La polarización social avanza
en Estados Unidos tras la victoria de Donald Trump, pero la derechización
extrema de su próximo gobierno ha detonado acciones ciudadanas dispuestas a
enfrentarlas. La sociedad política y empresarial, que siempre se acomoda para
sacar mejor provecho ante cualquier eventualidad no está cómoda, pero está
ajustándose para su interacción con la administración entrante. No hay nada que
esté haciendo para atemperar las señales de radicalización que ha mandado
Trump, pero en el terreno ciudadano, la situación es diferente. Numerosas
expresiones han surgido para decirle a Trump que si bien ganó la elección, su
mandato no le da para correr el país al extremo y estimular la regresión de
valores y libertades como no se había visto en generaciones.
El choque es frontal. El
viernes, el vicepresidente electo Mike Pence, el cristiano radical que más
poder tendrá en la historia de Estados Unidos cuando Trump asuma la Presidencia
el 20 de enero, vivió lo que el discurso xenófobo, racista y divisivo de su
compañero de fórmula provocó. Al terminar la función de “Hamilton”, el
multipremiado musical de Broadway –11 Tony’s a lo mejor del teatro y el Premio
Pulitzer en Drama, entre otros-, escrito por Lin-Manuel Miranda que se inspiró
en la biografía de del historiador Ron Chernow, sobre Alexander Hamilton, uno
de los padres fundadores, el actor Brandon Dixon, quien interpreta a Aaron
Burr, el vicepresidente de Estados Unidos de 1801 a 1805, le pidió a Pence que
esperara, porque el elenco quería decirle algo.
“Tenemos un mensaje para
usted señor, y esperamos que nos escuche”, dijo Dixon, quien tuvo que callar
los abucheos al vicepresidente. “Nosotros señor, somos la diversidad de Estados
Unidos, y estamos alarmados y ansiosos de que su nueva administración no nos
proteja, ni a nuestro planeta, ni a nuestros hijos, ni a nuestros padres, ni
nos defienda y o defienda nuestros derechos inalienables. Realmente esperamos
que esta obra le haya inspirado a defender nuestros valores americanos y
trabajar en nombre de todos nosotros”.
Hamilton, el político,
escribió 51 de los 85 Papeles Federalistas, el conjunto de ensayos escritos por
tres autores con seudónimos que apuntalan la Constitución de Estados Unidos, y
fue el primer Secretario del Tesoro de ese país. El musical hace el recuento
histórico de la fundación de esa nación cuyos primeros ladrillos fueron
colocados por inmigrantes europeos, y de la lucha por la liberación realizada
por jóvenes rebeldes, interpretado por un elenco lleno de negros e hispanos,
como el propio Miranda, su creador, estadounidense de origen portorriqueño. La
protesta, insólita y de enorme beligerancia, desató una confrontación con el
propio Trump.
“Fue hostigamiento”,
describió Trump lo que el elenco hizo con Pence, y le pidió una disculpa para
el vicepresidente ellecto. El elenco quedó sorprendido por la reacción de
Trump, que con esto desató un nuevo debate en los medios y las redes sociales
sobre los principios de la libertad de expresión que, con su actitud, pareció
intimidar. ¿Qué tanto soportará el nuevo Presidente la crítica? Hasta ahora no
ha sido muy tolerante a ella, y ha respondido con agresiones, descalificaciones
y amenazas. ¿Qué tan grandes serán los márgenes para disentir en el Estados
Unidos de fines de década? El elenco de “Hamilton” le pidió respetar los
valores estadounidenses, donde los más importantes, plasmados en la Primera
Enmienda, son la libertad de expresión y de prensa. Dixon, el actor que dirigió
el mensaje a Pence, respondió a Trump: “conversar, no es hostigar”. Muchos de
los valores que sostienen a la democracia estadounidense no son compartidos por
Trump. La pregunta es hasta dónde las instituciones y el conjunto de valores y
creencias podrán frenar sus arrebatos raciales proyectados de manera
superlativa en la campaña presidencial, una vez que despache en la Casa Blanca.
Trump lo debe saber aunque no
lo admite. En la primera semana después de que fue electo Presidente, el Centro
Legal de Pobreza en el Sur, que vigila y monitorea crímenes de odio en Estados
Unidos, reportó 701 incidentes de esa naturaleza, 65 por ciento de ellos en las
primeras 72 horas después de la votación. El 40 por ciento de todos ellos se
dio en secundarias, preparatorias y universidades, pero hubo de todo tipo. En
Spokane, en el estado de Washington, la policía investigó una suástica pegada
en el garaje de la casa de una familia mexicana y un grafiti con espray sobre
su puerta: “Mexicanos, no pueden pisotear a Trump”.
En esa primera semana se
reportaron 206 incidentes antiinmigrantes, y 60 donde una suástica fue
utilizada. Hubo 80 contra homosexuales y lesbianas, 51 contra musulmanes, 36
contra mujeres y 151 contra negros. En Boston, una mujer reportó al Centro que
mientras caminaba hacia su casa un hombre decidió que no le gustaba su cara.
“¿Piensas que es gracioso puerca asquerosa?”, le dijo. “Te voy a escupir puerca
sucia. Puedo oler a África en ti”.
Estados Unidos tiene a 892
grupos de odio activos, pero contra lo que se podría uno imaginar, no se
encuentran en la enorme franja que votó por Trump en las zonas del centro y la
montaña de Estados Unidos, sino en el educado noreste, el sur confederado y la
liberal California. No en Arizona, Nuevo México o Texas. ¿Qué dicen esos datos?
El odio racial y contra quienes no son blancos no es sólo de Trump. Está
injerto en la gran sociedad estadounidense que no supera el fin de la
discriminación racial y entienden que la diversidad nutre, no empequeñece.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 21/11/2016 | 01:00 AM)
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