martes, 8 de abril de 2014

VAN NIEROP, CRÓNICA DE UN ASESINATO IMPUNE

Un grito de socorro desde Juárez
“Muerta” es palabra demasiado conocida en el norte de Chihuahua. Hace 15 años la holandesa Hester van Nierop fue una de las víctimas de la irracionalidad que menudea en esa región. Ahora, su madre, Arsène van Nierop, presenta el libro Un grito de socorro desde Juárez, “una invocación a la vida, a la resistencia a la barbarie”, en palabras del reportero Sergio González Rodríguez, recién ganador del premio Anagrama. Con permiso de la editorial Grijalbo se publica aquí un fragmento del prólogo. El volumen comenzará a circular en los próximos días.

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Entre las decenas de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez se distingue el caso de Hester van Nierop.

No sólo porque se trata de la única extranjera en la larga lista, sino por el empeño de su familia y, en particular, de su madre Arsène, quien ha podido registrar en detalle mediante una escritura de lucidez y dolor la ineficacia de las autoridades mexicanas en la investigación del crimen que le quitó la vida a la joven holandesa.

La voz y tenacidad de una mujer valiente ha hecho posible mantener, 15 años después del salvaje asesinato de su hija, el reclamo de justicia y la denuncia contra las fallas gubernamentales. El crimen permanece impune, como tantos otros delitos.

En México, hay que recordarlo, existe un índice de impunidad integral de todos los delitos que se cometen: las propias autoridades del país estiman la impunidad en 92 por ciento, otros organismos ratifican 99 por ciento al respecto.

En tal adversidad se halla el origen de una tragedia nacional, comunitaria e íntima en cada caso.

El libro Un grito de socorro desde Juárez, de Arsène van Nierop, ofrece dos grandes valores: el relato que documenta los hechos en torno del asesinato de Hester y las consecuencias personales y familiares de su desaparición.

Pocos testimonios resultan más impactantes que la búsqueda de una explicación ante una muerte injusta, como la que padeció Hester a los 28 años de edad, cuya historia alcanza un rango desgarrador: la joven viaja de buena fe a México, decide visitar Ciudad Juárez y, en pocas horas, su cuerpo es hallado sin vida en la habitación de un hotel turbio.

Sólo en un entorno de barbarie pudo consumarse un crimen tan lleno de preguntas sin respuesta, al igual que de sombras y contradicciones. Responder algunas preguntas y arrojar luz sobre las circunstancias es también otra de las tareas que enriquecen Un grito de socorro desde Juárez

Desde el asesinato de Hester van Nierop, la situación para las mujeres en Ciudad Juárez persiste en un perfil alto de barbarie. Sobre todo, porque la trama institucional y empresarial que sostiene a esta urbe fronteriza continúa bajo el mismo esquema desigual, de escasas perspectivas de mejoría en la calidad de vida de las personas. El auxilio de los privilegiados a una comunidad disminuida se limita a una visión asistencial o filantrópica.

Asimismo, los programas federales, estatales y locales de impacto social que diversos gobiernos han implantado para atender problemas urgentes (seguridad pública, violencia contra las mujeres, marginación, carencia de ofertas culturales, etcétera) han tenido logros esporádicos y parciales.

Ciudad Juárez es todavía una de las urbes más violentas del mundo, y los asesinatos contra mujeres se han acentuado en los últimos años. Al mismo tiempo, se ha incrementado la negativa del poder económico y político a reconocer el drama de las asesinadas.

Cuando publiqué mi libro Huesos en el desierto (2002) nunca imaginé que encontraría un rechazo a su contenido por parte de las clases dirigentes y los medios de comunicación de la frontera, en particular, gran parte de la prensa local.

La causa del desastre en Ciudad Juárez hay que ubicarla en un trasfondo: el rechazo a reconocer una corresponsabilidad en los hechos de parte de las clases dominantes y, de ahí, a sus empleados y voceros, a los policías y funcionarios, o a la inadvertencia de muchas personas que los rodean. Arsène van Nierop pronuncia una pregunta decisiva en su libro: “¿Cómo podría sanarse una sociedad tan corrompida?”.

La animadversión contra quienes denunciamos aquellos asesinatos sistemáticos viene sobre todo de quienes detentan el sistema de dominio que allá rige, e implica a la industria ensambladora, uno de los motores económicos en la frontera, y la incidencia del narcotráfico en la economía local a través del blanqueo de dinero u otras actividades criminales, por ejemplo, el contrabando. La molestia de los poderosos ante el tema del feminicidio ha ratificado una voluntad de exterminio basada en la explotación de las personas y el desprecio a la vida humana.

La manipulación de las cifras oficiales sobre los asesinatos de mujeres, siempre erráticas y contradictorias, ha sido una apuesta indigna de quienes insisten en negar hechos documentados no sólo por investigadores independientes, sino por organismos internacionales.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya condenó al Estado mexicano, entre otras cosas, por las cifras oficiales sobre la violencia contra mujeres allá.

En los últimos años, se han incrementado los asesinatos y la desaparición de niñas, menores y jóvenes en dicha frontera. La situación para las mujeres en Ciudad Juárez ha empeorado desde los años del asesinato de Hester van Nierop, como lo muestra el informe del Colegio de la Frontera Norte llamado “Comportamiento espacial y temporal de tres casos paradigmáticos de violencia en Ciudad Juárez, Chihuahua, México: el feminicidio, el homicidio y la desaparición forzada de niñas y mujeres (1993-2013)”.

Ahí se lee: “La justicia permanece ausente. Además, con la escalada de niñas desaparecidas y mujeres desde 2008, y el descubrimiento de esqueletos femeninos en los años 2011, 2012 y 2013, podemos decir que el compromiso de la erradicación del feminicidio sigue sin cumplirse”.

Desde 20 años atrás, el gobierno de Chihuahua se ha especializado en inventar acusaciones, resolver con mentiras múltiples casos y tejer historias inverosímiles con el fin de desviar la atención sobre su trabajo ineficiente y corrupto. Así, maquinó la inculpación de personas sin prueba alguna, como en el caso de Abdel Latif Sharif Sharif, o la supuesta banda de Los Choferes.

A principios de 2014, las autoridades mexicanas anunciaron la captura de un sujeto al que inculpan del asesino de Hester van Nierop. Para la familia de la víctima, la detención parece un consuelo, después de tanto tiempo de exigir justicia. Sin embargo, como en muchos procesos judiciales de asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, persiste el cuestionamiento sobre la veracidad y eficacia de las autoridades de Chihuahua. Será necesario un juicio debido en el que, sin lugar a duda razonable, se demuestre con evidencias y pruebas periciales que el sujeto detenido es el culpable del crimen, más allá de señalar que sus características físicas coinciden con las de un retrato hablado que se elaboró 15 años atrás. ¿Por qué hasta ahora se tuvo un supuesto resultado de las investigaciones?

Hay que recordar también que el Estado y el gobierno mexicanos han incumplido en su totalidad la sentencia (2009) de la Corte Interamericana de Derechos Humanos respecto de los casos del campo algodonero, acontecidos en 2001.

Más que nunca, se debe cuestionar a las autoridades mexicanas, sobre todo, a las de Chihuahua y de Ciudad Juárez, donde prevalece un entorno de explotación extrema, donde la oligarquía local ha patrocinado la idea de que el feminicidio es un “mito” o una “mentira”, que nunca se registraron “asesinatos en serie” de mujeres, contra la amplia documentación de los hechos.

Por desgracia, la violencia contra niñas, menores y mujeres en Ciudad Juárez se ha multiplicado en todo el país.

Como lo narra en Un grito de socorro desde Juárez, Arsène van Nierop pudo conocer las carencias de la justicia mexicana y también, como contraparte necesaria, la solidaridad de muchas personas que la ayudaron a comprender la situación que sufrió su hija Hester y el contexto de la violencia de la que fue víctima. Entre ellas, la autora reconoce en un sitio especial a Esther Chávez Cano, pionera en la defensa de las mujeres asesinadas a partir de su organismo de apoyo Casa Amiga. Tuve la fortuna de entablar comunicación con Arsène van Nierop por correo electrónico cuando investigaba algunos datos sobre su hija Hester para incluir su caso en un capítulo de Huesos en el desierto. Cuando se publicó este libro, envié un ejemplar a Arsène que, ahora descubro, nunca recibió. Desde aquellos años, mis comunicaciones postales y electrónicas han sido objeto de intercepciones, que se complementan con una vigilancia habitual a mi persona: agentes que se mantienen atentos a mis encuentros con periodistas, editores, o viajeros extranjeros en México. Así lo registré en aquel libro.

Los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez, “demasiado fuertes y complejos incluso para el FBI”, como declaró un exjefe policial, involucran no sólo aspectos criminales, sino que encubren intereses de alto nivel que trascienden la propia frontera, de ahí las dificultades y los riesgos que ha conllevado indagar a fondo el tema.
 
Ahora, el caso de Hester van Nierop está en manos del gobierno holandés, que lo ha llevado en 2011 a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual en su momento se pronunciará sobre la actuación del gobierno mexicano, cuyos errores y dolo al respecto han sido evidenciados por organismos civiles desde años atrás.

Como un modo de contrarrestar la impotencia y enfado ante la ineptitud de las autoridades mexicanas, Arsène van Nierop decidió establecer la Fundación Hester, dedicada al apoyo de mujeres víctimas de distintas formas de violencia. Se trata de un organismo dedicado a honrar a Hester van Nierop, y que permite renacer el espíritu generoso, abierto, de enorme calidez humana que la caracterizó en su breve pero fructífera vida.

Un grito de socorro desde Juárez está lejos de ser un libro común, y evita ser una obra fúnebre, tampoco es un relato de nota criminal. 

Por el contrario, ofrece una invocación a la vida, a la resistencia a la barbarie. Y significa un testimonio de amplia calidad humana que invita a la comprensión, la solidaridad y el rechazo a toda violencia, en especial, contra las mujeres. Entre la infinidad de historias de las que el mundo actual dispone, la de Hester van Nierop, por lo que implica el contraste de una vida plena enfrentada a la crueldad más atroz, está llamada a perdurar.

Este libro conmovedor es un monumento a su memoria.

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