MÉXICO, D.F. (apro).- A esa hermosa localidad tamaulipeca le
llamaban la “Nueva Orleáns de México” por su gran tradición musical. Sin
embargo, poco a poco Tampico se convirtió en una “pesadilla tipo Gotham
City” (Ciudad Gótica), una ciudad vacía cuya economía colapsó, regida
por el crimen y la violencia, afirma Kurt Hollander en un artículo
publicado en el periódico británico The Guardian.
“Lo que permanece de la clase media tampiqueña” exige al gobernador
priista de la entidad, Egidio Torre Cantú, “que deje de afirmar que
Tampico es un Disneylandia, que las cosas son fabulosas y que todo el
mundo debería pasar sus vacaciones de Pascua aquí”, subraya Hollander.
Y afirma que el miedo “sacó la alegría de vivir en la ciudad”:
cerraron los hoteles, comercios, bares y restaurantes, y las calles se
vacían al atardecer. Prevalece una “mentalidad de guerra”, por lo que
antes de salir de sus casas los tampiqueños se pegan a sus celulares
para enterarse de las “zonas de riesgo” y otras alertas que circulan en
las redes sociales.
Los edificios estilo francés con detalles “art-nouveau” del centro
histórico, símbolos del auge petrolero de inicios del siglo 19, yacen
abandonados, como “conchas vacías”. A través de sus ventanas rotas y
sobre sus techos crecen árboles, precisa el periodista.
Y recuerda que los ricos y los clasemedieros huyeron de la ciudad a
raíz de la ola de secuestros que sacudió la ciudad en 2010, entre ellos
Fernando Azcárraga, el primo del dueño de Televisa, Emilio Azcárraga
Jean.
“Cuando los más adinerados empezaron a huir de la ciudad, los
cárteles concentraron los secuestros sobre los doctores y otros
profesionales de ingresos medianos, lo que provocó un éxodo más a fondo
de la clase media”, relata.
Y observa que ante la importancia de la economía informal “resulta
muy difícil ganarse la vida de forma legal”. El tráfico de cocaína,
mariguana y metanfetaminas –bajo el control de Los Zetas y el Cártel del
Golfo– representa las mayores fuentes de ganancias de la ciudad.
Pero no sólo eso: los cárteles dominan todas las actividades de la
ciudad: prostitución, antros, tráfico de armas, piratería, extorsión,
periódicos –a través de anuncios y asesinos de reporteros– y hasta “las
camionetas que entregan dinero en efectivo a los bancos”.
Los jefes de la plaza sustraen a los banqueros información sobre sus
clientes y se adueñan de propiedades ajenas después de obligar los
notarios a firmar actas ante el cañón de su pistola.
“Tampico es una de las ciudades más violentas en uno de los estados
más violentos”, constata Hollander al subrayar que la respuesta del
gobierno federal de mandar al Ejército y, por ende, “llevar más armas en
la ciudad”, no termina con el crimen o la violencia, sino que “tiende a
exacerbarla”.
La ciudad, rememora, ya sufrió un éxodo en 1923, cuando los precios
del petróleo se hundieron. La economía de Tampico colapsó cuando las
compañías petroleras se trasladaron a Venezuela y “miles de trabajadores
tuvieron que huir de la ciudad”, narra.
Sostiene que tal como renació Tampico en ese entonces, “la ciudad
debe volver a erigirse sobre sus ruinas”. Pero no con una
paramilitarización de los residentes, sino a través de la acción cívica,
como la que emprendieron 500 tampiqueños vestidos de blanco el pasado
domingo ante la llegada del presidente Enrique Peña Nieto.
Hoy en día la ciudad sigue siendo un espejo de la Nueva Orleáns,
afirma Hollander, “pero en su fase post-huracán: vacía, abandonada,
devastada económicamente, plagada por el crimen”.
/ 3 de junio de 2014)
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