lunes, 20 de mayo de 2013

"AYÚDANOS A ENCONTRARLO"

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Levantado la noche del jueves 9, fue encontrado muerto una semana después.

“Me hablas en 15 minutos, en ese tiempo llego a la casa”, le dijo. Acompañada de su madre, Amairani le dijo que sí desde la puerta. No eran todavía las nueve de la noche. Al poco rato le habló pero el aparato la mandó a buzón.

Tenían once meses de novios y Jesús la visitaba en su casa, ubicada en la colonia 4 de Marzo. La madre de la joven trabaja y aprovecha su ruta para dejarla en la Preparatoria Central de la   UAS. Así que deben mañanear.

“Ya es hora de que te vayas, Jesús, mañana tenemos que levantarnos temprano”, le había dicho la señora. “Chale —le respondió el muchacho antes de irse—, yo que me quería quedar hasta las 12 para darle el abrazo”. “Mañana me lo das”, lo atajó ella.

Jesús, que no tenía un trabajo fijo, le preguntó a su suegro, albañil de oficio, si tendría alguna chambita de ayudante. “Ahora no, pero saliendo algo te aviso”.

El joven no llegó a su casa, que está por la calle Ararat, en el Infonavit Solidaridad. Era la noche del 9 de mayo. En un trayecto completo a pie, hubiera tenido que pasar por la gasolinera Horizontes, que está por la calzada Lola Beltrán. Luego hubiera cruzado la avenida para internarse en el fraccionamiento Rincón del Humaya.

Le gustaban los atajos. Por eso solía cruzar el campo que está justo en la entrada del fraccionamiento, a la derecha si se va por el bulevar Norma Corona. A esa hora no hay noche que no se mire gente haciendo ejercicios y a jugadores de volibol en una cancha en la que muchos de ellos y algunos espectadores se quitan la sed con cervezas bien heladas.

A Jesús le gustaba atravesar la cancha en diagonal para aprovechar el atajo, pero al final empieza una calle negra que parece “boca de lobo” por la que hay que caminar para luego adentrarse al Infonavit cruzando un vado que también es paso de automovilistas.

Pero nadie supo qué pasó con Jesús, si alguien lo esperaba en la 4 de Marzo, saliendo de la casa de su novia o tuvo algún desencuentro con alguien en la cancha, si es que llegó hasta ahí. O con alguien en ese callejón oscuro. O antes de llegar a su casa, en otra canchita, también de volibol, que está justo detrás de su cuadra, por la calle Annapurna, donde le gustaba reunirse con sus amigos.

De apenas 18 años de edad, Jesús Rafael Medina González, fue reportado como desaparecido ante la Procuraduría General de Justicia del Estado el lunes 13 de mayo.

Vivía la esperanza

Apolonia González plancha ajeno para ayudar a su esposo, herrero de oficio. Es una mujer que ronda los 60 años con la misma entereza que ingresó a la primaria cuando ya tenía 14, después de que una tía la bajó de la sierra de San Ignacio para que no se la tragara la barbarie.

Tiene un lote de ropa de Jesús que apenas ha planchado “para que  esté lista cuando regrese”. La soba como si fuera su hijo mientras cuenta la tarde que lo dejó en su casa.

“Él estaba aquí en el sillón y su padre arriba, en nuestra recámara. Les dije que saldría a entregar una ropa.

Tiene cuatro hijos y Jesús es el único varón. La mayor es casada y las dos menores viven también con la pareja.

Cuado regresó el muchacho se había ido “a la visita”. Nadie reparó en su ausencia durante la noche porque duerme arriba, en su recámara. Así que tampoco lo extrañaron al día siguiente por la mañana, hasta entrada la tarde. Pero fue hasta el día 11 cuando le hablaron a la novia para preguntarle si había estado con ella y qué había pasado porque no aparecía por ningún lado.

Jesús no era bebedor ni consumía drogas. Hace poco le detectaron tuberculosis y para aplicarle un tratamiento le hicieron pruebas de alcohol y drogas, de las cuales salió limpio. Trabajó eventualmente con una empresa en la venta casa por casa de artículos para el hogar.

“Es medio alocadito”, pero nada más. No es un muchacho violento ni tiene malos antecedentes”, afirmó su madre.

Después de que puso la denuncia la ratificó. Hasta el jueves por la noche, solo un agente de la Policía Ministerial al que solo conocen como Rodrigo, acudió al domicilio para hacer preguntas. Pero es todo.

La novia y su familia no habían sido requeridas y entonces el caso parecía en punto muerto, salvo porque la ruta que hubiera seguido Jesús, de la casa de su novia a la suya, fue tapizada de carteles que compiten con anuncios de casas que se venden o plomeros que se alquilan, con un cabezal estremecedor: Ayúdanos a encontrarlo.

Viernes trágico

Fue la primera noticia policiaca que los portales subieron a la red esa mañana de viernes. Jesús ya no sería parte de los más de 1 mil 300 desaparecidos que hay registrados en Sinaloa en los últimos seis años y por los que normalmente el Gobierno no hace nada.

Los cuerpos de dos jóvenes que habían sido asesinados fueron descubiertos al amanecer por la carretera Navolato-El Castillo, muy cerca de la ciudad cañera.

Uno de ellos era el hijo de doña Apolonia y todavía vestía su pantalón de mezclilla, esa camisa blanca a cuadros y sus tenis negros con que fue anunciado en el cartel para su localización.

La familia se enteró porque a media mañana llegó a la casa de Ararat un hombre que les habló con la rígida solemnidad con que se conducen los creyentes ante el santo de su devoción.

–¿Ustedes habían reportado a un joven desaparecido?

–Sí…

–Es que esta mañana fue encontrado… pero no como todos  hubiésemos deseado.

Era de la funeraria en turno.

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