar nada, salvo documentación para
demostrarle a los corresponsales que es hija de “El Chapo”, pero sus dichos
fueron tomados en el mundo como ciertos.
El Gobierno mexicano guardó
silencio, profundizando la falta de consenso que tiene. En 15 días, tres voces
lo aplastaron. Ya entendimos: no han entendido nada.
Mañana: La propaganda de “El Chapo”.
(ZOCALO/ COLUMNA” ESTRICTAMENTE
PERSONAL” DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 10 DE MARZO 2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario