MÉXICO,
D.F. (apro).- La violencia que vive nuestro país, producto del crimen
organizado y sus cómplices en los tres niveles de gobierno, ha dado lugar al
enunciado “mexicanización”, como en otro tiempo se usó el de “colombianización”
para describir el crecimiento del narcotráfico en distintas naciones.
Ahora,
cuando el Papa Francisco utilizó el término para advertir sobre el peligro de
un fenómeno similar en Argentina, quien levantó las cejas y reaccionó con enojo
no fue la sociedad mexicana, sino el gobierno de Enrique Peña Nieto, que se
sitió perjudicado en su imagen e implícitamente asumió su culpa en esta
imparable barbarie.
Quizá
muchos piensen que Jorge Bergoglio no tiene mucha autoridad para hablar del
narcotráfico y la violencia en México, porque el Estado Vaticano, a lo largo de
su historia, ha sido culpable de miles de muertes y recientemente algunos de
sus miembros han estado involucrados en tráfico de cocaína, lavado de dinero y
corrupción.
Pero
en lo que no se puede estar en desacuerdo es en el uso del término
“mexicanización” para referirse a la espiral de violencia producto del crimen
organizado y el fracaso del gobierno para combatirlo desde sus raíces.
Tampoco
estarán en desacuerdo que al utilizar ese enunciado, lo que el Papa refleja es
que así se ve México en el escenario internacional.
Corrupción,
impunidad e injusticia son tres de los principales elementos que los gobiernos
del PAN, PRI y PRD, esencialmente, han dejado que aceiten la maquinaria
política mexicana, con lo que han permitido el crecimiento y evolución del
narcotráfico hasta convertirse en crimen organizado, y gobierno en algunas
regiones del país.
Los
indicadores internacionales no pueden ocultarse: México está entre los países
con mayor atraso educativo y los más corruptos; entre los más pobres y con
mayor violencia; entre los de mayor índice de desempleo y más inseguros. En
fin, ocupa los primeros niveles entre las naciones más peligrosas para visitar
y también para ejercer el periodismo.
Y
de ninguna manera se puede ocultar la muerte de más de 100 mil personas en los
últimos ocho años, la desaparición de más de 20 mil y los enfrentamientos en
distintos lugares del país como expresión de una guerra no convencional que no
se acaba, a pesar de la intención oficial de maquillar el rostro ensangrentado
con la ayuda de las televisoras y medios a modo.
Detrás
de la expresión “mexicanizar” está la muerte, violencia, terror, crimen
organizado, corrupción, ejecuciones, desapariciones y desplazamiento que sufren
miles de familias mexicanas por esta guerra absurda que el gobierno de Peña
Nieto heredó del panista Felipe Calderón y que continúa sin tener una
estrategia humanista o social.
Pero
también está la irresponsabilidad de gobiernos como el de Estados Unidos, que
desde Washington dicta la estrategia militar en los países productores y
comercializadores de enervantes, mientras su población aumenta el consumo de
drogas y los dueños de los bancos y el sistema financiero se enriquecen con el
lavado de millones de dólares ensangrentados con los miles de muertos de
México, Colombia, Perú, Bolivia, Honduras, Brasil, Argentina, El Salvador y los
países de Oriente y Medio Oriente.
“Mexicanizar”
no es entonces una ofensa, sino la descripción de una realidad de la que sí
deberían avergonzarse todos los gobernantes, empresarios, banqueros,
comerciantes y representantes de todas las autoridades políticas, judiciales,
legislativas y militares que participan atizando el fuego de la violencia con
su falta de compromiso social y su avidez de poder y dinero.
Twitter:
@GilOlmos
(PROCESO/ ANÁLISIS/ JOSÉ GIL OLMOS/ 25
DE FEBRERO DE 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario