lunes, 16 de enero de 2012

LA PESETA REVIVE A UN PUEBLO FANTASMA

La llegada del euro pareció borrar del mapa a la antigua moneda hispana; sin embargo, ésta ha vuelto a ser utilizada con cierto éxito en un pequeño poblado que busca salir de la crisis económica. 
 

SALVATERRA DO MIÑO, España.- En el aparador de un pequeño local de numismática del centro de Madrid un viejo “duro” aguarda a ser adquirido. Es de los tradicionales de cinco pesetas, billetes que tenían al rey Alfonso X al frente y la Biblioteca Nacional al reverso. 

El billete, en desuso hace justo 10 años por la puesta en marcha del euro en 12 países de la Unión Europea, está fechado en la capital española el 22 de julio de 1954.

Por él, Manuel Castilla, propietario del local de la calle Felipe III, pide tres euros, una cantidad ridícula comparada con los más de dos mil euros que llegan a pagar los coleccionistas por los antiguos billetes que celosamente guarda en los álbumes de sus estantes.

Junto al “duro” descansa una peseta de 1953, la famosa “rubia”; por la moneda dorada pide tres euros. 

A la derecha, un billete de 100 pesetas con el rostro de Manuel de Falla aguarda ser adquirido por algún nostálgico; más arriba destaca —en un sobre de plástico— la imagen de Hernán Cortés y una figura maya sobre un grabado del continente americano que adorna el de mil, también de los setenta, el cual cuesta 10 euros. Castilla asegura que estos billetes carecen de valor coleccionable, ya que son posteriores a 1950. 

Todos, dice, los vende como souvenir a los turistas. Incluso aconseja cambiarlos por euros, transferencia que, a una década de la entrada en vigor de la moneda común europea, aún es posible hacer en España al tipo de cambio de hace una década: 166 pesetas por un euro.

Según el Banco de España, aún existen mil 700 millones de euros en pesetas regadas dentro y fuera del país. Sin embargo, para conseguir unos cuantos “duros”, “rubias” o “pelas” (como también se les conoció) es necesario venir a esta céntrica área junto a la Plaza Mayor. 

La idea de buscar una vieja moneda no es en esta ocasión para llevarla de recuerdo, sino para ir de compras al norte del país, a 570 kilómetros de Madrid, a la frontera con Portugal, donde la peseta ha vuelto a utilizarse.


La dueña de la tienda de aparatos eléctricos muestra los viejos billetes de pesetas españolas. Foto: Julio I. Godínez Hernández
TODOS LOS MALES 
A las 7:30 horas, al llegar a Salvaterra do Miño, la localidad tiene todo el aire de un pueblo fantasma: las calles están vacías, oscuras por la escasa luz del invierno y porque el gobierno local ha decidido apagar el alumbrado público por la noche para ahorrar dinero. 
 
El frío se mete terco entre la ropa. Junto al mercado apenas se da un poco de movimiento: como fantasmas, un grupo de comerciantes descargan de sus camionetas pescado proveniente de Portugal —al otro lado del río Miño— mientras un gato observa inquieto y hambriento la escena. 
La densa neblina carga aún más a Salvaterra de una sensación de misterio y tristeza.
Pareciera imposible imaginar que esta población de 10 mil habitantes concentre los problemas financieros que sufre España. 

Sin embargo, por sus brumosas calles se alza un sinfín de edificios habitacionales que, a pesar de la hora, sólo tienen una o dos luces encendidas; la razón: la mayoría de los departamentos están abandonados a causa de la crisis que provocó el boom inmobiliario español. 

Más tarde, en un café del centro, Pablo Pino, empresario local, dice a M Semanal que la vida en el pueblo comienza tarde, “entre las 10 y las 11 de la mañana, cuando 20 por ciento de la población desempleada se levante y comience el movimiento”. 

En una odiosa coincidencia, el gobierno español dio a conocer hace unos días que el desempleo en toda España alcanza ya 22 por ciento.

En Salvaterra, el fenómeno de la desocupación se acrecentó aún más después de que el proyecto de generar un Polígono Industrial de cuatro millones de metros cuadrados en la localidad para crear nueve mil empleos, se viniera abajo; con ello, cuenta Pino, marcas como Mitsubishi decidieron abandonar su proyecto de abrir una planta, y como resultado dejaron al pueblo con cientos de departamentos en espera de ser vendidos a los trabajadores que nunca llegaron. 

Durante el boom inmobiliario en 2002, cuenta el empresario, 80 por ciento de los trabajadores del pueblo se dedicaban a la construcción. No obstante, frente a una taza de café, Pablo coincide, resignado: 

“Sí, Salvaterra tiene todos los problemas financieros de España, un sitio que ilustra la realidad: bajos salarios, desempleo, impagos inmobiliarios y migración de inversiones a otros países”.


La perfumería Tyseri, en el centro de Salvaterra, acepta también pesetas. Foto: Mara González/ Unes Salvaterra
“LA RUBIA” REGRESA
B. B. Críos es una tienda de artículos para bebés. Tiene un amplio y bien surtido local ubicado en la planta baja de un lujoso edificio de seis pisos sobre la Rúa do Miño, una de las avenidas más transitadas de Salvaterra. 

Sin embargo, sobre la tienda, en tres ventanas de sendos departamentos, están colgados letreros de “En alquiler” y “En venta” de diferentes inmobiliarias. Junto a él se encuentra un edificio igualmente grande que fue abandonado a medio construir hace ya cuatro años. 

Apenas visible, se lee una extraña promoción sobre un cartel que se asoma a través de la ventana del local: “La peseta vuelve a Salvaterra”.

La tienda forma parte de una singular iniciativa que tuvieron medio centenar de empresarios del pueblo. “El objetivo”, dice su creadora Sandra Ameijeira, integrante de la Unión de Empresarios de Salvaterra (Unes), “es el de activar el comercio en el pueblo”.

Mientras en otras ciudades y países de Europa los ciudadanos y los medios se preguntan y analizan si con el franco, el marco, la lira, etcétera, estaban mejor que con el euro, en esta población cercana al famoso puerto de Vigo han hecho que la vieja moneda que se guardaba en un cajón, un abrigo, un baúl o debajo del colchón se vea nuevamente utilizada en múltiples tiendas.

Fina Rodríguez, de la tienda de electrodomésticos Ebasa, mira una de las pesetas traídas de la tienda de numismática Madrid. “Con cinco pesetas no te alcanza para nada. Un café cuesta 166”, dice divertida. Ella es una de las que más pesetas ha recibido. 

Hasta su local llegó hace unos días una persona con 150 mil pesetas en billetes de 500. “El cliente”, cuenta la comerciante, “nos contó que había vuelto a Galicia para limpiar la casa de su madre, quien recientemente había muerto. 

Al mirar debajo del colchón se encontró con los billetes”, dice. “El hombre se llevó muchísimas cosas; tenía unos 900 euros para gastar (unos 16 mil pesos). Compró una televisión, una sandwichera, una freidora y una báscula, entre otras cosas”. La historia del “acaudalado” cliente de Fina se repite en otros locales como farmacias, perfumerías, ópticas, taxis o talleres de autos.

Repentinamente, personas de Galicia y Portugal se aparecieron por el pueblo para gastar los billetes y las monedas que guardaban sin más gracia que la nostalgia.

“Entre ellas estuvieron los papás de un niño, hoy adulto, que encontraron dentro de un radio de madera varios billetes de dos mil pesetas que su hijo coleccionaba”, asegura Luz Fernández, representante del consejo de la Unes, creadores de la iniciativa.


En el supermercado Atlántico, la compra de víveres se realiza también con viejos duros o pelas. Foto: Mara González/ Unes Salvaterra 
 
En Salvaterra de Miño, un letrero anuncia que la peseta podría ser utilizada en diversos comercios del pueblo en diciembre del año pasado. Foto: Miguel Riopa/ AFP
CAPRICHOS POR PAPEL
Sin el apoyo del gobierno, los comerciantes de Salvaterra han logrado recabar desde octubre 1.16 millones de pesetas, lo que representa siete mil euros (126 mil pesos). 

“Al principio lanzamos la iniciativa con miras a tenerla sólo un mes”, dice Fernández; “Sin embargo, ha funcionado muy bien: la gente no para de venir, así que decidimos ampliarla un mes más, luego hasta diciembre y ahora durante la cuesta de enero”, sostiene.

Para lograr cambiar los billetes, la Unes tiene que llevar las pesetas directamente al Banco de España, el cual se encuentra en La Coruña o en Madrid. Hasta ahora continúan recabando todo lo que puedan para finalmente canjearlo. Sin embargo, los comerciantes aseguran que se quedarán con algunos ejemplares muy raros: “Hay algunos que no había visto, me voy a quedar con varios”, cuenta Fina detrás de su aparador.

Es difícil pensar que la moneda que nació en 1808 con Napoleón y es estable desde 1869, lo que la hace una de las monedas que más duró en la calle en la historia del país, pueda regresar. 

Incluso el propio Pablo Pino asegura que no quisiera que volviera, “todo se haría muy caro”, misma opinión expresada por los españoles en una encuesta realizada por CNN recientemente, la cual arrojó que sólo a siete por ciento de los ciudadanos les gustaría que volviera la peseta. 

Por lo pronto, los pequeños caprichos de los poseedores de “la rubia” podrán seguirse dando en un pueblo que trata de superar, con la creatividad de sus empresarios y sin ayuda del gobierno local, la dolorosa crisis.

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