lunes, 7 de abril de 2014

"¡NO TE ESTOY CONFUNDIENDO!"



En el atentado contra Adrián López Ortiz, Director General de Noroeste, los agresores buscaron privarlo de la libertad; un auto versa estuvo presente en todo momento, desde su salida del aeropuerto hasta que le dispararon

CULIACÁN.- Al filo de la medianoche del miércoles, se veía una silueta cruzando el bulevar Pedro Infante de un lado a otro.

Estaba herido, de sus piernas brotaba sangre. Conforme pasaban los segundos aumentaba la desesperación por el miedo a perder la vida desangrado.

Saltando sobre una pierna, iba de acera en acera pidiendo auxilio. Pasaban autos, taxis y camiones, pero nadie se detenía.

Por fin un auto de alquiler paró su marcha en el semáforo que está en el cruce con las vías del tren. Como pudo, se dirigió al auto. La luz cambió a verde y a él se le fue toda esperanza.

Para su fortuna, el taxi no se movió. El joven que ese día cumplió 34 años pudo por fin acercarse por la ventana del copiloto que estaba un poco abierta. Puso sus manos sobre el cristal y asomó su rostro.

"Soy Adrián López Ortiz, soy director del periódico Noroeste, me acaban de asaltar, me quitaron el carro, me dieron un balazo en la pierna, me estoy desangrando y le pido por favor que me lleve a la Cruz Roja".

Al pasajero que venía al lado del copiloto le dio miedo, pero no a la conductora del taxi.

"Abra la puerta de atrás y súbase", le dijo la mujer.

"Quítese la camisa y hágase un torniquete", le ordenó la chofer cuando Adrián ya había abordado el auto.

Entonces se dio cuenta que su pantalón tenía cuatro orificios, dos por cada muslo, uno en cada lado de las piernas.

"Sentí los cuatro hoyitos en el pantalón, así fue como me di cuenta que la bala había atravesado", recuerda.

Cambió de parecer, y el Director General de Noroeste pidió que mejor lo llevaran al hospital privado que estaba más próximo en la zona del Desarrollo Urbano Tres Ríos.

El taxi llegó a la puerta de Urgencias. Adrián logró bajarse y, a gatas, se movió 2 ó 3 metros hacia la recepción, donde por fin lo auxiliaron.

Mientras lo subían a una silla de ruedas, buscó a la mujer taxista para darle las gracias.

Ella ya subía al taxi para irse.

COMPAÑEROS DE VUELO

Casi a la medianoche del miércoles 2 de abril, Adrián López Ortiz, Director General del periódico Noroeste, fue víctima de un robo violento de auto, en el que uno de los delincuentes le dio un disparo que le hirió ambas piernas.

Para las autoridades de Sinaloa el móvil fue el atraco.

Para el Gobernador Mario López Valdez fue cosa de mala suerte.

Para la comunidad local, nacional e internacional fue un ataque al periodismo. El agresor que hirió al directivo sigue libre.

Esa noche regresaba de la Ciudad de México, a donde acudió por invitación de las organizaciones de la sociedad civil Fundar y Artículo 19 para participar en la presentación del Índice del Acceso al Gasto en Publicidad Oficial de las Entidades Federativas, el cual es una medición para conocer cuánto y cómo gastan los gobiernos en publicidad y cuánto comprueban.

Cuando llegó a la terminal aérea Benito Juárez, a las 20:00 horas, se dio cuenta quiénes serían algunos de sus compañeros de viaje.

Aarón Rivas Loaiza, Secretario de Desarrollo Económico; Karim Pechir, Secretario de Innovación, y el propio Mario López Valdez, Gobernador de Sinaloa.

Aunque el vuelo de Aeroméxico estaba programado a las 21:55 horas, se retrasó como suele suceder con la última salida a Culiacán.

Ya para abordar, Adrián se dio cuenta que el vuelo estaba sobrevendido, pues le dieron un lugar en clase premier.

"Yo no traigo primera clase, esto está equivocado", le dijo a la empleada.

"Ahí lo estamos acomodando", le respondieron.

Malova viajaba en la primera fila del lado de ventanilla. Adrián en la segunda, de lado del pasillo. Intercambiaron un breve, "Hola, ¿cómo estás?"

El vuelo transcurrió sereno, sin sobresaltos. Malova jugó un rato en el iPad y luego durmió.

El avión aterrizó en la pista de Culiacán. Adrián tomó su maleta y se dirigió al estacionamiento donde tenía su auto, un Áltima blanco.

Al abrir la puerta, observó cuando el convoy del Gobernador salió a toda velocidad para abandonar la terminal aérea.

Él abordó su automóvil y lo encendió. En casa lo esperaba el festejo de cumpleaños.

EL AUTO 'SOMBRA'

El paso del versa gris, sucio, con el logotipo de una empresa de seguridad privada, hizo que Adrián frenara cuando intentó salir del estacionamiento del aeropuerto.

Permitió que pasara y luego tomó la vía de salida hacia el bulevar Emiliano Zapata. Alcanzó al versa en un tope y lo rebasó. Tomó el Zapata y, a la altura del cruce con el bulevar Las Torres, empledos del Ayuntamiento pintaban las líneas blancas del paso peatonal.

Eso le impidió seguir derecho hasta el paso superior donde pretendía tomar el bulevar Pedro Infante hasta su casa. La vía segura. Así que tuvo que hacer lo que estaba evitando: tomar el camino de las vías del tren, la calle Juan M. Zambada.

En el momento que esperaba la flecha a la izquierda, apareció de nuevo el versa. El conductor hizo alto delante de él, también esperando dar vuelta.

Cuando el semáforo lo permitió, ambos arrancaron por el bulevar Las Torres, conocido como el de la Coca, y volvieron a emparejarse en el siguiente semáforo.

"Yo volteo por reacción natural a ver quién viene en el coche, y veo que solamente tiene la ventana, polarizada, abierta unos 10, 12 centímetros; alcanzo a ver una silueta y la frente", narra Adrián.

"Estaban volteando hacia mi carro, no me gusta, entonces yo acelero en cuanto salgo del semáforo y justo cuando llego a topar con las vías del tren de la avenida Juan M. Zambada, miro por el retrovisor y veo que el versa estaba detenido un poco adelante del semáforo y ahí tenía a un lado la camioneta Ford Edge".

Ambas unidades estaban paradas en medio de la calle bloqueando el paso, aunque en ese momento no había tráfico.

Estaban cerca una de la otra, pegadas, como "tocándose la nariz". Era notorio que sus tripulantes conversaban.

EL ATAQUE

Adrián siguió su marcha hasta llegar al semáforo con el cruce de Pedro Infante. La luz estaba en rojo, al cambiar a verde intentó arrancar, pero la camioneta Edge gris que había visto con el versa se le atravesó por el frente para bloquearle el paso.

Intentó dar reversa, pero vio que el versa estaba parado detrás, estorbando el paso.

"De inmediato veo cómo se abren las puertas traseras de la camioneta y sale de la puerta trasera esta persona morena, delgada, con el bigote incipiente que me encañona de inmediato; sale (también) del otro lado esta persona robusta, chaparrita, güera, que también me encañona, entonces yo pensé, 'aquí me mataron', y me tiro al asiento", describe.

"¡Abre la puerta, cabrón!; baja el vidrio, baja el vidrio, quita el seguro... te va a cargar la chingada", le gritaban sus atacantes al tiempo que con sus pistolas golpeaban la puerta y ventana del Áltima.

Nervioso, Adrián logró quitar el seguro. Uno de los delincuentes abrió la puerta y lo baja.

"Súbete atrás, te vamos a llevar", le ordenó a punta de pistola.

"Me estás confundiendo", respondió, "llévate el acarro".

"No", refutó el delincuente, "no te estoy confundiendo, te vamos a levantar; súbete al carro, si no, te vamos a matar".

"Yo no me voy, llévate el carro".

Entonces, el otro delincuente se acercó para apoyar a su cómplice y, entre ambos, intentaron meterlo de nuevo al auto, a la fuerza.

El director de Noroeste logró zafarse por debajo; dobló las rodillas para escabullirse de sus captores, pero ya no pudo levantarse. Quedó de rodillas a escasos metros de sus atacantes.

La camioneta Edge se movió, dio la vuelta en U y se detuvo del otro lado, en el sentido de regreso hacia el aeropuerto.

Uno de los atacantes, el de tez morena, abordó el Áltima e hizo lo mismo, pero sin detenerse. El otro delincuente, el "güero", se mantuvo de pie encañonando a Adrián que estaba ya sometido, rendido y que sólo imploraba: "Llévate el carro, llévate el carro, no me hagan nada, por favor".

El versa gris, sucio, seguía ahí. Sin moverse. Quien quiera que fuera el conductor, estuvo observando.

"¡Cállate!", le gritaba el delincuente a Adrián, "¡te vamos a matar, te va cargar la v...a", cállate.

Entonces, lo pateó en el costado derecho y cayó al piso. Luego lo pateó de nuevo y Adrián tomó la posición fetal, mandada por el instinto de sobrevivencia.

El atacante dio un paso para atrás y disparó a quemarropa.

La bala expansiva calibre .380 entró por el muslo derecho y su trayectoria atravesó las dos piernas.

Según los médicos, la bala no causó daños irreversibles ya que por la corta distancia no se expandió.

El agresor se subió a la Edge y huyeron a toda velocidad.

Adrián, herido y en el suelo, trató de incorporarse hasta que logró hincarse de nuevo. Entonces vio que el versa emprendió su marcha frente a él.

Cuatro o cinco minutos duró el ataque. Nunca le pidieron el auto.

Adrián vio la sangre, de padre médico y madre enfermera, sabía que podía desangrarse rápido si la bala había dañado la vena femoral, una de las más importantes en el drenado de sangre.

Intentó ponerse de pie pero la pierna derecha no le respondió.

A saltos, sobre la pierna izquierda, se movió a hacia el Pedro Infante, a gritar por auxilio. Pasaron entre 8, 10 minutos, hasta que la valiente taxista le salvó.

(NOROESTE/ FRANCISCO CUAMEA / 07-04-2014)

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