Cientos de pobladores de La Ruana dieron la bienvenida a Hipólito Mora, tras ser liberado del penal de Mil Cumbres.
-¿Qué condición le pusieron, don Hipólito?
-Ninguna. Sólo no debía nada y tenía que salir- dice, en medio de su huerta de limón, donde concede una larga entrevista a un programa de televisión, pero no quiere saber de otros medios. “Mañana platicamos, luego de la misa”, cierra.
Los seguidores de Hipólito Mora le preparan, a pesar de todo, una misa y una comida. “Pues dicen, pero yo no quiero nada, por eso me vine para acá”.
En las calles y caminos la vida transcurre como si nada ocurriera: las motocicletas –transporte favorito de los lugareños- van de un lado a otro con dos o tres pasajeros cada una, y los jornaleros del limón
La noche del viernes, decenas de autodefensas de Apatzingán esperaron en vano un saludo del líder del movimiento, pero él pasó de largo rumbo a La Ruana. Ahí, era otra la versión sobre su libertad incondicional: “Lo obligaron a leer ese papel, lo quieren callar”, dijeron varios hombres sobre los elogios a la estrategia del gobierno a los que Mora dio lectura al salir de prisión.
El fundador de las autodefensas no tiene escoltas del gobierno y los seguidores que lo acompañan en medio de la huerta están desarmados.
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