martes, 30 de octubre de 2012

MATAN AL "ONDEADO"


   

Se enfrenta a Ejército en el Valle de San Lorenzo
Redacción
Para Manuel Torres Félix, Manuelón, el Ondeado o el M1, se acabó el insomnio. La madrugada del sábado 13 de octubre de 2012 murió durante un enfrentamiento con fuerzas especiales del Ejército.
 
Lo cazaron como el gato montés que era. Lampareado en la noche por un camino cercano a Oso Viejo, Quilá, esta vez no logró escapar como otras tantas en que a sangre y fuego lograba huir para esconderse en sus guaridas y sus montes.

De acuerdo con las primeras versiones de los hechos, algunas recogidas por reporteros que acudieron en la madrugada al Valle de San Lorenzo y otra vertidas en forma extraoficial por los mismos militares, Manuel Torres, acompañado por un fuerte grupo de escoltas, se topó con fuerzas federales e intentó burlarlos. Pero ya lo tenían cercado. Desde días antes, fuerzas especiales con el apoyo de la Novena Zona Militar, habían sembrado elementos en toda la zona. Esa madrugada, un contingente de soldados entró por Tacuichamona rumbo a Oso Viejo y otro similar bajó desde Quilá, conformando una pinza infranqueable a pesar de que conocía el terreno como la palma de su mano.

En el momento del encontronazo, Manuel Torres bajó del vehículo donde se transportaba y trató de huir entre el monte. Pero fue alcanzado por los disparos. Cayó en el acto.

Se le aseguraron dos pistolas calibre .38 Súper y siete cartuchos útiles calibre .22. El procurador de justicia, Marco Antonio Higuera Gómez, informó que traía consigo 9 mil 980 dólares y 23 mil 500 pesos, además de porciones de un polvo blanco, al parecer cocaína.

Aunque la información oficial no habla de detenidos, fuentes de Ríodoce aseguran que fueron muchos.

Negra carta de muerte

No se había conocido en Sinaloa un operador del narcotráfico tan sanguinario. Los hay en todos los bandos, su hermano Javier Torres, preso en los Estados Unidos donde purga una condena por narcotráfico, se enfrentó también con el Ejército mexicano y en los hechos murió un militar. Luego fue entregado por sus propios jefes y extraditado.

Javier Torres era uno de los lugartenientes principales de Ismael Zambada García el Mayo. Y aunque Manuel Torres nunca alcanzó el mismo nivel en la estructura, fue pieza clave para la organización luego de que en el cártel de Sinaloa estalló la guerra.

Manuel Torres se encargó de enfrentar a sangre y cuchillo a los nuevos enemigos de Zambada y Joaquín Guzmán: los hermanos Beltrán Leyva.

Cientos de muertes se atribuyen a los comandos dirigidos por Manuel Torres, que se ganó a pulso el seudónimo del Ondeado por su falta de equilibrio emocional.

No había distinción. Se trataba de cuidar la plaza para el que siempre la había tenido y se actuó sin miramientos. Así, cayeron policías de todas las denominaciones y hasta algunos militares que se atrevieron a incursionar en su terreno y de cuyas bajas el Ejército nunca informó.

Desde que inició la guerra en 2008, los Torres fueron blancos de ataques de sus nuevos enemigos, principalmente a través del grupo denominado los Charritos, ligados a la familia Araujo, cuyo tronco principal fue Gonzalo, el Chalo Araujo.

El 4 de abril, apenas iniciadas las hostilidades, fue atacado afuera de un billar ubicado en la colonia Guadalupe Victoria, el joven Joel Torres Jiménez, hijo del JT. Tenía 19 años y sobrevivió.

Pero semanas después, el 18 de abril, otro Torres, ahora hijo de Manuel, Atanasio Torres Acosta, el Tachío, fue asesinado. Fue a un lado de las instalaciones de la Secretaría de Salud, en el residencial Montebello.

La Policía halló uno de los vehículos que aparentemente usaron los gatilleros. Un Tsuru rojo en donde encontraron rifles AK-47 y un mensaje: “De parte de tu compadre y sus Z sobrinos. Para que lo tengas presente Manuel Torres”.

El M1 enloqueció con la muerte de su hijo, que fue velado en una de sus casas, en el valle. La misma noche y al día siguiente en que velaban el cuerpo de Atanasio, Manuel Torres cobraba venganza con jóvenes levantados que sus gatilleros le llevaban a domicilio para que los torturara.

Nada lo detuvo. Por toda la ciudad empezaron a aparecer cuerpos decapitados, mutilados, con mensajes alusivos al crimen del Tachío. Ninguna muerte, ningún límite contuvo su sed de venganza hasta su muerte, la madrugada del sábado.

Los cárteles estaban en guerra pero él tenía la suya propia en nombre de la afrenta que había sufrido.

En el lugar en que fue asesinado su hijo fueron tirando cuerpos decapitados, uno de ellos el de Roberto Barceló Villagrán, quien había sido comandante de la Policía Ministerial y jefe del grupo Centauro. Le amputaron las dos piernas, lo decapitaron y en vida la abrieron la espalda con un cuchillo.

Manuel Torres Félix ni siquiera aparecía en los archivos de la PGR, menos en los de la Procuraduría de Justicia estatal, cuando Barack Obama, el 1 de junio de 2011, lo designó, junto con Gonzalo Inzunza Inzunza, el Macho Prieto, como narcotraficantes sujetos a la Ley Kingpin, que sanciona a los cabecillas del narcotráfico, lo cual le permite al Gobierno norteamericano congelar cuentas y negocios a extranjeros.

En Sinaloa, la Procuraduría tiene registrado un viejo antecedente de Manuel Torres, “desde que las culebras andaban paradas”, por portación de arma de fuego. Pero no más.

El abejazo

Manuel Torres murió de muerte natural. A salto de mata desde que el presidente Felipe Calderón empezó su guerra, no tuvo descanso. Vivía en el monte, en los valles y muy pocas veces bajaba a la ciudad. Desconfiaba hasta de su sombra. Solía pasar dos, tres noches sin conciliar el sueño, siempre al alba.

Hace quince días, un enjambre lo atacó y tuvo que ser trasladado a Culiacán, donde apenas le salvaron la vida después de que cientos de abejas lo habían picado. No le tocaba la vida. Tenía un destino: el que a cuchillo mata a cuchillo muere.

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