El Pacto por México parece dictar a muchos actores políticos
el ritmo y el tono de la reforma energética. ¿Se convertirá esta
iniciativa en la obra maestra del presidente, o habrá alguien que se
anime a desafinarla?
"Se realizarán las reformas necesarias (…) para transformar a Pemex en una
empresa pública de carácter productivo"
Pacto por México
"El Estado debe mantener la propiedad de los hidrocarburos, la rectoría de
la empresa de todos los mexicanos y que debemos explorar los mecanismos que
hagan posible ampliar la capacidad productiva de Pemex, a través de la
participación privada"
Presidente de México
"Es apertura, no privatización. No vamos a vender ni un tornillo de Pemex,
ni un pozo"
Dirigente del PAN
"Lo que hace falta es inversión y ahí no hay limitación para que sea
pública o privada"
Líder de la izquierda
"(La reforma estará) basada en la participación privada en el sector
energético, basada en hacer a Pemex mucho más eficiente de lo que es en
este momento"
Exlíder de panistas en el Senado
La reforma energética se vislumbra ya como la interpretación maestra del Pacto por México.
Como una orquesta bien afinada, los actores del Pacto hablan de
“modernización y apertura”, no de privatización y pérdida de la renta
petrolera.
Todo indicaría que la reforma avanza al ritmo concertado para modernizar la industria petrolera nacional.
Sin embargo, la palabra “privatización”, políticamente incorrecta, se
ha sustituido por otras menos provocadoras, como atracción de
inversiones, flexibilidad y aumento de la rentabilidad.
Los actores involucrados en el Pacto, desde la derecha hasta la izquierda, insisten: “no vamos a privatizar a Pemex”.
Pero la reforma va mucho más allá de Pemex. El elemento en común de
este nuevo camino es la afirmación, también cantada, en coro, de que “el
petróleo no es de Pemex, es de la Nación”.
Con ello la paraestatal pasa a un segundo plano, para convertirse en
“competidor”, no en “monopolio”, otro término políticamente incorrecto.
La sinfonía hasta el momento ha interpretado piezas maestras.
Los puntos medulares de la propuesta de reforma energética planteada
por el PAN son los mismos que ha esbozado el gobierno de Enrique Peña
Nieto desde su campaña por la presidencia.
Se igualan a lo que prometió el líder disidente de Acción Nacional,
Ernesto Cordero, cuando anunció públicamente su apoyo a Peña Nieto para
aprobar la reforma en el Senado, que será la Cámara de origen en la
discusión parlamentaria.
Estos temas centrales no se tocan en los planteamientos que hizo en
enero el líder emblemático de la izquierda y heredero directo de la
tradición no privatizadora: Cuauhtémoc Cárdenas.
Tampoco en los que presentó el PRD a finales de junio.
Las propuestas divulgadas hasta el momento difieren en algunos temas
adyacentes, pero tienen en común los puntos claves de la reforma.
Reforma y Constitución
Cuando se habla de que hay que modificar artículos constitucionales y
leyes secundarias, de que los proyectos no convencionales, como shale
gas y aguas profundas, se deben abrir a la inversión privada, de que el
régimen de impuestos de Pemex debe modificarse, y que la paraestatal
debe convertirse en una empresa, los músicos están de acuerdo.
También asientan al unísono que la refinación es un “fracaso”, que es necesario rescatarla.
Sus propuestas le dan la vuelta a Pemex y se enfocan en la Secretaría
de Energía (Sener) y en la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH).
Para apaciguar las voces de los detractores a la reforma, los
firmantes del Pacto proponen mantener en Pemex la exclusividad para la
explotación de los hidrocarburos en los proyectos que ya están
asignados, y en las subsidiarias que hoy controla Pemex.
A cambio, dejarían en manos privadas las ganancias de los nuevos yacimientos.
Hasta ahora Enrique Peña Nieto ha sido un actor paciente. Alimenta el
debate con declaraciones poco específicas, que contienen, sin embargo,
líneas claras sobre los temas centrales, específicamente sobre la
explotación de gas.
En los inicios del debate público sobre la reforma, Peña Nieto
declaró que si México quiere energía natural y electricidad más barata,
“tenemos que ampliar nuestra generación de energía y por eso tenemos que
asegurar la participación del sector privado”. Nadie le espetó.
El detractor más visible, Andrés Manuel López Obrador, tampoco ha tocado estos temas.
Su llamado a manifestaciones contra la reforma no habla de los
proyectos no convencionales. Es mucho más general, mucho más abstracto.
Si las negociaciones del Pacto van por buen camino, la “mediación”
que ha prometido el gobierno federal hacia las propuestas de los
partidos, no abordará estos tópicos medulares, apuntados en la lista de
los “intocables” en la reforma que se presentará a finales de agosto
para su discusión en el Congreso.
La sinfonía inicia con la ‘apertura’ para Pemex S.A.
Aunque con diferentes términos, los que influyen en el Pacto coiniciden en hacer de Pemex una empresa rentable.
El coro entona que la cuerda de las reformitas se venció, que es
necesario hacer cambios importantes y de fondo. El primero es que Pemex
debe convertirse en una empresa.
Esto está contenido en la propuesta que presentó en enero Cuauhtémoc
Cárdenas, en la que replicó el PRD en junio, está en el Pacto por México
y en la propuesta del PAN.
El compromiso 55 del Pacto por México dice: “Se realizarán las
reformas necesarias (…) para transformar a Pemex en una empresa pública
de carácter productivo”.
El PRD coincidió con Cuauhtémoc Cárdenas en la propuesta de dotar a
Petróleos Mexicanos de autonomía presupuestal y de gestión, y
convertirla en “una empresa pública de carácter productivo”.
El PAN hizo eco de estos puntos en su propuesta preliminar.
Cárdenas y el PRD proponen mantener la exclusividad de Pemex en “el
área estratégica del petróleo”, pero no especifican en cuáles funciones
dentro de esta.
Buscan que Hacienda ya no controle el presupuesto de la petrolera.
En este esquema la paraestatal administraría sus ganancias y pérdidas fuera del presupuesto federal anual.
Al desvincular a Pemex de Hacienda, la petrolera ni la Comisión
Federal de Electricidad tendrán que pedir la autorización a la
Secretaría de Hacienda, sino a la Cámara de Diputados, cuando requieran
contratar créditos.
El negocio del petróleo se diversificaría y Pemex sería un actor más, no el regente de la industria.
Lo que podría modificarse:
Artículo 25 Constitucional
Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional (…) El
sector público tendrá a su cargo, de manera exclusiva, las áreas
estratégicas que se señalan en el artículo 28 (…) manteniendo siempre el
gobierno federal la propiedad y el control sobre los organismos que en
su caso se establezcan.
Artículo 27 constitucional
Corresponde a la Nación el dominio directo de todos los recursos
naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las
islas (…) Tratándose del petróleo y de los hidrocarburos de hidrógeno
sólidos, líquidos o gaseosos, o de mineras radiactivos, no se otorgarán
concesiones ni contratos.
Artículo 28 constitucional
No constituirán monopolios las funciones que el Estado ejerza de
manera exclusiva en las siguientes áreas estratégicas: (…) petróleo y
los demás hidrocarburos, petroquímica básica, (…) electricidad.
Reformas ‘a fondo’
Hasta ahora, Peña Nieto, Madero y Cordero ha aceptado abiertamente que se harían cambios constitucionales.
En una entrevista con The Financial Times, el presidente aseguró que
la reforma tendría “cambios constitucionales para dar certeza a los
inversionistas”.
Madero y Cordero coinciden en que se modificarían los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución.
Actualmente el artículo 27 de la Carta Magna especifica que en
cuestión de hidrocarburos “no se otorgarán concesiones ni contratos”.
La propuesta del PAN incluyó que los cambios establecerían,
justamente, un régimen “donde las nuevas concesiones serán asignadas a
través de un proceso de licitación abierto a empresas privadas,
público-privadas o Pemex”.
Los planteamientos de la izquierda no tocaron el régimen de
contratos. Se enfocaron en los presupuestos, los fondos de recursos
excedentes y la mejora de la preparación técnica de los trabajadores de
la petrolera.
Tampoco López Obrador se refirió al modelo de contratos en el video
que difundió esta semana llamando a una protesta pacífica contra la
reforma el próximo 8 de septiembre.
La otra modificación toca específicamente el artículo 28, el cual
enfatiza que las funciones exclusivas del Estado sobre el petróleo, los
hidrocarburos, la petroquímica básica y la electricidad “no constituirán
monopolios”.
En la presentación de su propuesta, Madero dijo que “los monopolios,
ya sean públicos o privados, no son las mejores soluciones para un
país”.
Todas las propuestas de los actores en el Pacto hablan de un régimen
fiscal distinto, que baje las cuotas de pagos de derechos sobre los
hidrocarburos.
Si se concretaran autorizaciones constitucionales para que las
compañías tuvieran concesiones de explotación de yacimientos, también
pagarían menos derechos e impuestos, no solo Pemex.
Mientras tanto, la izquierda se dedicó más a proponer la creación de un fondo para excedentes petroleros.
Según la propuesta del PRD, cada año la Cámara de Diputados pondrá un precio esperado para el barril de petróleo.
Solo si el precio sube a un 33 por ciento más de esta estimación, los recursos sobrantes se transferirán al fondo.
Poder fuera de la petrolera
El espacio está definido.
Sus interlocutores también. La pieza final del concierto tendrá
altibajos sonoros, pero una melodía central es armada bajo una nota
ambigua que se ha bautizado ya como ‘modernización’.
El compromiso 55 del Pacto por México, firmado por el PRI, el PAN y
el PRD, anuncia que las reformas crearán competencia en refinación,
petroquímica y transporte de hidrocarburos.
Como segunda voz en esta pieza, la propuesta del PAN coreó que “el
sector de transporte, distribución y almacenamiento de hidrocarburos,
así como de todos sus productos derivados, también se abriría a la
inversión privada”.
El PRD en su propuesta habló más de subsidios y petroquímica básica, que de refinación, pero también alentó la competencia.
Estas propuestas de “competencia” ignoran de forma implícita el
precepto constitucional aún vigente de que la rectoría estatal sobre
Pemex no es un monopolio.
Hasta el momento sólo el PAN ha propuesto que, la modificación del
régimen fiscal para eliminar este “monopolio”, consistiría en un nuevo
modelo en el cual otras compañías podrían explotar los yacimientos, sin
la intervención de Pemex.
Sólo deberán pagar derechos e impuestos, con ganancias para los privados, sobre cada barril extraído.
Sobre estos contratos la izquierda no ha sido específica, pero sí
coincidió en que debía modificarse el modelo fiscal de la petrolera.
Lo que sí apoyó abiertamente es el cambio estructural que avalaría un modelo de contrato que excluya a Pemex.
La propuesta de Cárdenas y luego la del PRD coincidieron con el PAN en que era necesario dar más poder a la CNH y a la Sener.
Cárdenas propuso “convertir a la Comisión Nacional de Hidrocarburos
en un organismo público descentralizado; promover un aumento sustancial
de su presupuesto y de su personal, y ampliar sus facultades de
regulador y supervisor”.
No solo la CNH, también la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y
Salvaguardias y la Comisión Reguladora de Energía serían, en esta
propuesta cardenista que respaldó el PRD, “organismos descentralizados”
con mayor independencia.
Ninguno de los actores que se dicen en contra de la propuesta de Peña
Nieto, se ha negado a la modificación fiscal, a los cambios en los
poderes energéticos fuera de Pemex, ni a considerar esquemas distintos
para los nuevos yacimientos.
En la interpretación del Pacto por México fue enfático el secretario
de Economía, Ildefonso Guajardo, durante una entrevista sostenida en
junio en el noticiero matutino de Carmen Aristegui en Noticias MVS.
Dijo que ya Peña Nieto había sido “clarísimo”, que el debate estaba en la mesa del Pacto.
“El debate sustancial iniciará si hay actores que se quieran subir al
debate antes, que no están realmente sentados en el debate, pues ya
será parte de sus estrategias políticas individuales”.
El espacio está definido. Sus interlocutores también. La pieza final
del concierto tendrá altibajos sonoros, pero una melodía central, armada
bajo una nota ambigua que se ha bautizado ya como modernización.
(REPORTE ÍNDIGO/
Jueves 25 de julio de 2013)
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