A Sonia la mataron
amaneciendo. Jueves 14 de agosto, 2000. Tenía 17 años. Hallaron su cuerpo hasta
el día 20. Cercano a una vereda. No lejos del monte y afuera de la ciudad. Extensa
huerta cerquita. Primero divisaron su livais ensangrentado. Al policía
Cristóbal Toro se le metió la pestilencia y lagrimeó de tan penetrante. Por eso
llegó hasta el cadáver. Estaba medio enterrado. Cómo que le echaron una bola de
piedras con más desesperación y menos intención de tapar. Había otras regadas a
su alrededor. Con sangre o pedazos de piel. Tal vez fueron movidas por tanto
perro. Abundan allí. No tenía pantaletas. Camiseta levantada hasta los sobacos.
Brassier destrozado. Clavícula izquierda fracturada. Mandíbula inferior casi
despedazada. Muy claras huellas de ahorcamiento. Por eso tenía la tráquea rota.
El cuerpo harto putrefacto. Es que durante los seis días, cuando estuvo a la
intemperie, hacía mucho calor. Por lo menos 40 grados.
Sonia era muy bonita. Alta
para su edad. Cuerpo bien formado. Grandes senos. Pelilargo azabache. Blanco el
cutis. Cejas y ojazos negros. Mirada placentera. Naricilla achatada. Labios
finamente delgados. Dicen que era muy simpática. Y por su porte atraía a los
jóvenes, pero no tenía novio.
Anocheciendo pidió permiso
para ir a la feria. Cuando el reloj marcaba inicio de madrugada, los padres
dijeron “…de la tardanza solo se puede esperar tragedia”. Por eso avisaron a
los policías. Nada más llegando encontraron celular, un zapato, el bolso y
hasta limpio mechón de pelo. “Es suyo”, dijeron los parientes. Todo regado,
casi llegando a casa. Una de dos: Su atacante no le dio oportunidad para gritar
o el ruido de la feria ahogó su alarido.
Conocido el crimen, movió al
recuerdo popular. Con Sonia ya eran cuatro chicas asesinadas alrededor de 30
kilómetros. Una, Rocío, tenía 19 años. También muy atractiva. Hermosa y alta.
Igual, pelo largo, pero tirando a rubio. Iba de su casa a la vecina, separada
unos 500 metros. Con otra coincidencia: Se preparaba para asistir a rumbosa
feria. No sintió cuando un hombre la alcanzó y le pegó dos puñaladas. Arrastró
su cuerpo desangrándose y en agonía. Lo dejó lejos del paso y vista
acostumbrados. El matarife fue por un auto. Regresó. Se calculan cuatro horas.
La encajueló. Debió llevarla a una cochera para desnudarla. Luego fue a
tirarla. Pero antes la golpeó brutalmente. Los policías batallaron, pero
encontraron el cadáver 24 días después. Al verlo totalmente desnudo y con las
piernas exageradamente abiertas, notaron cómo fue salvaje y brutalmente
golpeada. Casi destrozada. Lo primero que supusieron fue: Venganza pasional o
celos. No tanto violación. Cerca y en una bolsa de plástico, la camiseta
agujereada por puñaladas. Su demás ropa, celular y cuchillo no fueron
encontrados.
Ana Elena, de 20 años,
desapareció. Septiembre del 2000. Para variar, iba a la feria. También alta y
muy hermosa. Igualmente de cuerpo harto atractivo. Cuentan de una mujer y dos
hombres. Quisieron robarla y violarle. Al fin la mataron y jamás fue
encontrada. Ese mismo año y por igual rumbo, desapareció María Teresa. Bella.
Espigada. 18 años. Resaltaba su belleza porque siempre se arreglaba muy bien.
En agosto 18, nueve y media de la noche, fue acompañada por su padre hasta la
parada del autobús. Iría con sus amigos para divertirse en la feria. Jamás los
vio ni regresó a su casa.
Me sorprendió el trabajo
policíaco para buscar a Sonia. Nada más supieron de la desaparición,
“cuadricularon” el terreno donde tantearon, podían hallarla. Un policía por
cada división, con alguno o varios de los muchos voluntarios. Así no quedó
lugar por revisar. Organizados, la encontraron. A muy contados permitieron
acercarse a verla. Con una grúa levantaron cuidadosamente el cuerpo. Se trató
de no borrar pisadas o rodadas de llanta. Ningún fotógrafo de prensa. Tampoco
televisión. Luego llegaron los peritos. Cada uno a determinada faena. Fotos.
Huellas. Ropa. Sangre. Objetos.
El jueves 28 de agosto
tuvieron buenos resultados. Encontraron una colilla de cigarro. Con los restos
de saliva en la boquilla supieron el ADN del fumador. También localizaron
huellas de llantas. Luego dos descubrimientos inmediatos de los forenses.
Pellejos en las uñas. Debió rasguñar y defenderse al ser atacada. Examinados
tales restos, coincidieron con el rastro de la bachicha. Aparte, Sonia tenía un
pequeño vidrio enterrado en un brazo. Espejo. Inmediatamente analizado y
rápidamente descubierto. Parte de retrovisor. Auto Mazda.
Vino luego lo sorprendente.
El ADN coincidió con otra colilla de cigarro. Misma marca y encontrada donde
raptaron y apuñalearon a Rocío, cuatro años antes. Cuando el biólogo lo
descubrió fue hasta donde su jefe: “Vengo temblando mi teniente coronel”. Y le
explicó con detalle cómo un mismo hombre asesinó a las dos chicas. Los
marcadores de ADN dieron 99.9996% de certeza. Todavía más: Cuando en 1999
mataron a Rocío, el asesino llegó en auto. Las llantas pasaron encima de la
plasta sangre y tierra para dejar estampado su rodado. Idéntico al caso de
Sonia.
Finalmente, suerte. Una mujer
llamó a la policía. Vio a su antigua pareja en la feria. Cara rasguñada y ropa
ensangrentada. Les dijo nombre, dirección y cómo es: Carácter tan violento que
por eso lo abandonó.
El viernes 19 por la noche
sintonicé la televisión a las once, tiempo del Pacífico. Me quedé sorprendido.
La policía capturó al presunto asesino de Sonia y Rocío. Antes comprobaron
cuatro cosas: Tiene un auto Mazda. El espejo retrovisor estaba roto. El rodado
de llanta igualito a las obtenidas por los peritos. Y traía cigarrillos de la
misma marca que las colillas. Sacaron al fulano esposado de su departamento.
Vestía camiseta amarilla y shorts grises. Tenis blanco. Con una sudadera
colgando de la cabeza, taparon el rostro. El sábado 20 vi su foto. Por lo menos
1.75 metros a 1.80 de estatura. Cuerpo de pesista. Cuello ancho, como defensa
de fútbol americano. Güero. Pelo rubio y corto. Ojos azules. Cara de simpático.
Bien parecido. A primera vista ni siquiera imaginar su maldad. Rápido
analizaron saliva y sangre. Coincidió con ADN de bachichas. La policía ya no se
sorprendió. Festejó. En otro lugar, el sospechoso declaró su doble crimen y se
convirtió en autor material solitario. Ya domingo 21 declaró: Por lo menos
violó a cuatro jovencitas más. La policía investiga si no las mató.
Todo esto lo vi en Antena
3TV, El País y El Mundo de España. Recordé a las damitas asesinadas en Ciudad
Juárez. A los ministeriales de Chihuahua. Federal Preventiva. General de la
República. Sucedió en Coin, localidad de Málaga. Tiene 20 mil habitantes y
excelentes policías.
Tomado de la colección Dobleplana de Jesús
Blancornelas, publicado por última vez en septiembre de 2003
(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA/ JESÚS BLANCORNELAS /LUNES, 30 ABRIL, 2018
12:00 PM)
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