lunes, 25 de agosto de 2014

ENTIERRAN 18 CUERPOS MÁS EN FOSA COMÚN DE LOS MOCHIS; SUMAN 54


El enterrador duda en colocar la cruz sobre la tumba abierta.

¿Qué número es?, pregunta al aire. Nadie le responde, a pesar que hay un tumulto de novatos peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado, y tres veteranos agentes del Ministerio Público.

Cada uno de ellos está en su mundo.

El sepulturero se encoge de hombros. Levanta otra cruz, la sopesa. Se inclina por una de ella y la clava. Se retira, confiado en el trabajo hecho.

Pasan los minutos y otro empleado funerario se le acerca. Lleva una duda. La cruz que coincide con el número de expediente del cuerpo que carga ha desaparecido. Rebusca en la lista de cuerpos a sepultar, recuenta las fosas abiertas, y encuentra que falta una.

Va, indaga, revisan las tumbas, las cruces. El número no aparece.

¡Ya!, lo reprime un regordete sujeto, que parecer ser el jefe de la brigada de empleados mortuorios. ¿Quién chingados va a preguntar?

Y el claridoso enterrador señala a los reporteros, que a distancia prudente observan los hechos y escuchan los problemas.

¡A cabrón!, responde el regordete.

Lleva a su subordinado para atrás de una vagoneta mortuoria. Tardan unos minutos, y salen ambos con una sonrisa en la boca. ¡El error estaba en la lista, ya todo está bien! Y cuenta: 17 y 18 cuerpos, y ya. Todo está bien.

Ambos están a un costado del trascabo. De frente a ellos quedan 18 nuevas tumbas. Todas con cruces de hierro. Sin nombre. Sólo tienen como identificación un número de expediente, el número de la agencia que dio fue del hallazgo del cuerpo y el apellido del representante social que encabezó la diligencia. También hay una escueta inscripción de las circunstancias en que fue encontrado ese cuerpo.

Puede leerse de forma indistinta: “Osamenta”; “Decapitado”; “Electrocutado”; “Atropellado”; “Homicidio”; “Homicidio”; “Homicidio”…



Son 18 cuerpos en total. Todos de desconocidos. Todos son personas no reclamadas.

Uno de los veteranos ministerios públicos explica que no hay problema por la no identificación, pues se tienen muestras de tejidos para pruebas de ADN, fotografías para pruebas de superposición fotográfica, impresiones digitales de las ropas, y de las demás características del cuerpo. Todas ellas, asegura, esenciales para una identificación certera.

¡No hay problema!, dice, sacudiéndose un imaginativo polvo del camposanto Centenario.

Y las investigaciones posteriores, se le cuestiona.

A reserva, mi amigo, a reserva. Si hay nuevos datos, la reabrimos, si no, a reserva. A reserva y a darla de baja.

Así, los funcionarios han cerrado 18 nuevos casos. Sólo enviando a la sepultura los 18 nuevos cuerpos, reunidos tras casi tres meses desde que se realizó la exhumación tumultuaria anterior.

Esta habría sido el 9 de mayo del 2014, En ese mismo lugar. 36 tumbas pasaron a ser tierra de olvido.

Y con estos nuevos cuerpos, se llegan a 54 tumbas comunes las construidas en tres meses, en el norte de Sinaloa. Son personas no reclamadas. Son aquellos que fueron asesinados, y abandonados en sitios despoblados, y cuyos deudos no exigirán justicia, pues ignoran que su familiar ya está bajo piso.

Los 54 cuerpos que ya no aparecerán en las estadísticas pues ahora son sólo un expediente más ya resuelto bajo la leyenda de “reserva”. Asunto cerrado. Clausurado.

Para cuando los novatos peritos terminaron su trabajo, el sol comienza a ceder.

Los húmedos terrenos que el trascabo sacó, ya están duros y secos. Estos comienzan a desaparecer por las ráfagas de viento, que los erosionan.

El camposanto poco a poco va quedando en silencio. Las nuevas tumban entran a la etapa del olvido.

Leonel Valenzuela Gastélum, presidente del Colegio de Criminalística del Noroeste, afirmó que sería lamentable y contra la Procuraduría de Justicia del Estado de Sinaloa el que los casos sean olvidados una vez sepultada la víctima, peor cuando se trata de desconocidos.

Sin embargo, afirmó, esta hipótesis se justifica porque es constante que los casos con deudos queden impunes, y más lo serán cuando no existan personas que empujen por una investigación que llegue a sentenciar a quien causó el daño mortal a esa persona, ahora sepultada en una fosa común, sin nombre y con una cruz de metal.

Valenzuela Gastélum, aseguró que nada abona a la credibilidad de la PGJE el que se sepulten los cuerpos en fosas comunes y se dejen en el olvido.

“Creo que ellos deben de tener un sistema, guardar muestras para una identificación positiva posterior. De no hacerlo, sería lamentable, muy lamentable. Pero en los tiempos modernos, en la Procuraduría General de Justicia del Estado, todo es posible”.

NÚMEROS VIVOS

9 mayo del 2014: 36 cuerpos son sepultados en fosas comunes

16 agosto del 2014: 18 cuerpos son enterrados en tumbas sin nombres


(RIODOCE/ Luis Fernando Nájera/  agosto 24, 2014) 

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