MÉXICO, D.F.
(apro).- Los jefes de las Fuerzas Armadas de México están muy activos. Pero no
en las funciones que le son propias, de la defensa del país, sino en la escena
pública como actores políticos, defendiendo la opacidad castrense y al servicio
de una facción política.
El secretario de la
Defensa Nacional, el general de división Salvador Cienfuegos Zepeda, y el
secretario de la Marina, Armada de México, el almirante Francisco Vidal Soberón
Sanz, han desplegado su autoridad castrense para defender a su alicaído
comandante en jefe, el presidente Enrique Peña Nieto.
Perdida la batalla
de la opinión pública a sólo dos años del gobierno de su comandante, el general
Cienfuegos y el almirante Soberón están decididos a irrumpir en la escena
política. No es que se hayan colocado en una posición deliberante de la
autoridad civil. Más bien, se han asumido como parte de un grupo político y no
como profesionales de la seguridad del país, su territorio y sus ciudadanos.
El general
Cienfuegos y el almirante Soberón se han dedicado a dar titulares a la prensa,
justificando lo indefendible y, en consecuencia, echando más leña al fuego.
El 10 de noviembre
pasado, el jefe del Ejército fue a Monterrey a decir que él y a sus hombres no
están “amedrentados por juicios injustos… erróneos… malintencionados que la
institución armada nacional no se merece”.
Así respondió el
divisionario a la exigencia, nacional e internacional, de que se esclarezca y
castigue a los efectivos del 102 Batallón de Infantería responsables de la
ejecución sumaria de un grupo de presuntos delincuentes en Tlatlaya, Estado de
México, el 30 de junio pasado.
Ese hecho, que el
Ejército pretendió ocultar con el argumento de que los civiles fueron “abatidos
en un enfrenamiento”, fue minimizado por el propio general Cienfuegos el lunes
8, cuando dijo que el peor hecho ocurrido en México este año que termina fue la
desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero.
Para el jefe del
Ejército, si hubo graves violaciones a los derechos humanos en México en 2014,
no fueron sus hombres los responsables, sino los policías municipales de Iguala
y Cocula, evadiendo además las interrogantes que hay por las omisiones del 27
Batallón de Infantería, destacado en Iguala, la noche de la desaparición de los
normalistas.
El almirante Soberón
fue más allá este miércoles 10, cuando aseguró que los padres de los
normalistas están manipulados por grupos políticos, desestimando la
autenticidad de su dolor, reclamo e indignación.
A quienes acusó de
manipularles, que no precisó por su nombre, les reprochó no reconocer “el
profesionalismo” del gobierno federal en la búsqueda de los estudiantes, en
particular del Ejército, la Marina, la PGR y el Centro de Investigación y
Seguridad Nacional (Cisen).
Al salir en defensa
de las instituciones que encabezan, que nunca han estado sometidas a una
verdadera rendición de cuentas, el general Cienfuegos y el almirante Soberón
velan al mismo tiempo por su comandante en jefe.
Parecería natural.
Pero en el contexto de exigencia social de justicia ante las graves violaciones
a los derechos humanos en México, sus discursos van más allá. El mensaje para
la sociedad es que no están dispuestos a la rendición de cuentas. Por eso llamó
la atención su presencia, inédita, este jueves 11, en el cuarto y último
informe del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan Silva
Meza.
Con un comandante en
jefe extraviado, los jefes militares asumen funciones propias del secretario de
Gobernación, quien como encargado de la seguridad interior tiene que dar la
cara a la sociedad. Pero Miguel Ángel Osorio Chong prácticamente ha estado
desaparecido desde los hechos de Iguala.
Los llamados a la
unidad que el general Cienfuegos ha reclamado insistentemente en sus recientes
intervenciones públicas estarían más bien dirigidos al propio gabinete de Peña
Nieto.
Pareciera que la
Presidencia de la República ha decidido que los jefes militares salgan al
rescate del presidente ante la ausencia casi total del gabinete en la crisis
política y humanitaria del país.
El protagonismo de
los militares está anulado en una democracia, que los acota en sus funciones y
presencia pública, puesto que son los primeros y últimos defensores de la
integridad física de un Estado.
La salida de los
militares ya no sólo de sus cuarteles, sino a arropar al presidente y a su
gobierno ante el clima de inestabilidad en el país, puede ser también que la
cúpula militar ha aceptado implícitamente que éstos no son tiempos de paz y han
empezado a actuar en consecuencia.
Comentarios:
@jorgecarrascoa
(PROCESO/ ANÁLISIS/
JORGE CARRASCO ARAIZAGA/ 11 DE DICIEMBRE
DE 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario